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Me acomodé el vestido y entonces Aidan volteó a verme y se sentó en la cama a un lado mío.

—Entonces, Tus padres y los míos ya se conocían ¿verdad? —lo voltee a ver.

—Supongo, lo que no entiendo es cómo, si mis padres trabajan todo el día —comentó viendo hacia al frente.

—Quizá trabajan juntos —yo también voltee a ver hacia al frente.

—Y tú, ¿De dónde vienes con tus padres? —voltee a verlo curiosa.

—De Los Ángeles, mis padres se mudaron aquí por su nuevo trabajo, que es mucho mejor que el que tenían —me contó.

—Así que vienes de Los Ángeles, interesante, me gustaría ir —comenté.

—Quizá un día pueda que te lleve —volteo a verme con una sonrisa, yo se la devolví, pero mi vista se dirigió a una esquina del cuarto de Aidan, en la que se encontraba una guitarra.

—¿Tienes una guitarra? —dije viendola, Aidan volteó a verla.

—Si —respondió, se levantó y fue a traerla— ¿no la habías visto antes? —preguntó sentándose en la cama con una ceja alzada.

—Ouh, cierto, ya la había visto, ¿Puedes tocarla? —pregunté.

—Si —respondió y acomodó la guitarra para empezar a tocarla.

Comenzó con unos acordes suaves, yo estaba escuchando y viendo como Aidan tocaba la guitarra, era una melodía muy linda, por un momento me le quedé viendo fijamente mientras la música se apoderaba de mis oídos y de mi mente.

Sinceramente el perfil izquierdo de Aidan es muy lindo, y se ve muy bien tocando la guitarra, pero después me di cuenta de lo
que estaba pensando, y sacudí mi cabeza para que esos pensamientos se fueran, no estoy para que me guste Aidan, es mi vecino.

Aidan dejó de tocar la guitarra y me volteó a ver.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —preguntó viéndome.

—Muy lindo —respondí, y le arrebaté la guitarra— ahora yo —dije acomodando la guitarra.

—¿Sabes tocar guitarra? —preguntó asombrado.

—Ujum —asentí y coloqué mis dedos en las cuerdas de la guitarra y empecé a tocarla y a la vez cantar.

Canté y toqué toda la canción, con una sonrisa en mi rostro, y Aidan solo me observaba dulcemente, sin decir una sola palabra, la canción era alegre y una de mis favoritas, siempre la canto cuando estoy feliz.

Toqué los últimos acordes para dar por terminada la canción, sonreí y voltee a ver a Aidan.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —dije un poquito nerviosa, y sonriendo.

—Hermoso —dijo en susurro audible para los dos viéndome a los ojos— muy hermoso, cantas muy bien, y también tocas la guitarra muy bien —dijo halagandome sorprendido.

Se me quedó viendo fijamente, como si en mí hubiese algo maravilloso, y yo no sabía qué hacer, así que solo le sonreí, se dio cuenta de lo que estaba haciendo, así que volteó para al frente y aclaró su garganta.

—Bueno, eso es todo por hoy, quizá otro día haya otro concierto —me volteó a ver y me quitó la guitarra delicadamente, y la puso en su lugar.

—¿Quieres jugar a algo? No lo sé, ¿un juego de mesa o en el patio? —dijo rascándose el cuello.

—Un juego de mesa —respondí.

—Ok, te ofrezco... —caminó hacia el lugar donde los tenía guardados y los sacó, me los enseñó y elegí: UNO, el juego de cartas, él las repartió y empezamos a jugar...

—¿Tú madre ya sabe que te gusto? —dije interrogante pero a las vez concentrada dejando una carta.

—Si, por eso me llamó para que te trajera conmigo —respondió haciendo lo mismo y concentrado en el juego.

—Uuh, los celos de mi padre casi lo impiden —le comenté.

—¿En serio? —preguntó enarcando una ceja preocupado por la jugada que hice.

—Ajam —asentí— y uno —dije pasiva, dejando una carta en la pila de cartas.

—Rayos —exclamó preocupado, y tomó otra carta, dejó una carta de color verde con el número siete en la pila, y la única que me quedaba era verde con un siete, la dejé en la pila de cartas y dije arrogante:

—Gané.

—Noo —exclamó Aidan dejando sus carta sobre la cama.

—Ya, no llores, esto está aburrido, ¿por qué mejor no vamos a jugar al patio? Vi un frisbee ahí —alzé mis dos cejas pícara.

—Si quieres —dijo recogiendo y guardando las cartas.

—Si, vamos —me bajé de la cama y me acerqué a la puerta y la abrí, salí de la habitación y Aidan salió detrás de mí.

Bajamos al primer piso y nos dirigimos al patio, y al pasar por la cocina la madre de Aidan nos vió.

—¿A dónde van? —preguntó desde allí.

—¡Al patio! —dijimos Aidan y yo al unísono y salimos.

—Mmm... Me encanta el olor a naturaleza —dije encantada al salir, y Aidan soltó unas risitas.

—Pues ya somos dos —comentó.

—Mira allí está el frisbee —le señalé con el dedo y me dirigí a él.

Cuando llegué a donde estaba me agaché para recogerlo, lo agarré y me di la vuelta viendo a Aidan y me posicioné para lanzárselo.

—¡Ahí va! ¡Atrápalo! —le anticipé, él asintió con la cabeza y se posicionó para atraparlo.

Lo lanzé calculando que llegara hasta donde está Aidan, lo atrapó y fue un tiro perfecto.

—¡Ahora es mi turno! —dijo, y yo asentí con la cabeza y una sonrisa en mis labios.

Lo lanzó calculando que llegara hasta donde yo estaba, cuando el frisbee estaba llegando lo atrapé, él también hizo un tiro perfecto.

Y así estuvimos por un tiempo, lanzando de un lado para otro el círculo de plástico color rojo y atrapándolo cada vez que llegaba a nosotros, hasta que a Aidan le tocó lanzarlo y lo hizo mal, el frisbee se fue en dirección a una de las ventanas de los vecinos de al lado, chocando con el vidrio y rompiéndolo a la vez.

—Upsi —dije culpable y me agaché y empecé a gatear hacia la casa.

Pasé a un lado de Aidan y él solo me vio raro por lo que hacía y no se movió, yo seguí gateando.

La Casa del ÁrbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora