Punta Cana
Mi madre se detiene en el marco de la puerta de mi habitación. He vuelto a decirle que esta tarde prefiero estar sola.
─ Hola, cielo.
─ Siento faltar a nuestra cita, mamá. Es que no me encuentro del todo bien.
Ella se acerca de inmediato y me toca la frente.
─ Es un malestar mental, no físico ─aclaro. No puedo quitarme de la cabeza la imagen de la chica misteriosa con la mano apoyada en el hombro de Asher.
Mi madre asiente, pero no retira la mano hasta estar segura de que no tengo fiebre.
─ ¿Querías algo? ─pregunto, para acabar la conversación cuanto antes. Necesito estar sola.
─ Yo también tuve tu edad, y fui hija única como tú. Me sentía muy sola. La adolescencia se me hizo muy dura.
─ No es que me sienta sola, mamá. Es que lo estoy. Son dos cosas muy diferentes.
Ella da un respingo al oírme, pero no se marcha. Se remueve moviendo algo que lleva a la espalda y, con la mano libre, me acaricia la mejilla hasta que la miro a los ojos.
─ Lo sé, corazón ─murmura, y luego vuelve a llevarse la mano a la espalda─. Tal vez este no sea un buen momento para hablar. ¿Quieres que me vaya?
Siempre es tan razonable, comprensiva... No soy capaz de enfadarme con ella.
─ Quédate ─respondo doblando las piernas para que se pueda sentar a mi lado─. ¿Qué tienes ahí escondido? ─pregunto intentando mirar sobre sus hombros, por si veo lo que tiene.
─ Te he traído un regalo. Pensé que tal vez te ayudaría a sentirte menos sola, pero ahora no estoy muy segura de que lo consiga.
Entonces saca una fotografía de detrás de su espalda, y el corazón se me encoge al verla. Es una foto vieja familiar posando en una playa de aspecto tropical. El sol acaba de esconderse tras nosotros; quién hiciera la foto activó el flash, dejando ver un atardecer precioso.
Mi hermano agarra a mi padre con una mano, y con la otra sujeta un caballo de peluche marrón. Es casi una versión en miniatura de mi madre, con el mismo pelo rizado y oscuro y los mismo ojos negros. A su lado, mi padre va vestido con una camisa de estampado y unos pantalones cortos vaqueros. Estrecha los hombros de mi madre con un brazo, como si quisiera pegarla a él lo máximo posible. Mira directamente a la cámara.
Mamá lleva un vestido estampado de flores rojas. Tiene el pelo húmedo, con mechones pegados a la cara. No lleva maquillaje ni joyas. Parece otra versión de la madre que se sienta ahora a mi lado, una versión que vive en un universo alternativo. Parece mucho más cómoda en su piel que la que está encerrada en esta habitación conmigo. Me sostiene en brazos y, en vez de mirar a la cámara como mi padre y mi hermano, me mira a mí con una sonrisa radiante.
Es la primera vez que veo una foto de mí misma fuera. Ni siquiera sabía que había fotos.
─ ¿Dónde estábamos?
─ En México. El sitio favorito de tu padre era Punta Cana ─responde, apenas en un susurro─. Sólo tenías cuatro meses y aún no sabíamos por qué estabas siempre enferma. Esa foto es de un mes antes del accidente.
Me llevo la foto al pecho y la abrazo. Los ojos de mi madre se llenan de lágrimas que no llegan a caer.
─ Te quiero. Más de lo que te puedas imaginar.
Se equivoca. Sí que puedo imaginármelo. Siempre he sentido como su corazón se expande para proteger al mío. Aún siento la forma en que me acunaba hasta dormirme, los besos que me daba en la mejilla cada mañana. Y yo le devuelvo todo ese amor. No puedo imaginarme el mundo al que ha renunciado por mí, porque no sé cómo es ni cómo se siente.
No sé cómo expresar lo que siento, así que le digo que yo también la quiero. No es suficiente, pero tendrá que bastar.
Cuando mi madre sale de la habitación, me acerco al espejo, me pongo la foto al lado de la cara y comparo mi rostro de ahora con el de la foto.
Las fotografías son una especie de máquinas en el tiempo. Me ayuda a creer que mi habitación se desvanece poco a poco hasta que me encuentro en la playa, rodeada de amor y de brisa salada.
Más tarde, 21:08 ...
Asher ya está esperándome en la ventana cuando yo me asomo a la mía. Al verme, escribe en letras bien grandes.
COMPAÑERA DE LABORATORIO.
Y yo le respondo con gestos que no estoy celosa.
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Bajo la misma superficie.
Teen FictionPorque sin sentirse segura de sí misma, sigue siendo ella, con sus defectos y cicatrices, tiene mil razones para continuar y no darse por vencida, a pesar de su situación. Asher Brown, no lo esperaba. Katherine Jones, menos.