XXII. Espada y Sombra

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Azryeran tomó una botella de licor y bailó entre los cadáveres con un son especial, su gabardina manchada de sangre danzó junto a él, y mientras canturreaba una bonita tonada de su tierra, disfrutó de las súplicas de las dos personas atadas al pil...

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Azryeran tomó una botella de licor y bailó entre los cadáveres con un son especial, su gabardina manchada de sangre danzó junto a él, y mientras canturreaba una bonita tonada de su tierra, disfrutó de las súplicas de las dos personas atadas al pilar principal del salón. Uno era una chica, preciosa de grandes ojos oscuros, el otro tenía la piel oscura y el cabello alborotado, ese era bonito, agradable, probablemente se lo cogería si tuviera otros planes. Podría drogarlo y tenerlo dispuesto, pero así jamás era divertido.

A su alrededor, un mar de cadáveres de soldados decoraban la elegancia de la habitación. Era un caos total, sangre desperdigada por doquier, cabezas aquí y allá, cuerpos muertos y cuervos revoloteando entre las sombras mientras las lunas apenas y entraban por la ventanas de cristales coloridos. Qué lugar más increíble, se dijo el capitán, bebiendo un trago del licor, era whisky del caro, del que bebían los nobles como los dueños de esa casa en Bravaria. Con una sonrisa prepotente en el rostro, Azryeran se giró para observar a los desafortunados, llenos de lágrimas y con los ojos hinchados por el llanto.

—Por favor —suplicó la mujer, retorciéndose entre las sogas que la tenían fija al pilar. Sangre caía por su frente, apetitosa —. Por favor, tenemos dinero, y si no... tenemos-

—No tienen nada que me interese, lindura —canturreó Azryeran, haciendo bailar el licor —. Al menos no nada que puedan darme vivos. Ah, esta mierda es buena ¿la han probado?

—¡Por favor! —chilló, ahogándose con las palabras —. Por favor, yo- ¡El favor divino! ¡Podemos concederle el perdón divino!

Azryeran caminó hasta ellos, se agachó y miró de cerca el rostro lloroso del muchacho, gruesos lagrimones manchaban las mejillas llenas de sangre por los golpes. Se veía hermoso, delicioso, el capitán se relamió, pensando en todo lo que haría con esa cara tan bonita... tomó el rostro del chico con una mano y le acercó la copa de licor a los labios. El muchacho se resistió, negó, y el capitán siseó en provocación.

Le obligó a abrir la boca y beber entre sollozos, botó el licor mientras él sonreía como un desquiciado y la mujer se retorcía por desatarse. Comenzó a oler a quemado, el fuego crepitaba por la fogata, así que le echó una rápida mirada y, tras ver un florero cercano, vació el agua en el fuego para apagarlo.

—Lo siento Feuer, no estás invitado. Solo deidades con cuerpos.

Lanzó el florero dentro de la chimenea, rompiéndolo, y volvió con sus víctimas.

—¿Y tus hijos? —preguntó Azryeran —. Maverick y el otro...

—¡Pudrete! —escupió el hombre. La saliva cayó en las botas de Azryeran.

Entornó los ojos, riendo con prepotencia.

—Ay, ustedes los sangre divina son... ¿Saben? creo que a los que son como ustedes deberían darle otro mote, algo que represente mejor eso de ser tan poca cosa que no pueden soportar el poder de un Dios. Algo como "mierda divina" —burló, chasqueando la lengua —. Que burla. Ni siquiera pueden contra mi, supongo que es lo que puedo esperar de la sangre diluida como ustedes ¿cómo creen que será? para el mundo, quiero decir ¡Pero tranquilos! todo acabará rápido. Solo estamos esperando. Todavía no tengo permiso.

La condena de los malditos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora