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Había pasado un año desde la partida del niñero a la guerra. Un año que parecían tres. El conflicto no había acabado aún, pues las tropas enemigas atacaban sin cesar. Tenía mucho trabajo como enfermero, curando soldados y cuidando de los enfermos.

El ojiazul estaba sumergido en una profunda tristeza. No tener a su amado a su lado le hacía doler su corazón. Sus hijos buscaban la manera de alejarle de aquella nube de melancolía, pero todo lo que hacían era en vano. Hacía varios meses que Marilyn había abandonado la casa de los Tomlinson. Conoció a un duque en uno de sus viajes de visita a sus padres, y se terminó enamorando. No se sabe si del hombre o de su dinero, pero no se pasaba por la mansión. Sus hijos se dieron cuenta de aquello, provocando un profundo odio por aquel abandono de su propia madre.
Al castaño le enfureció las acciones de su ex mujer, pero prefirió oprimirlo y seguir con su vida, a la espera de que el joven ojiverde volviera.

Una mañana, el castaño se despertó al sentir un peso sobre él. Era Darcy, que lo abrazaba esperando a que su padre se diera cuenta. La niña ya tenía seis años.
El conde respiró profundo y abrazó a su hija.

— ¿Qué sucede, cariño?
— Echo de menos al señor Harry.
— Oh, mi vida, yo también...
— Prometiste que volvería, padre.
— Va a volver, estoy seguro.
— Wendy dice que anoche te escuchó llorar.
— A veces me ganan las emociones, hija.

Permanecieron así, abrazados, un gran rato. Minutos después, Bruno entró por la puerta. Tenía algo en sus manos.

— Buenos días, padre.
— Buenos días hijo. ¿Qué tienes ahí?
— Una carta. Pone tu nombre.
— ¿Ah sí? A ver, dámela.

El niño de nueve años le tendió el sobre. El ojiazul se sentó en la cama, dejando a su hija a un lado. Abrió lentamente la carta y comenzó a leerla:

Amado mío,

Te escribo para decirte, que estoy bien.  Mis días sirviendo para toda esta gente, que lucha por salvar nuestro país, están siendo de gran ayuda.
No hay ni un solo día en el que no piense en ti. Cada que veo ponerse el sol, pienso en que falta menos para volver a verte.
Sé que estaremos juntos cuando menos lo esperes, mi amor.
No olvides que te amo, H.

El conde sollozó y abrazó la carta. Sabía que aquel trozo de papel se había enviado hace varios meses. Apenas llegó ahora a sus manos. Sus hijos se acercaron a él.

— ¿Quién es, padre? — preguntaba el chico.
— Es e-el señor Harry, Bruno.

A la más pequeña se le iluminaron los ojos.

— ¿¡El señor Harry le escribió una carta?! Haga lo mismo, padre.
— ¿Cómo?
— Escríbale una carta.

El ojiazul, sonrió y asintió.

— Tienes razón, cariño. Le escribiré una carta a Harry.

Se levantó y avisó a sus hijos de que fueran a desayunar. Mientras, él se bañó, cambió y se dirigió a la biblioteca. Sacó una hoja de papel y comenzó a escribir.
Estuvo alrededor de una hora, hasta que logró terminarla. Había hecho varios intentos, que descartó porque no encontraba las palabras adecuadas para expresarse. Una mezcla de nervios y felicidad le recorrían el cuerpo. Le tendió el sobre a Bonnard.

— Quiero que ésta carta llegue a las manos del señor Harry

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— Quiero que ésta carta llegue a las manos del señor Harry.
— De acuerdo, señor.

Y si, llegó. Tardó un mes en llegar, pero pudo recibirla. El joven ojiverde, había curado a uno de los soldados, cuando un general le avisó de que se acercara.

— ¿Si, señor?
— Le llegó una carta.
— ¿A mí?
— Si, ten.

Se la tendió y le indicó que se fuera. Se retiró a su pequeña zona donde descansaba. Abrió la carta y comenzó a leerla:

Querido Harry,

Amado mío, me consuela tanto que me escribieras. No esperaba tu carta, temía por tu estado. Espero que recibas la mía lo antes posible, para que seas consciente de que yo también te amo, y te echo de menos. Mis días son más largos desde que te fuiste, más oscuros. Mis hijos ya no juegan, no son felices, y yo tampoco.
Marilyn al fin se fue. Me da mucha rabia que haya preferido el dinero que sus hijos, pero créeme que ellos me preguntan por ti. No puedo esperar para tenerte aquí a mi lado, y poder vivir felices junto a los niños, como una familia.

Te amo, por favor cuídate mucho, vida mía. Louis

El rizado sonrió con lágrimas en los ojos. Abrazó la carta y se acurrucó con ella. A pesar de estar rodeado de gente la mayor parte de su tiempo, se sentía solo. Había escrito también para su familia. Los echaba tanto de menos, que le dolía el alma no poder estar con ellos. La impotencia de tener que cumplir con su labor en la guerra, por el simple hecho de ser homosexual, le consumía.

Pasó más tiempo. Dos años desde que Harry abandonó su ciudad, para servir como enfermero en la guerra.
El castaño fumaba desde su balcón, tratando de despejar su mente. Miraba el lago, hasta que su mirada se desvió hacia un coche que aparcó frente a su casa. No había prevista ninguna visita, por lo que aquello salía de lo común. No iba a darle importancia, hasta que su corazón dio un vuelco, en cuanto vio salir del vehículo a la madre de su amado, sollozando y buscando hablar con alguien. Vio como Bonnard se acercaba a la mujer y la abrazaba. Sentía que malas noticias habían venido junto a aquel coche. Negó, lleno de muchos pensamientos, y se metió a su habitación, apagando el cigarrillo y bajando rápidamente las escaleras. Salió de la mansión y se acercó asustado a su mayordomo y la mujer.

— ¡¿Q-qué sucede, señora Styles?!

La madre del ojiverde se acercó a él y tomó sus manos, con lágrimas recorriendo sus mejillas.

— S-señor Tomlinson...

Holi holiii, ya mañana subo el último capítulo de la novela! Espero subiros dos o más ilustraciones en el de mañana!! Os dejo un poquito con la duda de que pasará, hasta mañana jeje.
Os quiero mucho, bonito día :D

~ Una niñera para un corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora