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Desperté y eran las siete, hoy es domingo. Voltee a ver a mi lado y ahí estaba mi gata Summer durmiendo, me levanté de la cama y fui al baño, me bañé, me cambié y terminé de alistarme y luego bajé a la cocina.

Esperaba ver a mis padres ahí pero, no, no estaban ahí, quizá fueron al supermercado o a hacer cualquier cosa del trabajo. Pero en fin, decidí hacerme el desayuno.

Después de comer decidí hacer la limpieza ya que los sábados y domingos yo la hago, bueno todos los días, jaja; así que, comenzé a hacerla...

Ya eran las diez y ya había acabado de hacer la limpieza cuando llegaron mis padres.

—Hola, _____, veo que te despertaste temprano —dijo mi madre entrando por la puerta principal con bolsas en la mano que supongo son las del super.

—Ehmm... Si, si me levanté temprano —me acerqué a ella para ayudarla con las bolsas y llevarlas a la cocina.

—¿Y mi padre? —pregunté cuando ya estaba en la cocina mientras urgava las bolsas buscando las manzanas.

—Tu padre está afuera trayendo las demás bolsas —respondió sacando cosas de las bolsas y guardandolas.

—¿Preguntaban por mí? —entró mi padre con más bolsas del super.

—Hola, padre —lo saludé— y sí, yo preguntaba por ti —le di un mordisco a la manzana que tenía en mi mano, mi padre se acercó a mí y me dió un beso en la frente.

—Que bueno que preguntes por mí, porque cuando te cases y te vallas de mi casa ni te vas a recordar de mí —dijo mi padre poniendo las bolsas junto a las otras.

Yo me acerqué a él y lo abracé.

—Claro que me voy a recordar de ti —dije viéndolo a él y él también me miraba y me correspondió el abrazo.

—Espero que así sea —dijo para dejar otro beso en mi frente. Yo le sonreí.

— _____, ¿Puedes ir al super por unas cosas que se me olvidaron? ¿por favor? —me pidió mi madre, dándome una hojita con las cosas anotadas y dinero. Solté a mi padre y le respondí.

—Ok madre, me voy a llevar el auto —le avisé y tomé las cosas e iba a salir de la cocina pero mi padre me detuvo.

—¡_____!, ten las llaves del auto —extendió su mano con las llaves en ella.

—¡Cierto! —le sonreí, las tomé y salí de la casa.

Subí al auto y conduje en dirección hacia el supermercado.

Después de un tiempo conduciendo llegué a mi destino, estacioné el auto, me bajé y me adentré al supermercado, y por supuesto, llevé conmigo un carrito de compras.

Metí al carrito todo lo que mi madre me anotó en el papel y luego fui a pagar, luego de eso salí de allí con las bolsas en mis manos y fui hacia el auto.

Metí las bolsas a la cajuela.

Luego subí al auto y conduje hacia mi casita; cuando llegué, me bajé del auto y también las bolsas.

Y vi que había un auto negro estacionado enfrente de la casa de al apar, parece que alguien se va a mudar a ella; fuera de la casa habían dos señores algo jóvenes, una señora rubia y un señor.

Quizá sólo sean ellos, y deseo que no tengan hijos pequeños, porque no quisiera estar escuchando gritos, llantos, ni peleas de niños, pero creo que no tienen hijos.

Así que no le tomé más importancia, cerré la cajuela y entré a mi casa.

—¡Ya llegué madre! —grité.

—¡Ok hija, estámos en la cocina! —me respondió y fui hacia la cocina.

—Aquí están las cosas madre —dejé las bolsas donde había dejado las demás para empezar a contarle chisme a mis padres.

—Gracias hija —me agradeció mi madre sin voltearme a ver porque estaba cocinando, yo agarré la manzana que había dejado ahí y me la seguí comiendo.

—Madre, ¿Ya te diste cuenta que parece que alguien se va a mudar a la casa de a un lado? —pregunté.

—¿En serio? ¿Y no te alegra que tendremos nuevos vecinos? —preguntó mi madre mientras seguía preparando la comida.

—La verdad... No lo sé, mientras no tengan niños que griten todo el día, no me molesta —respondí, y mis padres rieron por mi comentario.

—Ay _____, tú siempre siendo una doña amargetas —habló mi padre y yo sólo le sonreí— es bueno que alguien se mude a esa casa, ha estado sola por mucho tiempo, desde que nosotros nos mudamos a esta.

—Si, de hecho cuando nosotros nos estabamos mudando a esta casa, las personas de esa casa se estában yendo —mencionó mi madre.

—Y eso fue hace diecisiete años, cuando nuestra pequeña _____ todavía usaba pañales —dijo mi padre suspirando.

—Pero ahora ya es toda una jovencita —mi madre me sonrió y yo le devolví esa sonrisa.

—Si, pero no creo que tengan hijos, solo habían dos señores ahí afuera —les dije.

—¿Y si tienen un hijo guapo que quiera ser novio de nuestra hermosa hija? —mi madre movió las cejas juguetona y con un poco de picardía.

—¡Madreee! —dije quejándome.

—¡Emmaaa! —también dijo mi padre al mismo tiempo que yo.

—¿Qué?, Sólo la estoy molestando, a ver, tú no te quejes —mi madre señaló a mi padre— porque tú y yo —mi madre señaló a mi padre y luego a ella— nos hicimos novios a los dieciséis años, y tú —ahora me señaló a mí— tienes diecisiete años, y no es que yo te esté empujando a tener novio, pero no nos has presentado a un chico, bueno, solo a tu mejor amigo, desde el Kinder, pero sólo te estoy molestando, y si quieres ser novia de el guapo del vecino, está bien, no hay ningún problema —sonrió y se encogió de hombros.

—¡Mamaaa! —volví a decir, de la misma manera.

—¡Emmaaa! —volvió a decir mi padre igual que yo, pero esta vez lo dijo un poco después de mí.

—Ya deja de molestarme, además no sabemos si los vecinos tienen un hijo guapo...

La Casa del ÁrbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora