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Unos días atrás.

De buenas a primeras, Jeno era un idiota tanto en apariencia como en actitud. Cualquiera con un mínimo de sentido común, creería que lo es: un egoísta, avaro y egocéntrico.

Tal vez aquella despectiva descripción habría sido válida hace unos meses atrás, sin embargo, las cosas han cambiado, y sorpresivamente, él también.

Aunque, hay un atributo que todavía prevalece en él: su lealtad. Porque de alguien importante para él se trata, Jeno es capaz de dañar a otros, de matar, incluso de matarse a sí mismo con tal de mantener a la gente que quiere a salvo.

Sin embargo, no siempre es conveniente, ni tampoco funciona en todos los casos. Y ahí, tal vez, estaba su error.

Sin ser su deseo tuvo la obligación de aceptar un trato. No tenía otra opción, pues, si se negaba, todas las consecuencias luego serían nefastas. O la cárcel o la muerte. No de él, a Jeno realmente no le importaba morir o vivir tras las rejas el resto de su vida, sino de Jaemin. Porque sabía que aquellas dos cosas eran lo último que deseaba tener que afrontar.

A quién engañaba, Jeno tampoco tenía en sus planes morir o estar tras las rejas. Jeno tenía un objetivo, un sueño por cumplir junto a él. Y no podía lograrlo si se negaba a un trato en el que, por hacerlo, moría desangrado por los golpes propagados la madrugada de un miércoles.

No era casualidad, eso es tan obvio que hasta el más tonto lo habría notado. Llevaba sintiéndose inquieto desde que Renjun propuso un plan tan arriesgado, y ahora estaba afrontando esas consecuencias.

Una fatídica noche de miércoles fue la que dio comienzo a todo este lío. Jeno se encontraba descargando sus energías y tensiones con un pasatiempo que había dejado atrás, y tenía que admitir, que su resistencia había disminuido. Llevaba corriendo un poco menos de quince minutos y ya sentía sus piernas arder y faltarle el aliento. Intentó resistir un poco más, pero su cuerpo le pedía a gritos un descanso.

Así que obedeció a sus necesidades y se asentó sobre una roca para poder pensar, concentrarse en su respiración y calmarse para luego seguir corriendo. Y entonces comenzó a pensar que tal vez estar aquí no era del todo malo. Si el contexto en el que se encontraban no fuese tan peligroso, se sentiría incluso más feliz de lo que alguna vez fue allá en Seúl. Tener el mar tan cerca, la ciudad más tranquila, un lugar bello al que llegar cada noche, sonaba como la vida ideal que cualquiera añoraría con toda el alma.

Y no podía negar, que se encontraba en ese constante conflicto sobre qué camino tomar. Pues si bien esa adrenalina que le produce estar bajo un estilo de vida criminal, en donde sabe que tienen los ojos puestos sobre él, de tener que escabullirse para no ser encontrado es excitante, suele ser agotador. Y puede ver cómo a su alrededor, esos efectos han prevalecido desde el principio.

Tiene más que claro que Jaemin piensa diferente a él. Que solo está haciendo esto porque no tiene otra opción. Que lo único que quiere es una vida tranquila, vivir plenamente pues ha estado desde el principio sometido a un estilo de vida que compromete su bienestar. Y si antes discrepaba, ahora no estaba del todo seguro acerca de separarse de él solo porque sus deseos eran diferentes.

Creía estar dispuesto a dejarlo todo por él, no, estaba dispuesto a hacerlo. Se lo merecía, después de todo. Se lo merecían. Tenían el dinero para vivir plenamente, y no muchos tienen aquel privilegio.

Fue desprendido de sus pensamientos al oír pasos acercándose por detrás. Siendo plena madrugada de un miércoles, le tomó una atención mayor, pues es extraño ver a alguien caminar a estas horas a mitad de semana.

misfit ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora