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Pasaron dos meses desde que los condes pusieron fin a su matrimonio y tres desde que el niñero ya no cuidaba de los Tomlinson. Las cosas habían cambiado tanto en tan poco tiempo, que era imposible de creer.

El castaño echaba de menos a su amado. Se sentía tan mal por no haberle buscado en este tiempo, pero en el fondo no se atrevía. Pensaba que Harry le odiaba por haberle despedido.
Noches y noches donde sus pensamientos se posaban en aquellos ojos verdes y finos rizos que caían sobre el rostro del dueño de su corazón.

El anciano mayordomo era consciente de lo que sufría el conde, pero siempre se centraba en guardar silencio y dejarle lamentarse a su jefe. El límite lo puso cuando veía que el ojiazul fumaba demasiado durante el día provocándole tos horribles. Tanto tabaco podía afectar su salud.

— Señor, debería limitar su consumo de tabaco.

El castaño observó a Bonnard y soltó el humo, seguido de una tos.

— No importa, está bien así.
— ¿Cuándo fue la última vez que vio al señor Harry?
— ¿Qué?
— Ya me ha oído, señor.
— ¿Qué tiene que ver ahora eso?
— Porque sé que usted se está descuidando por amor.

El conde rio sarcástico y flojo, mientras apagaba el cigarrillo. Negó lentamente.

— No sé de qué me habla.
— Señor, llevo con usted desde que era un niño. Le conozco más que nadie y sé cuándo está enamorado. Usted ama al señor Harry.

El joven lanzó el cenicero contra la pared y se levantó echo una furia.

— ¡Si, lo amo! ¡¿Y qué?!

La paciencia y serenidad del mayordomo desconcertaron al conde, que calmó su humor.

— ¿Usted es feliz amándole?
— ¿Qué?
— ¿Amar al señor Harry le hace a usted feliz?

El castaño comenzó a llorar, apretando su mandíbula. Apoyó ambas manos en una mesa de billar que tenía en la sala y agachó su cabeza.

— Era la persona más feliz cuando estaba a su lado. Estoy harto de ser juzgado por amar diferente.
— Yo no creo que sea diferente su forma de amar, señor.

Alzó su mirada hacia el anciano. Éste se acercó hacia él.

— Su forma de amar es como la de cualquier persona, ¿por qué eso lo haría diferente?
— Porque yo...amo a un hombre.
— No, no ama a un hombre, ama a una persona, a un ser humano, tal y como hacemos los demás, señor.
— Pero mi padre dijo qu-
— Olvídese de lo que dijo su padre. Es su vida, no la de él. Sea feliz a su manera.
— Bonnard...
— ¿Si, señor?
— ¿Puedo abrazarlo?
— Claro que sí.

El hombre se acercó al más mayor y lo abrazó con fuerza. Las lágrimas seguían apareciendo, huyendo de los azules ojos de su dueño.

— Usted siempre fue como un padre para mí.
— Yo encantado de que tenga esa imagen de mi, señor.
— Gracias, Bonnard, por estar a mi lado, no sabe lo mucho que lo agradezco.
— Siempre estaré a su lado, hasta que la edad me permita.
— No diga eso, hombre.

Ambos se dedicaron una sonrisa, dejando a un lado el malestar anterior. El castaño tomó la cajetilla de cigarrillos y la miró unos segundos.

— Prometo fumar menos o incluso dejarlo.
— No le doy más de dos días.
— ¡Oh por Dios, confíe en mi!

El mayordomo dejó escapar una pequeña risa. Tomó la cajetilla que su jefe le dio y la guardó en el bolsillo.

— Iba a ir a la panadería de la familia del señor Harry, ¿le gustaría acompañarme, señor?
— ¿Está usted seguro de que es buena idea?
— Yo digo que sí, señor.
— Bien. Espéreme fuera con el coche. Iré a cambiarme.

El anciano asintió y se retiró. El conde subió a ponerse algo guapo. Estaba nervioso por ver a su amado de nuevo. Parecía que no le había visto hace demasiado tiempo. Salió de la mansión minutos después y subió al coche.
Bonnard puso marcha hacia la ciudad. Llegaron minutos después. Entraron a la panadería. Tan solo estaba la madre del niñero en el mostrador. En cuanto vio al conde, se limitó a hacer una reverencia.

— Oh, no, señora, no se incline.
— Buenas tardes, señor Tomlinson. Es un placer recibirle en mi tienda. Buenas tardes, Bonnard.
— Buenas tardes, señora Styles.
— ¿Qué necesitan?

El mayordomo comenzó ha hacer el encargo. El ojiazul inspeccionaba la tienda. Pasó varias veces intencionadamente por delante de la puerta que daba al almacén de la panadería, en busca de una señal de que su amado estuviera por allí. La mujer se dio cuenta.

— Harry vendrá en un par de minutos, señor Tomlinson. Salió a por harina.

El castaño se puso nervioso. ¿Tanto se notaba que le buscaba a él? Comenzó a tartamudear.

— Oh, e-está bien, señora, g-gracias.

La rizada le dedicó una sonrisa y siguió atendiendo a Bonnard. Un poquito después, el joven ojiverde apareció con varios sacos de harina.

— Hola hijo, muchas gracias, mira quiénes vinieron.

El chico alzó su mirada y ésta se cruzó con la del conde. Se quedó parado, sin decir ni una palabra. Unos segundos más tarde, se inclinó en modo de saludo.

— Buenas tardes, señor Tomlinson, Bonnard.

Y, dicho aquello, salió de la tienda. El ojiazul salió detrás. Se acercó a la parte trasera de la panadería y vio al menor nervioso.

— ¿Harry?
— ¿Por qué has venido?
— Quería...verte
— ¿Después de tres meses? Pensaba que me habías olvidado.
— Jamás lo haría.

Trató de acercarse, pero el rizado se alejó.

— Sé que estás enfadado conmigo.
— No lo estoy.
— Harry...

El ojiverde miró al mayor y suspiró.

— Ya, si, mi nariz. Estoy enfadado, si, pero es más decepción.
— ¿Crees que yo quería despedirte?
— Yo...no lo sé.

El conde se acercó, esta vez con éxito, y tomó las manos del contrario, que evitaba su mirada a toda costa.

— Jamás te sacaría de mi vida. Fui un idiota al dejarme llevar por Marilyn, pero eso se acabó.

El rizado miró al mayor, con los ojos cristalizándose poco a poco.

— ¿Cómo?
— Nos divorciamos, hace dos meses y supo de lo nuestro.
— Oh, Dios, ¿y qué dijo?
— Nada importante. Lo que opine ella no me importa ya. Solo quiero estar contigo.

Iba a besarlo, cuando sintió que se alejaba negando.

— Louis, yo...
— ¿Qué ocurre?
— No puedo.
— ¿Qué?
— Es mejor que te olvides de mi...
— ¿Por qué?
— Porque...

Metió su mano en el bolsillo y sacó una carta. Se la tendió al mayor, que la abrió, dejando ver un mensaje del general, solicitándole que fuera a la guerra...


Bueno, mucho dije de subiros dos capítulos, y al final solo puedo subiros éste. Lo compensaré con ilustraciones a partir del siguiente capítulo, lo prometo. En fin, espero que os guste.
Os quiero mucho, bonito día :D

~ Una niñera para un corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora