III. CABOS SUELTOS

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No se esperaba al rey todos los días

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No se esperaba al rey todos los días.

Lyzanthir sintió la tensión desde que el caos se desató en la madrugada, su madre se desmayó de la impresión y su padre saltó fuera de cama tan rápido como fue recostado en ella horas antes, y aun sin descansar Lord Ekher Enneiros no había parado de gritarle a sus funcionarios y guardias desde que la noticia sobre el escape del Vhert Morta llegó.

Pero por mucho que ese hombre estuviese fúrico, al único que no podía gritarle era al rey de Fulgur.

Lyzanthir fue testigo de ver su semblante cambiar tan pronto el soldado anunció su llegada. Las puertas de la sala de reuniones se abrieron y el rey de Fulgur, Eleutheria Aubriot, entró seguido de su sequito de personas que no eran más que Phoenix Astra y un guardia real, que a diferencia de los soldados de los Enneiros iban con la cara descubierta.

El rey Eleutheria era mayor, las canas pesaban en su cabello y los años de la experiencia brillaban en cada arruga, sin embargo ese día en especial se veía incluso más joven que Phoenix. A él la vida parecía haberle corrido décadas en una sola noche, y todos en esa habitación sabían la razón detrás de las ojeras, los ojos rojos y el rostro hundido. A esas horas, todo Fulgur y quizás toda Paream ya lo sabía.

Se pusieron de pie a su llegada, le presentaron una reverencia y un hombre de mediana edad miembro del consejo de La Fosa le señaló su asiento al rey. Estaban todos alrededor de una mesa redonda, Lyzanthir se mantenía al fondo, en una de las sillas fuera de la mesa junto a Venia, quien a su lado no había dicho ni una sola palabra desde que la reunión comenzó. Se veía tan abatida y destruida, con el maquillaje corrido. Lyzanthir aún tenía marcas de ese maquillaje en los hombros de su camisa.

—Señores. —bramó el rey, enderezándose al tomar asiento —. Espero que tengan respuestas para mí sobre lo que pasó esta madrugada.

Las palabras del rey tensaron el ambiente.

El joven miró hacia su padre, le vio dudar, pálido y hundido en su silla. Tan solo negó.

—Lamento tener que decirle que nadie lo sabe con exactitud, Su Majestad. —Contestó Lord Enneiros —. Es imposible que haya podido escapar por su cuenta, al parecer tuvimos una brecha en la seguridad y-

—¿Al parecer? —Interrumpió el rey, arqueando una ceja— ¿Una brecha de seguridad en el sistema más seguro de toda Paream?

—Así es, señor.

El rey hizo un gesto, indicándole que continuara.

—Amaría saber los detalles, Lord Enneiros.

—Se nos fue informado esta mañana de la presencia de un cadáver en un prostíbulo de la zona baja, hace unas horas se confirmó que era uno de nuestros soldados, uno de los guardias del nivel inferior, tuvo turno todos estos días. Creemos que alguien contactó con el Vhert Morta dentro de su celda y silenció al único que lo sabía —explicó el general —. Que le ayudó desde adentro a escapar, es la única forma. Tenemos en custodia a todos los que participaron en el juicio hasta que esto tenga una respuesta.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora