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— Madre, tenemos otro encargo de pasteles de crema.
— De acuerdo, hijo.

Un joven rizado de ojos verdes de apenas dieciséis años, ayudaba en la panadería junto a sus padres. Tenían mucha demanda de encargos, ya que eran de gran calidad. Exportaban sus pasteles y panes por toda la ciudad, incluso una pequeña parte, iba destinada fuera del país. Todo aquello fue bien, hasta que llegó la guerra, pero durante sus buenos años, un día cambio todo, todo por la llegada de un hombre: Zayn Malik.

Aquel joven policía de dieciocho años, entró por la puerta de la tienda de la familia Styles, dispuesto ha hacerles un pedido.

— Buenos días.

Ese día, el joven rizado atendía el mostrador. Su hermosa sonrisa lucía el ambiente.

— Buenos días, agente.
— Oh, no, no vengo como agente. Vengo como Zayn, ese es mi nombre.
— Mucho gusto, Zayn. Mi nombre es Harry, ¿en qué puedo ayudarle?

El moreno se quitó su gorro, dejándolo sobre la mesa. Acomodó su cabello negro y miró al más joven.

— Me gustaría encargar dos bandejas de galletas, para el cumpleaños de mi hermana.
— Dos bandejas de galletas, de acuerdo. ¿Quiere algún detalle en ellas? Como una flor, que tengan su inicial en cada galleta...
— Si, lo último que dijo me interesa. Mi hermana se llama Sophie.
— Está bien. Pues serían, unos sesenta centavos, por ser usted.
— ¿Por ser yo? Que amable, muchas gracias. Aquí tiene — puso el dinero sobre la mesa — sesenta centavos y, si es posible, me gustaría invitarlo a pasear.
— ¿A pasear?
— Por supuesto, ¿no le parece?
— Me parece, si.
— Bien. La próxima semana estaré libre.
— Yo haré un hueco, señor.
— Llámeme Zayn.
— Oh, si, Zayn.

El moreno volvió a ponerse su gorro y asintió con una pequeña sonrisa.

— Esta tarde vendré a recoger las galletas.
— Aquí estarán, Zayn.
— Bien. Nos vemos, Harry.

Y se fue de allí. El ojiverde sintió sus mejillas arder levemente. Sus gustos estaban presentes en su corazón, pero aún no estaban asimilados por su mente. Sin duda, aquel joven había flechado desde el primer segundo al panadero.

 Sin duda, aquel joven había flechado desde el primer segundo al panadero

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— Hijo, ¿qué te encargó?... Hijo...¡Harry!

El rizado pegó un salto, saliendo de sus pensamientos.

— ¿Si, madre?
— ¿Que qué te encargó aquel muchacho?
— Oh, amm...dos bandejas de galletas. Quiere la inicial de su hermana. Se llama Sophie.
— Bien, pongámonos en marcha.

El pedido del joven agente de policía estaba listo para ser recogido por él, justo como acordaron. Entró de nuevo por la tienda, donde un rizado sonriente le esperaba en el mostrador con las galletas. El moreno sonrió al sentir el olor de aquel lugar. La mezcla de azúcar, chocolate y mantequilla, creaba una sensación agradable.

— Que bien huelen esas galletas.
— Me alegra escuchar eso, Zayn.

El mayor se acercó y tomó su pedido. Le dedicó una dulce sonrisa al contrario. Dejó más dinero sobre la mesa, cosa que sobresaltó al panadero.

— Esto es para ti, un extra.
— ¡Oh por Dios! No era necesario, Zayn.
— Claro que lo es. A un chico como usted, que más.

Sus mejillas volvieron a arder como el fuego tras oír aquello. ¿Acaso el agente sentía lo mismo por los hombres? Tal vez por eso le invitó a pasear.

— Muchísimas gracias, Zayn.
— A ti. Nos vemos la semana que viene. Pasaré por usted, Harry.
— D-de acuerdo. Feliz cumpleaños para su hermana.
— De su parte le digo.

Y, con otra sonrisa que atravesó el corazón del menor como una flecha, se fue. Todo parecía un sueño, como una novela de amor.

La semana siguiente, el joven policía apareció por la tienda como prometió. Salió junto al rizado de allí, para poder disfrutar de un paseo por la ciudad. Pasaron una buena tarde. Para Harry, habían conectado de una manera muy especial. Jamás había sentido aquello por nadie.

— Wow, fue un gran paseo, Zayn.
— ¿Si? Yo también la pasé realmente bien, Harry.
— ¿Cree que podremos, vernos en otra ocasión?
— Trátame de tú, ahora somos amigos.
— ¿Amigos?
— ¡Claro! ¿O acaso me ves como...algo más?
— A-amm...yo...
— ¿Tal vez como...amigos que pueden...besarse de vez en cuando?

El moreno tomó de la cintura al menor, que ardía en si mismo. Los nervios le comían por dentro y por fuera, pero no le fueron impedimento para articular las palabras que le sentenciaron aquel día.

— Si...me gustaría...
— Ja, maldito enfermo. Te encontré.

Apretó su cintura con fuerza, para después tomar su brazo y ponerle unas esposas. El ojiverde entró en pánico y, tratando de desposarse, comenzó a llorar temblando.

— N-no, e-espera, Z-zayn...
— ¿Qué? ¿Creíste que sería un puto maricon como tú? Ahora haré que te castiguen como mereces.
— ¡N-no! ¡P-por favor!
— ¡Deja de suplicar! Aquí nadie te va a escuchar, y si lo hacen, sabrán lo enfermo que estás.
— ¡H-haré lo que quieras!
— No gracias, no quiero sexo con un hombre. No puedes darme algo que necesite.
— ¡T-te daré dinero!

Su desesperación fue mayor a su conciencia. El moreno sonrió y le acercó a él.

— ¿Dinero? Eso ya me gusta más. Quiero todo lo que tengas en la caja de tu estúpida tienda.
— ¿T-todo? C-con eso comemos mi familia y yo.
— ¿Quieres que te castiguen por tu enfermedad, o prefieres vivir?

Apretó las esposas, provocándoles leves cortes en las muñecas del menor, que lloraba sin cesar.

— ¡E-está bien, pero p-para!

El policía le soltó de golpe, haciéndole caer al suelo. Le escupió y, con gesto de desagrado, le miró desde arriba.

— Esta noche, me pasaré por la tienda. Quiero todo el dinero en un saco, ¿entendido?
— Si, Z-zayn.
— Trátame de usted, maldito marica.

Se fue de allí, dejando al menor temblando de miedo. Debía robar a su propia familia, por su propia salvación. ¿Se podía ser más cruel?

Aquello jamás se lo perdonó. Fingió un robo para cometer el pago al policía, que se llevó el saco bastante satisfecho. Los padres del rizado se acercaron rápidamente a su hijo, que lloraba.

— ¡¿Qué pasó, hijo?!
— E-estaba vigilando y, entraron dos hombres a robarnos el dinero. S-se llevaron todo.
— ¡Oh, por Dios! ¿Te hicieron daño, cariño?
— N-no, m-madre.

La culpa dolía, y mucho. Prometió compensarlo y eso hizo. Trabajó duro para conseguir recuperar todas las pérdidas. Comenzó a cobrar por cuidar niños. Además de querer dedicarse a la docencia, aquello le vendría bien para tener experiencia.

Jamás volvió a ver a Zayn, no hasta que le vio junto al hombre que provocaba que su corazón latiera más rápido. Saber que era de sus mejores amigos, era algo que le atemorizaba. Tenía el peligro, más cerca de lo que pensaba.

— Harry, debo ir a arreglar algunos asuntos, no podré quedarme más hoy.
— Está bien, Louis.
— Lo lamento mucho, por lo que pasaste. Te prometo que no te haré algo así.

Tomó sus manos y las besó con delicadeza, para después, abandonar la habitación. El rizado, algo extrañado por las prisas del mayor, decidió intentar dormir...

Apenas subo esto a las 1:45am para irme a dormir, que mañana tengo clases. Espero que os guste, lo siento si no puedo decir nada más por aquí, el sueño me vence.
Os quiero mucho, bonito día :D

~ Una niñera para un corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora