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Jeno jamás había sentido culpa sino hasta el momento en el que perdió a su gran amor. Cuando lo vio desmoronarse por el error que él cometió, cuando fue consciente de que había perdido algo que, por fin en años, le hizo sentir genuinamente feliz.

Le habían enseñado muchas cosas a lo largo de su vida: a ser un hombre fuerte, con coraje, temerario, pero en ninguna de esas, le enseñaron lo que era arrepentirse, sentir culpa, o incluso, sentir empatía.

Eso se lo enseñó Jaemin, y vaya, era el desafío más grande en años, porque la sensación era tan tortuosa como desgarrarse una herida y esperar inmóvil a morir desangrado.

—Llevo todos estos meses tratando de dejarlo atrás, pero... —sollozó Jaemin. Tenía tanto en la cabeza que no era capaz de comprimirlo todo en una frase—. No puedo, no puedo...

Jeno no supo cuántas veces lo oyó repetir ese par de palabras en este lapso de cinco minutos. «No puedo», suena simple, cotidiano, pero desglosarlo era realmente un golpe de realidad. No poder hacer algo, un suplicio para Jaemin quien siempre lo pudo todo en el pasado.

Se reclinó en la cama para dejar que llorase contra él todo lo que quisiese. Jaemin se dejó llevar por las lágrimas, su dolor era tan punzante que sólo se limitó a sentirlo, sin importar el afecto que estaba recibiendo de por medio. Jeno dejó que llorara en silencio, que empapara su pecho de lágrimas mientras él lo contenía y acariciaba su cabeza, porque mucho más no podía hacer por ahora, sabía que cualquier esfuerzo sería nimio.

Quería ayudarlo, genuinamente quería hacerlo, pero si él decidía no perdonarlo todavía, o peor aún, jamás perdonarlo, aquello era algo que ya iba fuera de su facultad y sólo podría limitarse a ver su sufrimiento desde lejos.

Pero, ¿y si hacía méritos para que Jaemin aceptase su perdón? Él mismo fue testigo de lo feliz que se sintió cuando le dio de probar comida callejera, de ver una feria artesanal que, se suponía, era algo normal para muchas otras personas.

Ni Jaemin y él han gozado de una vida con trivialidades, y quizás, esta sería una gran oportunidad para llevarlo a cabo... si tan sólo no fuesen fugitivos y estuviesen siendo perseguidos por medio país.

La situación era difícil, pero si por recibir su perdón y verlo feliz era... podía arriesgarse.

Tomó su decisión. Lo haría, por él, por ambos. Cumpliría con el deseo escrito en su cinta de tener una vida común, la suya de recibir su perdón, y también aquella promesa que se hicieron alguna vez, de que cuando hubiesen completado su misión que ya hicieron, de cumplir con sus sueños. No será una tarea fácil, eso era evidente, pero se esforzaría en lograrlo, por ambos. Para evitar perderlo por completo y a sí mismo.






Cuatro días habían pasado ya desde que llegaron a la isla, y desde el primero que no han vuelto a encontrar pistas. La investigación estaba acomplejándose, más que nada porque todo el mundo hablaba de Jeno y Jaemin mas nadie tenía la menor idea de su paradero. Ni siquiera ellos quienes, se suponía, debían tener mayor conocimiento.

Rastrearon el área, mandaron a policías locales a vigilar la zona, y ellos recorrían la ciudad interrogando a la gente, preguntando si los han visto en algún lado, pero nada estaba rindiendo frutos.

Esos criminales realmente sabían lo que estaban haciendo.

Y a raíz del estrés que la situación les estaba ocasionando, decidieron tomarse la mañana libre para poder ir a tomar desayuno a una cafetería en el muelle. Era el quinto día, y comenzarían con su rutina una vez terminasen de comer.

misfit ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora