XV. Intercambio equivalente

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Sintió el cosquilleo mucho antes de despertar

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Sintió el cosquilleo mucho antes de despertar. Desde entonces, todo se sentía demasiado y Lyzanthir era incapaz de ignorarlo, solo dejarse caer en esa espiral de locura y satisfacción a la que no deseaba renunciar.

Cuando bajó la mirada, serpientes reptaban entre sus piernas, se deslizaban con delicadeza mientras una cabeza estaba perdida entre sus muslos, siseaban junto a los suaves suspiros de Sadiki que trabajaba experto sobre su erección. Lyzanthir cerró los ojos y se dedicó a disfrutar, bajando la mano para entrometerla entre los mechones de cabello y las serpientes inquietas. Se le enroscaron en la muñeca, y si su primer pensamiento alguna vez fue la de temer por ser mordido, no pasó, al menos había perdido el miedo desde aquella noche, y ahora solo disfrutaba de la sensación de las escamas deslizarse sobre su piel.

Sadiki también tenía escamas. Repartidas por distintos puntos de su cuerpo, Lyzanthir descubrió que compartir cama con una Gorgona era una experiencia única por su parte, la textura de su piel era única, su lengua viperina hacía magia, sus serpientes siempre estaban atentas y en compañía, y Sadiki por si solo era un adorador benevolente y complaciente, como si Lyzanthir fuese una deidad a la que admirar y por la que se desvivió en complacer. Y esa misma mañana, mientras la boca del pirata trabajaba sobre su erección, con la luz de los soles colándose por los tablones de madera, se dio cuenta de que se había perdido un mundo por no hacerlo antes.

El barco aun no despertaba del todo, intuía que la tripulación debía de estar aún fundida a negro en los brazos de los sueños, tenía ganas de levantarse de la cama y ordenar a gritos que fueran más rápido, como si sus gritos fuesen a mejorar las corrientes de aire que movían las velas. Pero Sadiki era un poco más relevante, la mamada matutina era más importante por ahora. Al menos así lo veía su mente nublada, cada caricia se multiplicaba por mil, y mientras el calor quemaba en su vientre y sus piernas temblaron cuando el orgasmo comenzó a formarse, Lyzanthir lo separó de un empujón para subirse sobre él. Seguían totalmente desnudos, y él continuaba resbaloso y estirado, así que fue fácil el dejarse caer sobre Sadiki hasta estar completamente lleno y comenzar a moverse en busca de una liberación para ambos.

Tenía una cara bonita, Sadiki demostraba el placer con todo su cuerpo, en expresiones dulces que le arrebataban el aliento y le subían el orgullo, porque fuera de esa habitación, Lyzanthir jamás le había visto hacer una expresión. Observó el placer en su rostro y esbozó una sonrisa de satisfacción, saltando sobre él con violencia, sus nalgas chocando sin descanso sobre la pelvis contraria, y, deleitándose con placer, Lyzanthir le rodeó el cuello con las manos.

Le cortó el aire sin aviso previo, las serpientes fueron quienes se alzaron inquietas, pero Sadiki no se alteró, sus caderas encontraron las de Lyzanthir en esa salvaje demostración de lujuria y tras unas bestiales embestidas, ambos cayeron agotados, manchados de semen y sudor.

Lyzanthir se dejó caer sobre la cama y Sadiki lo atrajo a su cuerpo por inercia, no le había preocupado ni la sangre de la otra noche, ni la suciedad que se pegaba húmeda y asquerosa a sus cuerpos justo ahora.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora