Preservativos
Me despierto lentamente, con calma. Miro el reloj. Hemos estado casi una hora dormidos. Apenas tenemos tiempo, y lo malgastamos echando la siesta. Vuelvo a mirar la hora. Nos quedan diez minutos para ducharnos, y otros diez para encontrar el lugar perfecto en la playa desde el que contemplar cómo se apaga el primer y último rayo de sol del día que pasaremos juntos.
Despierto a Asher y voy corriendo a arreglarme. Me meto en el baño y me pongo mi vestido nuevo de talla única. Le vale a todo el mundo porque tiene una falda acampanada y un talle elástico que puede ajustarse a todo tipo de formas y tamaños. Me deshago la trenza y me dejo el pelo suelto. Me miro en el espejo. Los rizos me caen por los hombros y la espalda, tengo la piel dorada y brillante y los ojos me resplandecen.
Soy la viva imagen de la salud.
Al salir del baño veo a Asher sentado en una de las sillas del balcón. Cuando me ve, sonríe con una expresión que encierra algo más que una sonrisa. Vuelve a ser ese Asher familiar y ajeno al mismo tiempo, de mirada penetrante. De pronto, noto cómo todas mis terminaciones nerviosas de mi cuerpo se tensan. ¿Cómo puede hacerme sentirme así con una sola mirada? ¿Tendré yo el mismo efecto sobre él? Me detengo tras pasar por la puerta de cristal y lo miro de arriba abajo. Lleva una camiseta negra que se le ajusta al cuerpo, un pantalón vaquero grisáceo y unas sandalias negras.
─ Ven aquí ─me dice haciendo un gesto con la mano, y yo me hago un hueco en la V de sus piernas.
Él se queda inmóvil. Inspiro el aroma fresco que sale de él y levanto la vista. Sus ojos son ahora de un verde más oscuro. Acerco mis labios a los suyos. Él se pone de pie y me empuja con suavidad hasta que me topo con una mesa a mis espaldas. Antes de que me de cuenta, está pegado a mí y me besa con un gemido. Me abro para que se coloque él más cómodo y nos besamos hasta que pierdo el aliento. Mis manos recorren sus hombros, su nuca, su pelo... No saben dónde parar. Estoy eléctrica. Lo quiero todo, sin dudas.
Él es el primero en apartarse. Nos quedamos de pie, mirándonos jadeantes, con las frentes pegadas. Sus manos aferran mis caderas, las mías están pegadas a su pecho.
─ Kath...
Su mirada es una pregunta, y mi respuesta es sí.
─ ¿Y la puesta de sol?
─ Mañana habrá otra ─respondo, encogiéndome de hombros. Él era mi prioridad en estos momentos.
Al ver su expresión de alivio, no puedo reprimir una sonrisa. Él me empuja suavemente, y los dos atravesamos la terraza y la habitación, sin soltarnos, hasta chocar contra el borde de la cama. Me siento y me levanto acto seguido.
─ Kath, no tenemos por qué hacerlo si no quieres.
─ Sí que quiero. Esto es lo que quiero, Asher.
Él asiente y, cierra los ojos con fuerza como si acabara de recordar algo importante.
─ Tengo que ir a...
Le interrumpo con un gesto.
─ Yo tengo.
─ ¿Preservativos? ─pregunta confuso.
─ Sí ─respondo, notando cómo se ruboriza el cuerpo entero─. En la tienda de recuerdos. En esa tienda tienen de todo.
Él me mira como si tuviera un pequeño milagro ante sus ojos, pero de pronto su sonrisa se convierte en algo más. En un instante, estoy tumbada boca arriba. Las manos de Asher se cierran sobre la tela de mi vestido.
Me pongo de rodillas y le ayudo a sacármelo por la cabeza.
─ Tienes pecas aquí ─anuncia rozando su mano por mi pecho.
Él se quita la camiseta. Cuando se la quita, mi cuerpo se deshace de mi mente y toma el mando. Con las yemas de los dedos recorro las duras curvas de su pecho. Mis labios siguen el mismo camino, saboreando y acariciando. Asher se tumba de espaldas y se queda inmóvil, dejándome explorar. Trazo un sendero de besos desde su pecho hasta los pies, y de vuelta. Apenas puedo resistirme al ansia de morderlo, así que no me resisto más. La presión de mis dientes le hace reaccionar, y toma la iniciativa. El cuerpo me arde en todos los sitios que él toca, y también en los que no toca.
Nos quedamos quietos un momento para mirarnos. Somos labios, brazos, piernas y cuerpos enredados. Compartimos un silencio maravillado acompañado de suaves gemidos, estando juntos y moviéndonos al compás. Estamos juntos y comprendo todos los secretos del universo.
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Bajo la misma superficie.
Teen FictionPorque sin sentirse segura de sí misma, sigue siendo ella, con sus defectos y cicatrices, tiene mil razones para continuar y no darse por vencida, a pesar de su situación. Asher Brown, no lo esperaba. Katherine Jones, menos.