Viaje exprés
─ Kath, sé razonable. No podemos irnos a México.
─ ¿Por qué no? Ya he comprado los billetes de avión y he reservado un hotel.
Estamos sentados dentro de su coche, en el camino de entrada. Asher mete la llave en el contacto, pero no la gira.
─ Estás de broma, ¿verdad? ─pregunta, observando mi expresión a la espera de que me eche a reír en cualquier momento. Al comprobar que no lo hago, sacude la cabeza─. México está a miles de kilómetros de aquí.
─ De ahí que tengamos que ir en avión ─respondo orgullosa de mi plan y de tenerlo todo preparado.
Él hace caso omiso.
─ ¿Hablas en serio, Kath? ¿Cuándo planeaste todo esto? ¿Cómo? ¿Por qué?
Al ver que no respondo, se inclina y apoya la cabeza en el volante. Finalmente cedo y se lo cuento.
─ Lo organicé todo anoche, pagando con mi tarjeta de crédito, porque quiero ver el mundo.
─ ¿Tienes una tarjeta?
─ Desde siempre. Mi madre siempre ha tenido una cuenta aparte para mí. En su momento pensaría en mi futuro.
Asher levanta la cabeza, pero aún no se vuelve para mirarme.
─ ¿Y si te pasa algo?
─ No me pasará nada. Estoy tomando la medicina, Asher. Sé que funciona.
Él cierra los ojos con fuerza y agarra la llave.
─ No sé si eres consciente de que aquí, en el sur de España, hay mundo de sobra.
─ Me gustaría salir de España ─me encojo de hombros.
Recorre con la mirada la fachada de su casa y gira la llave para arrancar.
─ ¿Cuánto tiempo estaremos fuera?
─ Dos noches.
─ De acuerdo ─me agarra la mano y le da un beso rápido─. Vamos a salir de España.
A medida que nos alejamos de su casa, el humor de Asher mejora. Al menos, esta excursión le servirá como excusa para liberarse unos días de la carga que supone su familia para él. Además, en México, vamos a ver a Isaac, un viejo amigo suyo de cuando vivía en Madrid. Se fue a México de nuevo, porque él era de allí.
─ Isaac te gustará seguro ─anuncia sonriente.
─ Me va a gustar todo ─sonrío.
No vamos directamente al aeropuerto. Nuestro vuelo no sale hasta las siete de la mañana, y antes de irnos quiero hacerle una visita a alguien.
Estar en el coche de Asher es como viajar en una burbuja muy ruidosa y rápida. Él se niega a abrir las ventanillas, y aprieta un botón del salpicadero para que no entre el aire de fuera. Las ruedas hacen un ruido desagradable y tengo que hacer un esfuerzo para no llevarme las manos a los oídos.
Aunque Asher asegura que vamos despacio, a mí me da la sensación de que avanzamos a una velocidad inhumana. Hace tiempo, leí en algún sitio que los pasajeros de los trenes de alta velocidad ven borroso el paisaje de fuera. Yo sé que no vamos tan deprisa como ellos, ni mucho menos, pero aún así, no consigo que mis lentos ojos se fijen en nada de lo que pasa al otro lado de las ventanillas. De vez en cuando, aminoramos la marcha lo suficiente para ver los pasajeros de los otros vehículos.
Adelantamos a una mujer que menea la cabeza hacia los lados y da palmadas en el volante. Cuando ya la hemos perdido de vista, caigo en la cuenta de que se estaba moviendo al ritmo de una canción. Dos niños que viajaban en la parte trasera de otro coche me sacan la lengua y se ríen. No sé qué se supone que hay que hacer en estos casos, así que no reacciono.
Al cabo de un rato, Asher aminora la velocidad, hasta que se vuelve mucho más humana y sale de la autopista.
─ ¿Dónde estamos?
─ Me has dicho que vive fuera de la ciudad.
La mente me zumba por el esfuerzo de mirarlo todo al mismo tiempo. Asher recorre algunas calles más y acaba por frenar delante de un edificio de dos pisos en forma de U, con un patio interior adornado con una fuente.
Se desabrocha el cinturón, pero no hace ademán de salir del coche.
─ No puede pasarte nada ─anuncia serio.
Me inclino hacia él y le agarro una mano.
─ Gracias ─es lo único que me sale decirle, no encuentro las palabras adecuadas.
Me gustaría decirle que si estoy fuera es por él, gracias a él. Por su culpa. El amor ha hecho que me abra al mundo. Antes de conocerle, yo era feliz. Ahora, sin embargo, estoy viva. Son dos cosas muy diferentes.
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Bajo la misma superficie.
Teen FictionPorque sin sentirse segura de sí misma, sigue siendo ella, con sus defectos y cicatrices, tiene mil razones para continuar y no darse por vencida, a pesar de su situación. Asher Brown, no lo esperaba. Katherine Jones, menos.