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Cada palabra de aquella carta quemaba como el fuego en su máxima fuerza.
Las manos ya temblorosas del conde que leía, sostenían el papel. Alzó su mirada hacia el menor, que permanecía en silencio.

— ¿Q-qué significa esto?

El rizado no dijo nada, no hasta que el contrario volvió a formular la pregunta. Con un nudo en la garganta, agachó su cabeza y habló.

— Parto en dos días.
— No, no es verdad...
— Lo es, Louis.
— No.
— Louis, déjalo así...
— ¿Estás loco? ¿Cómo voy a dejarlo así sin más?

Se escuchó como el menor soltó un suspiro. Negó lentamente.

— Es inútil, ya todo está arruinado.

Iba a irse, cuando la mano del mayor le tomó del brazo, acercándole a él. Acto seguido, tomó ambas manos, acariciándolas con delicadeza, mientras que en sus azules ojos se iban asomando tímidamente pequeñas lágrimas. Aquello dificultaba todo. Harry no contaba con que volvería a ver al conde. Cerró sus ojos para no verlo, y sufrir lo que callaba.

— N-no quiero perderte...

No obtenía respuesta, provocando aún más dolor en el ojiazul.

— Harry...Harry...

El ojiverde, preso del miedo, apretó aún más sus ojos, como si así pudiera aumentar la oscuridad e impedir que viera al mayor.

— Harry, t-te quiero.

Aquellas simples palabras fueron suficientes para provocar que el menor abriera sus ojos al completo. No creía lo que había escuchado.

— ¿Qué has dicho?
— Te quiero, Harry. Cambiaste mi vida desde que apareciste por la puerta de mi casa. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Es por eso, que te quiero, que te amo.

El rizado sentía que su corazón se saldría del pecho en cualquier momento. Latía rápido, sin cesar su velocidad, como un tren al que hechas una y otra vez carbón.
Tomó las mejillas del ojiazul, que sollozaba poquito mientras le miraba a los ojos. Comenzó a besarle sin dudarlo, acto que fue correspondido. Sus labios volvieron a encontrarse, como si hubiera pasado una eternidad. Aquel sabor que conocían, calentó sus corazones de nuevo, devolviéndoles un poco de aliento tras la noticia del ojiverde.

Minutos después, decidieron separarse del beso, percatándose de que podían ser descubiertos. Se abrazaron lentamente, calmando la pasión del reencuentro.
El castaño acariciaba con delicadeza la espalda del menor, que se acurrucaba, logrando compartir el calor que su amado desprendía.

El castaño acariciaba con delicadeza la espalda del menor, que se acurrucaba, logrando compartir el calor que su amado desprendía

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— ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
— ¿Tú no me quieres?
— Ay, Louis, qué pregunta...
— Quiero oírlo.
— Yo también.
— ¿Tú también, qué?
— Yo también te quiero, Louis. Cada que veo tu sonrisa, me siento en paz.
— ¿Mi sonrisa?
— Si.
— Oh, amado mío.

Se dieron amor un poquito más y comenzaron ha hablar, hasta que al castaño se le ocurrió algo, algo para evitar que su amado asistiera a la guerra. Le miró a los ojos y sonrió.

— ¿Sabes? No tienes por qué irte, Harry. Podría contratarte de nuevo como niñero para así convencer a los agentes de que no puedes ir.
— ¿Crees que eso funcionará?
— Por supuesto.
— ¿Y a tus hijos les parecerá bien?
— Claro que sí, mis hijos te adoran.
— ¿Y Marilyn?
— No me importa si está de acuerdo. La casa es mía y yo elijo quién se queda y quien no.
— No sé si es buena idea.
— Harry, estarás bien. Mientras estés a mi lado, no dejaré que te hagan daño, ¿recuerdas?

El rizado estaba algo nervioso ante la situación, pero el simple hecho de tener a su amado a su lado, le reconfortaba bastante. Sonrió dejando ver aquellos hoyuelos que el mayor amaba y asintió lentamente, convencido de la idea.

— Está bien, Louis, muchísimas gracias.
— Oh, mi Harry, por tí movería tierra y mar.

Le dio un pequeño beso, para después separarse al completo de él.

— Deberíamos entrar a la tienda. No me gustaría que nos viera alguien y se arruinara todo.
— Si, tienes razón, vamos.

Ambos hombres entraron y vieron a Bonnard recogiendo el encargo mientras conversaba amablemente con la madre del rizado. Ella escuchó que entraron y, junto al mayordomo miraron a los jóvenes.

— Hola, ¿ya todo en orden?
— Si, madre. Tengo buenas noticias.
— ¿Qué ocurre?
— Madre, el conde Tomlinson me ha readmitido como niñero.

Los ojos de la mujer se iluminaron al instante, hasta que se cristalizaron mientras trataba de hablar. Sabía lo que significaba aquello, pero quería escucharlo de la propia voz de su, para ella, pequeño.

— Entonces, ¿la guerra...?
— No te preocupes por eso, madre, tengo permitido no ir si trabajo para él.

Acto seguido, ella lo abrazó con fuerza, rompiendo a llorar. Su hijo correspondió el abrazo, con un nudo en la garganta. La escena conmovía a su amado y al anciano, que observaban en silencio.

— H-hijo mío, ¡es una muy buena noticia! ¡La idea de verte marchar me estaba matando!

Tras aquellas palabras, se acercó al conde y tomó sus manos, que compadeció la acción. Ella temblaba.

— Muchísimas gracias, señor Tomlinson, no tengo cómo agradecerle, podría darle un mes de pan gratis o...
— ¡No por Dios! No se moleste, señora Styles. Es usted una mujer extraordinaria, y su hijo también.

Miró al menor, que le sonrió ante el comentario. Sus mejillas se sonrojaron levemente.

— Mañana puede presentarse en mi casa, señor Harry, a la hora que le plazca, ¿de acuerdo?
— Si, señor.

El conde y su mayordomo se despidieron y salieron de allí, para después subirse al coche.

— Usted ha hecho un buen gesto, señor.
— ¿Usted cree, Bonnard?
— Sin duda alguna, pero sé que su corazón es el que ha decidido. Usted en verdad lo ama demasiado.

El ojiazul soltó un suspiro feliz y se acomodó en su asiento.

— Estoy enamorado, amigo, pero tan enamorado...
— Soy consciente de ello, señor.

Le sonrió por el espejo y arrancó el vehículo para dirigirse a casa.
Cuando llegaron, el conde dio la noticia del regreso del niñero a sus hijos, quienes recibieron la noticia con alegría y sorpresa.

— ¿Es cierto que el señor Harry va a volver, padre?
— Claro que sí. Mañana.
— ¡Qué emoción padre!

Marilyn escuchaba todo desde la biblioteca. Frunció el ceño. No le hacía ninguna gracia el regreso de Harry. Con expresión seria, se le levantó del sofá donde descansaba su cuerpo. Salió de la estancia y se acercó a la cocina a paso apresurado. Se acercó y habló con una de las cocineras. Probablemente estuvieron hablando durante cinco minutos, hasta que la condesa se fue de la mansión, diciendo que iba a dar una vuelta. Ni sus hijos ni su ex marido le tomaron importancia y siguieron a sus cosas.

El ojiazul esperaba con ansias a que llegara mañana, para recibir a su amado de vuelta en su hogar, donde podría amarlo sin prejuicios...

Holiii, omggg siento que no subía capítulo desde hace demasiado tiempo. Estoy en mi recta final de escuela, donde tengo proyectos que entregar y donde me juego mi futuro. Os he podido, después de mucho, subiros capítulo con ilustración incluida! Me siento bastante productiva. Espero que os guste, y muchísimas gracias por el apoyo!!

Os quiero mucho, bonito día :D

~ Una niñera para un corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora