Capítulo 3.

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Todo igual que siempre

Cuando Rosa llega a la mañana siguiente, yo estoy leyendo en mi baúl de debajo de mi ventana de la habitación.

─ ¡Feliz cumpleaños!

La miro por encima del libro y me limito a contestar.

─ Gracias.

─ ¿Qué tal la celebración? ─pregunta mientras empieza a sacar el instrumental médico de su maletín.

─ Divertida, como siempre.

─ ¿Tarta de tres chocolate con cobertura de virutas de colores? ─alza la ceja divertida.

─ Claro ─cierro los ojos recordando lo buena que salió.

─ ¿Aladdín?

─ ¡Eso es! ─le guiño el ojo divertida, como si estuviera acertando un juego de preguntas.

─ Y perdiste la partida al juego ese, ¿no?

─ Somos muy predecibles, ¿verdad?

─ No me hagas caso ─responde riendo─. Lo que pasa es que estoy celosa de lo bien que os lleváis las dos ─recoge el registro de ayer, revisa rápidamente las anotaciones de mi madre y luego coloca una hoja nueva en el cuaderno─. Últimamente, María no se molesta ni en darme los buenos días ─apunta rodando los ojos.

María es la hija de Rosa. Tiene diecisiete años. Según Rosa, estuvieron muy unidas hasta que las hormonas y los chicos le absorbieron el cerebro a su niña.

Rosa se sienta a mi lado en el baúl, y yo levanto el brazo para que me tome la tensión. Sus ojos se posan en mi libro.

─ ¿Otra vez Antes de Diciembre? Pero si ese libro te hace llorar cada vez que lo lees...

─ Algún día dejará de hacerlo ─repongo con una sonrisa satisfactoria─. Y ese día quiero que me pille leyéndolo.

Ella pone los ojos en blanco y me agarra la mano.

La verdad que lo había dicho en broma, pero de pronto me pregunto si será verdad. A lo mejor, en el fondo, tengo la esperanza de que algún día las cosas cambien y salgan bien. Como la intuición de que algún día deje de llorar por dicho libro. 

Bajo la misma superficie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora