Capítulo 5

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Carl

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Carl

—¡Esos periodistas amarillistas casi te hacen comer su micrófono! Y ni hablar de todas las cosas falsas que han hablado de ti, ¡de mi hijo! —Mi madre está muy indignada—. No han salido de nuestra puerta pidiendo una entrevista y cada vez que lo intentan, los mando a la mierda.

—Siento eso, mamá —hago una mueca sentado en el sillón y acariciando a Byte, mi rottweiler—. Lo resolveré. Haré un comunicado en mis redes sociales y una querella en la estación de policía para que dejen de fastidiarnos —observo a mi padre tan tranquilo, muy diferente a cuando me visitó en la comisaría asustado y fuera de sí, aunque confiando siempre en mi inocencia. Le pregunto extrañado—: ¿Por qué no estás protestando?

Se encoge de hombros diciendo: —Ahora que todo ha pasado, que quedó demostrado ante el mundo que eres inocente y ayudaste con la investigación —señala hacia fuera de la casa en donde hay varios periodistas—, todo eso me parece alucinante. ¡Tengo un hijo famoso! —declara sonriendo con orgullo.

—¡Phillip! —Mi madre se indigna más, sus manos sobre sus caderas.

Y quiero reír porque tiene gracia, pero no lo haré hasta hacer caer a mi némesis que sigue desconectado sin dejar rastro. Eso dicen, pero yo lo encontraré. Porque siempre hay huellas en la red. A menos que no te conectes.

—Pero es cierto. —Mi padre se defiende cómicamente—. Nuestro teléfono no ha parado de sonar preguntando por nuestro apuesto hijo y si está soltero. El hacker chico malo de las redes sociales.

Sí, así también me llaman entre otros epítetos bastante indignantes, sobre todo el de ciberpirata, porque no soy eso. Cyril lo es.

—Les ayudaré a cambiar de número telefónico, tengo un contacto que estará aquí en minutos —me levanto—. Lo llamaré, y mientras esperamos por él, comeré lo que con tanto amor y cariño estas manos santas han preparado —digo besándolas.

Eso anima a mi madre porque ella siempre quiere que coma. —Hice unas riquísimas papas salteadas y arroz con pollo.

—¿Con aceitunas? —digo esperanzado.

—¡Con extra aceitunas! Y sírvete todo el que quieras porque en esa celda no te alimentaron bien y bajaste de peso —niega con reprobación, alisando mi camiseta blanca.

—Soy un chico grande ahora, mamá, puedo soportar largas horas sin comer —hay humor en mi hablar.

—No acepto eso —sacude su mano—. Y por cierto, ¿por qué no traes a algunos de tus tantos amigos virtuales a cenar? Cocinaré un banquete y compartiremos nuestros alimentos con ellos —dice con una bonita sonrisa.

Y me siento muy orgulloso de ella porque es cierto que cocina en grandes cantidades para luego ponerlas en pequeños envases y repartirlas a los desamparados de la calle.

Conectado a ti (Dragon's Family Series #4) CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora