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Me quedé un momento en mi cama acostada pensando en lo que sea y cuando de repente recordé que tenía tarea.

Di un grito ahogado y dije:

—¡la tarea! —y me levanté de golpe, y como consecuencia de eso, sentí que todo dio vueltas y caí de cara contra el piso— ¡auch! —articulé adolorida, con la cara estampada en el duro suelo.

Me levanté con ayuda de mis brazos quedando de rodillas, voltee, agarré mi mochila que estaba a un lado de mí, y saqué los cuadernos para revisarlos, revisé cada uno de los cuadernos y no, no tenía tarea, gracias a Dios.

Guardé los cuadernos y me tumbé a la cama con una sonrisa, agarré el control remoto y encendí la televisión, estaba pasando cada canal pero no había nada interesante, iba pasando, y pasando, y sonó el tono de notificación de mi teléfono.

Dejé el control remoto y lo agarré, cuando vi la pantalla, vi que era un mensaje de Noah, lo presioné para ver que era. Cuando me cargó me di cuenta que el idiota de Noah me había tomado una foto con Aidan cuando casi me caigo en el parque, pero Aidan me agarró de la cintura.

Noah me las va a pagar, le hice una videollamada.

—Idiota —fue lo primero que articulé cuando me contestó la llamada.

—Que agresiva, solo es una foto —respondió él, indignado.

—¡Que solo es una foto! Por Dios, Noah, es una foto donde Aidan me está agarrando de la cintura —pronuncié exaltada.

—Lo sé, y se ven taan enamorados —mencionó.

—Claro que no —exclamé.

—Claro que si, acéptalo —me contradijo.

—¿Sabes qué? Nos vemos mañana, adiós, que descanses —me despedí entusiasta.

—Igual tú gruñonsita —se despidió alegre.

Corté la llamada y volví a observar la foto, ¿Realmente nos veíamos enamorados? Pues Aidan y yo solo nos estabamos viendo a los ojos fijamente mientras él me sostenía por la cintura, haciendo que estuviéramos demasiado juntos.

Yo no estoy enamorada de Aidan, es lindo, lo reconozco, y él no está enamorado de mí, solo le gusto, eso es todo, así que no, no nos vemos enamorados.

Apagué mi teléfono y lo dejé a un lado, tomé otra vez el control remoto y seguí pasando los canales, hasta que encontré algo que ver.

Ya había pasado una hora y supe que llegaron mis padres cuando mi madre gritó:

—¡Ya llegamos hija!

Apagué la televisión y bajé con mis padres.

—Hola padres —hablé bajando las escaleras.

—Hola cariño —habló mi madre, un tanto cansada y se dirigió hacia arriba.

—Hola linda —habló esta vez mi padre de la misma forma que mi madre yendo detrás de ella.

—¿Estuvo pesado el trabajo? —pregunté por el cansancio en el tono de su voz caminando detrás de ellos dos.

—Como no tienes idea —respondió mi padre entrando a su habitación y yo entré detrás de él.

—¿Cariño que quieres cenar? —preguntó cansada mi madre mientras se quitaba los tacones— vengo muy cansada y quiero cocinar algo sencillo.

—Ok, entonces, qué tal si pedimos una pizza y cenamos en la sala mientras vemos una película ¿que dicen? —propuse entusiasta.

—Por supuesto —aceptó mi madre— ¿tú qué dices amor?

—Yo digo que me parece perfecto —aceptó mi padre.

Mi padre y mi madre se cambiaron de ropa y bajamos juntos a la sala, encendimos la televisión y nos pusimos a escoger una película en lo que mi padre pedía dos pizzas.

Estábamos esperando las pizzas mientras veíamos Son como niños, la película de Adam Sandler, y que alguien venga y que me lo niegue, pero para mí, las películas de Adam Sandler son las mejores. Mis padres y yo nos reímos por una escena graciosa, pero luego dejé de prestar atención cuando sentí que mi teléfono vibró.

Lo tomé y lo encendí, y tenía un mensaje de un número desconocido. Me metí al chat y decía:

—Hola
—¿Ya estás dormida?

Y luego me llegó otro mensaje que era de Noah diciéndome:

—No te asustes si te llega un mensaje de un número desconocido, Aidan me pidió tu número.

—Está bien —le respondí, vio mi mensaje y ahí quedó.

Luego me fui al otro chat y le respondí a Aidan con una sonrisa en mis labios diciéndole.

—Si, estoy muy dormida.

Y luego de eso tocaron el timbre, señal de que llegaron las pizzas.

—Yo voy —anuncié y me puse de pié y me dirigí a la puerta, la abrí y del otro lado se encontraba un chico con dos pizzas en las manos.

—Dos pizzas de pepperoni para los Jonhson —habló el repartidor con una sonrisa.

—Gracias, Steve —recibí las pizzas— Aquí tienes —le pagué.

—Es un gusto _____ que tengas una linda noche —se despidió, con dulzura.

—Igualmente Steve —le sonreí. El repartidor se fue y yo cerré la puerta.

Si se preguntan, cómo es que sé su nombre, es porque él casi siempre viene a dejarnos las pizzas, desde que entró a trabajar ahí, desde hace como dos años, y él cree que no me di cuenta pero sé que le gusto, lo hice desde el primer momento en el que me vio. Lo noté por el brillo que se le formó en los ojos al verme, y creo que con el paso del tiempo se llegó a enamorar de mí.

Steve es un chico lindo, tanto físico como sentimentalmente. Y me da cosita decirlo, pero para mí no es nada más que el repartidor que me conoce desde hace dos años.

Me dirigí con las dos pizzas en las manos hacia la sala y entré anunciando:

—¡Llegaron las pizzas! —en tono de canto, y las dejé en la mesita del centro, tomé una rebanada y me senté en el sofá.

—¿Fuiste a ver a tu repartidor otra vez? —bromeó mi padre.

Él sabe que le gusto al repartidor, y sabe que él no me gusta a mí, pero aún así me molesta con él. Sé que he dicho que mi padre es sobreprotector, pero con el repartidor no, no sé que es lo que le pasa a mi padre, a veces lo es y a veces no lo es, creo que las tuercas de su cerebro ya no funciona tan bien.

—¿Cómo se te ocurre decir semejante cosa? —hablé con pizza en la boca.

—Sabes que le gustas, ¿por qué no le das una oportunidad?, ¡tendríamos pizzas gratis! —soltó tomando un trozo de pizza.

—Matt ¿Cómo se te ocurre decir semejante tontería? —habló mi madre.

—¿Me estás vendiendo por unas cuantas pizzas? —dije indignada.

Claro que ya no le funcionan ni las tuercas, ni los tornillos, y le falta aceite a los engranajes del cerebro de mi padre.

La Casa del ÁrbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora