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Envueltos en el silencio nocturno, en un sueño profundo y en las mismas sábanas, luego de una tanda de besos, caricias y "te extraño". De afecto cargado de arrepentimiento y añoranza.

No hubo necesidad de diálogo, unos interminables jadeos placenteros y gemidos pequeños llamando el nombre del otro fue suficiente. Se habían necesitado, pues a pesar de estar cerca todo el tiempo, la distancia era tan ancha que en realidad se sentía como si apenas y pudiesen divisarse.

Dopado de su aroma fue que inició un día más. Impregnado de su presencia y aún siendo inconsciente de la misma, fue que despertó, con ávido sentimiento de vigor que le hizo sonreír con el primer suspiro.

Lo contempló con sorpresa al encontrárselo al otro lado de la cama. Se restregó los ojos al pensar que aún estaba soñando, sin embargo, al parpadear y ver que seguía allí, una sonrisa bailó en sus labiales. No había soñado, lo que sintió, lo que dijo e hizo no fue un sueño, y la evidencia estaba justamente frente a él descansando plácidamente.

Jeno se acomodó en su lugar para observarlo en silencio, para sumirse en él como si de la obra de una galería se tratase. Trazó cada facción con su mirada, simulando que eran sus dedos acariciando su tez suave y blancuzca para no despertarlo de su preciado sueño.

Sus pestañas descansaban extendidas sobre su tersa y sublime piel que con solo observarla era perceptible su suavidad. Sus labios, que en ese momento resplandecían y se veían algo hinchados por el exceso de besos, descansaban en esa forma redondeada, casi impoluta, y tuvo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no tomarlo entre los suyos.

Pensó en él, en silencio. Sin duda lo había extrañado. Había extrañado esa tranquilidad en su persona, esa paz que le otorgaba a pesar de estar en medio del caos, a pesar de estar con la punta de la pistola suspirando contra su nuca. Había cosas que Jaemin le producían de las que él al parecer no tenía idea, y le gustaba que así se mantuviese. Hay gestos y detalles que uno nota del otro que es mejor guardarlas con candado en el corazón para que así nadie más pueda percibirlas. Como este preciso momento. Jeno lo guardaría para recordarlo a solas cuando lo necesitase. Sería egoísta y este momento sería suyo por siempre.

Implícitas eran la evidencias de la delicadeza de Jaemin, alguien que solía demostrar el antónimo de tal palabra, pero sin duda eran muchas, empezando por la perfección de su rostro, siguiéndole la sedosidad de su cabello, muchas veces adornado en un peinado que le favorecía, sin duda, pero acentuaba sus facciones masculinas y su delicadeza se perdía en esa mirada fría y esa mandíbula marcada que siempre solía estar apretada por la constante tensión a la que su cuerpo, también delicado, era sometido.

Jaemin se removió en la cama y no pudo evitar sonreír por la forma en la que ronroneó cuando estiró sus brazos y arrugó todo su rostro para estirar su cuerpo. Luego se dio cuenta de lo bajo que había caído para que tal acción le causase tanta ternura. O estaba muy embobado, o... se estaba enamorando, o todas a la vez, no era seguro. Jeno no era bueno identificando esos sentimientos, de hecho, no era muy bueno entendiendo los sentimientos, sobre todo los pensamientos positivos. Jaemin se lo estaba enseñando, a pesar de ser catalogado, y no sería descabellado etiquetarlo así, como el ser más inexpresivo del mundo.

—Buenos días, dormilón.

Jaemin pareció sorprenderse, puesto que abrió muy bien los ojos y lo miró casi con susto, aunque luego pareció comprender y procedió a sonreír.

—Buenos días —dijo con la voz ronca por el sueño.

A Jeno le inundó un cosquilleo en el estómago que lo hizo acariciarse el lugar afectado, raras eran las ocasiones en que sentía aquello, y aunque le encantaba, le hacía sentir extraño. Jaemin le hacía sentir cosas que ni él mismo era capaz de identificar.

misfit ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora