La vida es dura
─ ¿Cuánto tiempo piensas seguir de mal humor? ─me pregunta Rosa─. Llevas toda la semana así.
─ Yo no estoy de mal humor ─replico, frunciendo el ceño. Sabiendo que en el fondo no es así.
La forma en la que Asher me rechazó la noche anterior cuando me asomé a la ventana, hace que me sienta como una niña pequeña otra vez. Vuelvo a recordar el por qué dejé de hacer caso al mundo exterior que me rodea. Pero me cuesta volver a mi rutina de siempre con todos los ruidos que me llegan desde fuera. Ahora me fijo en cosas que quizás antes no le daba importancia.
Oigo el viento que agita las ramas de los árboles y el cantar de los pájaros por la mañana. Veo los pequeños rectángulos de sol que se cuelan por los agujeros de la persiana y recorren la habitación dándome a entender que ha empezado un nuevo día. Mirando aquellos rasgos de luz, me doy cuenta de cómo pasa el tiempo. Cuando más trato de separarme del mundo exterior, más empeñado parece en entrar.
─ Llevas varios días leyendo la misma página ─apunta Rosa señalando con la cabeza el libro que me habían mandado a leer uno de mis tutores.
─ Es que es un libro horrible ─respondo con cara de asco.
─ ¿No es un clásico, según el tutor? ─pregunta alzando la ceja pícara.
─ Es horrible. La mayor parte de los chicos son unos idiotas que se tiran el día hablando de perseguir y matar cochinos. Jamás había tenido tantas ganas de probar el jamón.
Rosa se echa a reír, pero se ríe de forma desganada. Se sienta en el baúl a mi lado y me coloca las piernas en su regazo.
─ Cuéntamelo.
Dejo el libro a un lado y cierro los ojos.
─ Preferiría que se marcharán. Antes era más fácil ─consigo mirarla.
─ ¿Qué era más fácil? ─pregunta volteando su cuerpo para mirarme fijamente.
─ Estar enferma.
Me da un apretón cariñoso en el muslo de mi pierna.
─ Eres la persona más fuerte y valiente que conozco ─me acaricia la mejilla─. Está claro que todo esto te agobia, pero saldrás adelante como siempre haces.
─ Yo no estoy tan segura... ─miro para los muslos que aún tiene agarrado por aquel apretón.
─ Yo estoy segura por las dos ─ladea la cabeza y me sonríe tiernamente─. Llevo diecisiete años en esta casa, así que sé de lo que hablo. Cuando empecé a trabajar aquí, pensé que acabarías deprimiéndote ─suspira─. Hubo un verano en el que casi pasa, pero al final lograste salir de ahí. Cada día te levantas y aprendes algo nuevo, encuentras algo por lo que alegrarte, siempre tienes una sonrisa para mí e incluso te preocupas más por tu madre que por ti misma ─vuelve a suspirar y cierra los ojos─. Mi María... ─se deja caer en la pared, abrumada por una serie de sentimientos que no logro comprender─. Mi hija María ─sigue tras unos segundos de pausa─, podría aprender de ti. Tiene todo lo que puedo darle, y aún así, piensa que no tiene nada.
Sonrío apenada. Sé que la mima todo lo que puede y más, pero los adolescentes que llevan una vida normal, no se dan cuenta de lo que verdaderamente tienen. En este caso, María es la chica más afortunada del mundo. No sólo por su madre, sino por el simple hecho de poder vivir la vida sin preocupaciones, sin aparatos que la molesten cada día y hora, y, sin personas a su alrededor cada minuto del día para verificar su salud.
Entonces abre los ojos, y la expresión de pena que tenía se desvanece.
─ ¿Lo ves? ─se inclina de nuevo a su posición inicial─. Ahí está esa sonrisa ─me da una palmadita en el muslo de nuevo─. La vida es dura, mi niña. Pero todo el mundo acaba por hacerse un sitio en ella.
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Bajo la misma superficie.
Teen FictionPorque sin sentirse segura de sí misma, sigue siendo ella, con sus defectos y cicatrices, tiene mil razones para continuar y no darse por vencida, a pesar de su situación. Asher Brown, no lo esperaba. Katherine Jones, menos.