Capítulo 51.

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¿Y tu Asher?

Al día siguiente, Rosa entra en casa. En cuanto me ve, me abraza con fuerza.

─ Perdóname, mi niña. Fue todo culpa mía.

Yo me quedo rígida, tratando de no descomponerme. Si lloro, todo se hará realidad. Tendré que vivir de verdad esta vida. Tendré que aceptar que nunca más volveré a ver a Asher. 

Pero por más que me esfuerzo, no puedo contenerme. Rosa es el almohadón perfecto en el que llorar. Y una vez que empiezo, me paso largos minutos llorando. Su blusa está empapada.

─ ¿Cómo está tu madre? ─me pregunta cuando me he calmado.

─ No me odia.

─ Las madres no sabemos odiar a nuestros hijos. Los queremos demasiados ─se me vuelven a saltar las lágrimas, pero ella las quita con el dorso de la mano─. ¿Y tu Asher?

Niego con la cabeza. Estoy dispuesta a hablarle de cualquier cosa excepto de él. Mi corazón está demasiado lastimado, y quiero conservar ese dolor como recordatorio. No quiero que mi corazón se cure. Porque si lo hace, podría tentarme la idea de usarlo de nuevo.

Pronto volvemos a nuestras rutinas de siempre. Cada día es igual que el anterior e indistinguible del siguiente. 

Una tarde, estoy rematando una maqueta, cuando oigo un rugido seguido de un pitido estridente. Identifico el ruido de inmediato y sé que proviene de fuera.

Me resisto a mirar por la ventana, pero Rosa lo hace y me cuenta lo que ve. Es un pequeño camión de mudanzas. Un par de trabajadores descargan una carretilla, una pila de cajas desmontadas y varios rollos de cinta de embalar. La madre de Asher sale de la casa y habla con ellos. Asher y Amber andan cerca. Según Rosa, no se ve al padre por ningún lado.

Al final, la curiosidad me vence. Me acerco a la ventana y aparto un poco las cortinas para observar. Asher, Amber y su madre entran y salen de la casa a toda velocidad, dejando cajas cerradas y grandes bolsas de plástico para que los trabajadores lo carguen en el camión. Ninguno dice nada, la madre de Asher se ve nerviosa. Cada pocos minutos, Asher se acerca y la abraza. Amber se mantiene a distancia, fumando. 

Intento no fijarme en Asher, pero es imposible. A mi corazón no le importa nada lo que opina mi cerebro. Me doy cuenta del momento exacto en que nota mis ojos posados en él. Se detiene y se da la vuelta. Nuestras miradas se encuentran. Esta vez es diferente a la primera. En su momento, todo eran posibilidades. 

Esta vez, todo eran certezas.

Asher levanta la mano y se despide. Yo suelto la cortina, giro y me apoyo contra la pared. 

Me gustaría retroceder el tiempo hasta el día en que lo conocí. Si pudiera hacerlo, no saldría de mi habitación. Aunque oyera los pitidos del camión en la casa de enfrente, me quedaría en mi baúl crema, entre mis cuatro paredes blancas, leyendo mis libros nuevos. Recordaría el pasado y luego recordaría que no debo repetirlo. 

Bajo la misma superficie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora