XIV. Sangre y vida

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Algo se pegó a ellos en esa habitación

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Algo se pegó a ellos en esa habitación.

Ahí, en la oscuridad y rodeados de muerte, Lyzanthir supo que no estaban solos. El vello de la nuca se le erizó tras una fuerte brisa que le heló la sangre y el Vhert Morta alzó la mirada como un perro al reconocer la llegada de su amo.

Quizás porque eso es lo que estaba pasando.

Sus ojos se vieron perdidos en la oscuridad infinita, demasiado drogado y extasiado como para no hacer otra cosa, una sonrisa se ensanchó en su boca y tembló, causándole un escalofrío a Lyzanthir. Azryeran siguió algo con su mirada, le vio ir de un lado de la habitación a otro y paró solamente en los cuerpos muertos de la habitación, como si alguien estuviera tomando ese recorrido y él fuera el único capaz de verlo.

Lyzanthir retrocedió al darse cuenta, alejándose del cuerpo que el acababa de matar e ignoró cuanto pudo el dolor que se extendió por su pecho, consciente de la magia que había usado sin pensarlo...para salvar a un hombre que no podía morir. A un cadáver andante. Pero habían demasiadas cosas en su cabeza como para estar pensando con claridad, la confesión, la promesa, la magia y el dolor, la sorpresa de Azryeran y su momento de duda... ¿Quién era 'La serpiente plateada' y por qué Az había reaccionado así?

¿Y por qué diantres le ayudó?

Lyzanthir observó sus propias manos mientras el picor de la magia seguía esparciéndose entre sus dedos, chisporroteaba como millones de luciérnagas, morían una a una, apagándose en chasquidos y tronando en sus oídos. Había matado al chico, la sangre la tenía salpicada sobre él, sus pies pisaron el charco oscuro y trastabilló, herido internamente, algo tiraba de él, insistente, parecido al sentimiento de sus sueños y la manera en la que siempre intentaban arrancarle su poder. Alguien reía. Alguien susurraba. Era lejano, y miró por el rabillo del ojo sin encontrar nada más que oscuridad y los vellos de su cuerpo erizados. Juraba que alguien estaba susurrando algo, inentendible.

No. Si le entendía. No era la primera vez que le escuchaba.

Lyzanthir.

Mío, Lyzanthir.

Con rapidez, viró la cabeza y su cuello pareció tronar al movimiento. Miró a todos lados, incluso a sus espaldas, y no encontró absolutamente nada, solo eran el Vhert Morta y él en esa habitación...al menos vivos. Estaban rodeados de cadáveres, y la cabeza cercenada del muchacho le miraba con los ojos sin vida bien abiertos.

Y entonces vino el dolor.

Cruzó su pecho, arrancándole la respiración. Lyzanthir se llevó la mano hacia el centro, apretó la camisa y ahogó el jadeo cuando sus pies fallaron al mantenerlo estable. El dolor lo obligó a encogerse, y lentamente sintió como sus venas se llenaban de fuego líquido que quemaba todo a su paso, fue imposible pensar, solo podía concentrarse en el dolor que parecía abrirlo de par en par.

Gritó. Se mordió los labios y sus rodillas tocaron el suelo al caer. La voz seguía repitiéndose en su cabeza, una y otra vez...no, no, no estaba ahí: alguien le hablaba al oído. Podía sentir un aliento frío deslizarse por su piel, la reverberación de una voz que si existía pegado a sus oídos.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora