Mucha vida
Ha pasado una semana. Rosa y yo observamos como el señor Aguado cruza el césped, se monta en el coche y arranca. Le he dado un abrazo antes de que se fuera. Él pareció sorprendido, pero no dijo nada y me lo devolvió como si fuera lo más natural del mundo.
Cuando se va, espero fuera unos minutos más y Rosa se queda a mi lado. Está buscando una forma de lo más delicada posible de no romper mi corazón, ya roto.
— Bueno... —llama mi atención.
Sé lo que va a decir. Lleva toda la mañana tratando de reunir el valor necesario para hacerlo.
— Por favor, Rosa, no me dejes sola. Aún te necesito conmigo.
Ella se vuelve hacia a mi, pero yo no me siento con fuerzas para mirarla. No me contradice. Se limita a agarrarme la mano.
— Si verdaderamente me necesitas, Kathy, me quedaré contigo —me estruja los dedos cariñosamente—. Pero la verdad es que no te hago falta.
— Nunca dejaré de necesitarte —confieso sin esforzarme en contener las lágrimas.
— Pero no de la misma manera que antes, corazón.
Tiene razón. Ya no tiene por qué estar conmigo ocho horas al día. No necesito cuidados constantes. Pero no sé qué voy a hacer sin ella.
Mis lágrimas silenciosas se convierten en sollozos. Rosa me estrecha y me deja llorar hasta que me calmo.
— ¿Qué vas a hacer, entonces?
Me seca las lágrimas con las palmas de las manos.
— Puede que vuelva a trabajar en un hospital.
— ¿Se lo has dicho ya a mi madre?
— Sí, esta mañana —al ver que la miro con intriga, prosigue. No hace falta que le pregunte lo que quiero saber. Ella lo sabe—. Me dijo que me agradecía lo bien que había cuidado de ti.
No intento disimular mi mueca de desagrado.
Rosa me agarra de la barbilla y me levanta la cara, delicadamente.
— ¿Cuando se te va a ablandar el corazón lo suficiente como para perdonarla?
— Lo que ha hecho no tiene perdón.
— Estaba enferma, Kathy. Aún lo está.
Sacudo la cabeza.
— Me arrebató la vida entera.
A pesar de las semanas que han transcurrido, cada vez que pienso en los años que he perdido me siento como si estuviera al borde de un precipicio.
Rosa me sacude de los hombros, trayendome de vuelta al presente.
— De eso nada. Aún te queda muchísima vida por delante.
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Bajo la misma superficie.
Teen FictionPorque sin sentirse segura de sí misma, sigue siendo ella, con sus defectos y cicatrices, tiene mil razones para continuar y no darse por vencida, a pesar de su situación. Asher Brown, no lo esperaba. Katherine Jones, menos.