XII. EL OLVIDADO

529 83 99
                                    

Las islas de Bravaria no eran visibles a la distancia aunque el capitán dijese lo contrario y alabara su belleza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las islas de Bravaria no eran visibles a la distancia aunque el capitán dijese lo contrario y alabara su belleza. Las barcazas ya estaban listas para bajar, cargadas de hombres dispuestos a salir rumbo a la isla más cercana, con sus armas ocultas y subiendo uno a uno ignorando el bamboleo del barco entre las aguas mansas. Eran pocos tripulantes quienes acompañarían al capitán Az por las provisiones, se suponía que debía ser un viaje rápido: comprar y volver. No podía salir mal.

Lyzanthir, sin embargo, no confiaba en la capacidad del Vhert Morta para controlar que las cosas no salieran mal. Aun así, no pensaba acompañarle.

El elfo insistía en lo mala idea que era ahora que ambos eran personas buscadas, lo más ideal era enviar solo a sus hombres ¿Qué asuntos tenía Azryeran fuera del barco? Ninguno debía ser más importante que mantenerse libre y con bajo perfil, pero parecía no verlo igual y Lyzanthir ni siquiera había tenido tiempo para pensar en...en todo, básicamente. Desde su despertar, tenía la cabeza hecha un caos del que no podía deshacerse, como una gran bola de hilos enredados que por el momento se veía imposible de desentrañar por el simple hecho de tener a un estúpido gato jugando con los hilos cuando lograba deshacerlos. El gato era Azryeran.

Qué molesto.

Lyzanthir apretó la mandíbula en un gesto déspota, la cabeza lo estaba asesinando en duras pulsaciones y el sol inclemente en su mayor cénit no ayudaba a que su humor mermase, todo le dolía. La pesada bolsa de monedas en sus manos parecía contener piedras en lugar de plata y oro, aunque más pesaba el libro que cargaba entre sus brazos. El elfo caminó hasta el capitán mientras éste continuaba dictando órdenes para abordar a las pequeñas barcas, hubo una sonrisa de dientes expuestos cuando éste le reconoció y tras un momento, Lyzanthir creyó que diría algo estúpido, pero en su lugar dijo algo más:

—Esa no es cara de que vas a venir.

—Dije que no iré —anunció Lyzanthir, estampando el libro y la bolsa de monedas sobre el pecho del capitán —. Esto es lo que tenemos en las arcas, hice lo que pude. Si sabes ahorrar, obtendrán lo suficiente para unas buenas lunas ¿entendimos?

—Ahorraría más si vinieras...

—No —dijo Lyzanthir con firmeza —. No es prudente. He anotado un par de cosas que necesito.

No permitió que Azryeran emitiera respuesta, Lyzanthir le dio la espalda y cortó la conversación en ese momento, dejándole con la palabra en la boca pero una sonrisa divertida que, para suerte de ambos, no demostraba molestia.

El elfo prefería no estar bajo el sol que lastimaba su piel y empeoraba el dolor de cabeza, así que salió de cubierta y se dirigió a su camarote dónde sabía que Venia le esperaba. Prefería tenerla ahí, vigilada, aún esposada, pero segura porque nadie iba a atacarla por la noche, primero tendrían que pasar por encima de él. Claro que se estaba arriesgando demasiado con ella, pero a esas alturas tenerla a su lado era lo más sensato.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora