Capítulo 34.

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Los cinco sentidos de Katherine

El teclado de la alarma intenta alertar de mi huida soltando un pitido estruendoso cada vez que marco un número. Me digo a mí misma que es un sonido demasiado inesperado para despertar a mi madre y que, de todos modos, su habitación está muy lejos como para oírlo.

La puerta hermética se abre con un suspiro.

Estoy fuera.

El picaporte de metal está frío y suave, casi resbaladizo. Resulta fácil soltarlo después de abrir, así que lo hago.

Son las cuatro de la madrugada, y el mundo está demasiado oscuro para distinguir sus detalles. Mis ojos solo registran bultos, siluetas confusas que se recortan contra el cielo nocturno. Árbol grande, árbol pequeño, escalones, jardín, sendero empedrado que lleva a una puerta baja. Una puerta.

Camino por el jardín de la casa de Asher. El aire está colmado de aromas; flores, tierra, el miedo que sale de mí. Lo respiro mientras tiro piedras pequeñas contra su ventana, intentando llamarle con mis pensamientos.

Asher está delante de mí, asombrado. Poso mis labios en los suyos sin decir nada. Al principio se resiste, rígido y perplejo, pero de pronto deja de hacerlo. Me aprieta fuerte contra él. Una de sus manos está en mi pelo y la otra me aferra por la cintura.

Sabe justo como recordaba.

Bajo la misma superficie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora