XXIV. Malagradecido

408 62 92
                                    

Neil era un despreocupado, bromista y un coqueto de manual,  Lyzanthir lo comparó con los hombres que vivían yendo a por él en las tabernas o las fiestas, pero aunque Neil pagó las cervezas el coqueteo jamás fue con Lyzanthir, sino con la pelirroj...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Neil era un despreocupado, bromista y un coqueto de manual, Lyzanthir lo comparó con los hombres que vivían yendo a por él en las tabernas o las fiestas, pero aunque Neil pagó las cervezas el coqueteo jamás fue con Lyzanthir, sino con la pelirroja voluptuosa que iba de aquí para allá llevando cervezas y ron, habían botanas que se veían realmente bien y que Neil también pidió solo porque Lyzanthir las miró de más. Él quería hablar con la chica, Lyzanthir comer algo.

Se sentaron en una mesa al fondo de la taberna, Neil subió los pies sobre la madera manchando de lodo la superficie y otra de las meseras le miró con mala cara, pero no se acomodó. Lyzanthir aprovechó el momento para respirar hondo, con la cabeza fresca lejos del Vhert morta... al menos del suyo, era más fácil pensar. Azryeran le nublaba los pensamientos, y últimamente a su lado era tan complicado aclarar las ideas, la herida lo había desestabilizado tanto que sólo ahora a momentos de tenerlo por fin vivo, Lyzanthir se podía permitir pensar.

Y había tanto que pensar.

Solo que no sabía por dónde empezar.

—¿Cómo has podido soportarlo? —preguntó Neil de pronto, señalando el pasillo que llevaba a la oficina.

Lyzanthir parpadeó, rompiendo su concentración y miró hacia Neil, la cicatriz en su rostro era muy llamativa, imposible pasarla por alto, pero tenía su encanto de cierto modo, cruzaba todo su lado derecho de forma algo grotesca y le daba un toque a ese ojo impar que lo hacía reconocible como un renacido de Nuestra Señora. A diferencia de Azryeran, Niel daba menos terror, intimidaba un poco menos solo por su actitud descuidada. Lyzanthir se encogió de hombros.

—No lo hago —admitió.

Neil se echó a reír por lo bajo, con la boca contra la cerveza.

—Nadie lo hace —dijo Neil —. Hueles a magia y a muerte, a corrupción. Apestaste este lugar apenas pusiste un pie aquí, Elysandria lo notó también.

—¿Acaso todos aquí van a poder notarlo? —preguntó con cierta desgana. —. ¿No puedo pedir un poco de privacidad para mi esencia?

—Solo somos nosotros.

Lyzanthir miró hacia él, tomando de su cerveza.

—Aquí, en Alandor, en toda Alandor, solo somos nosotros tres —explicó con una encogida de hombros —. Vhert Morta, quiero decir. Se nota que quieres preguntarlo. Pero no, no hay más, tendrás privacidad.

El rubio entornó los ojos y bebió un trago.

—Wow, que alivio saber eso...

En el centro de la taberna, alguien explotó en risas y alegría, la música volvió a alzarse, un bardo tomando la iniciativa mientras un hombre de piel bronceada le metía una nalgada a un chico al que se arrastró hacia su regazo.

—¿Es común eso de reunirse muchos Vhert Morta? para mí suena como una anormalidad tener a tres en el mismo sitio.

—Es una anormalidad. Somos como los peces beta, nos matamos entre nosotros si estamos en la misma habitación, mira a Ely y a Az —bromeó Neil. Bebió su trago y el alcohol salpicó la mesa con un gesto —. No te hagas historias, Madre lo ordenó. Luego nos caímos demasiado bien. Y después sucedieron... cosas.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora