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Cuando los voltee a ver, mi madre sonrío y mi padre frunció el entrecejo.

—¿De verdad él está aquí hija? —preguntó mi madre emocionada.

—Si —le respondí temerosa a lo que me pudiera decir.

—Entonces invitalo a comer —dijo mi madre, aún emocionada.

—¡¿Qué?! —exclamó mi padre, y mi madre y yo lo volteamos a ver— el hijo guapo del vecino está aquí y ¿tú lo quieres invitar a comer? —le dijo mi padre a mi madre— y tú ¿por qué lo dejaste entrar a la casa sabiendo que estabas sola y lo dejaste subír a tu casa del árbol? —ahora me habló a mi, como si fuera una niñita de cinco años.

Yo vi a mi madre y después a él, estaba muy nerviosa, no sabía que decir.

—Ya Matt, solo es un chico —se paró delante de él y puso sus dos manos en su pecho para tranquilizarlo— _____ ya va a cumplir dieciocho años, ya tiene edad para tener amigos y amigas —le dijo con una voz tranquilizadora viéndolo a los ojos, mi padre se calmó— además es el hijo guapo del vecino, él es un buen chico —le dijo ya con su voz normal.

—Está bien, pero a dos metros de distancia _____ —hizo un "dos" con sus dedos, y eso hizo que me recordara de la película de a dos metros de ti— pero cuando se vaya nos tienes que decir cuál fue el "incidente" —hizo comillas.

—Ok —sonreí.

—Ve con el chico hija e invitalo a comer, yo limpiaré esto —dijo mi madre comenzando a limpiar mi desastre.

—Gracias, madre —le sonreí— y también gracias a ti padre —me acerqué a él y lo abracé, y él me correspondió el abrazo.

—Está bien, ve con el chico —me sonrió.

Tomé la canastita y salí al patio trasero, caminé al árbol y subí la escalera, cuando entré vi a Aidan sentado en mi escritorio.

—Perdón por tardar —hablé y me volteó a ver y se paró— es que mis padres llegaron y mi padre vió la canasta —se la enseñé— y me preguntó que por qué tenía comida solo para dos personas —lo vi a los ojos— entonces les dije que tú estabas aquí —le dije lentamente, y él sonrió enseñando la hilera blanca y recta de sus dientes.

—Te entiendo, a veces los padres pueden ser así cuando ven que su hija está teniendo contacto con un chico —volteó a ver mi dibujo— pero no importa, luego me encargaré de tu padre —lo dijo en susurro, pero yo lo escuché más claro que la luna, pero hice como que no.

—Perdona, ¿Qué dijiste? —le pregunté con el entrecejo fruncido.

—Ehm... ¿Que si tú dibujaste esto? —se refería a el dibujo que estaba en mi escritorio, me acerqué a él y vi mi dibujo.

—Si, yo lo dibujé —le respondí y lo voltee a ver, y el hizo lo mismo, he hicimos contacto visual.

—¿Por qué no mejor nos comemos lo que traje? —dije nerviosa cerrando mi cuaderno, estabamos a treinta centímetros lejos.

—Si, si, está bien —dijo rascándose el cuello, él también estaba nervioso.

—¿Está bien sentarnos aquí en la alfombra? —le pregunté señalandola.

—Si, no hay problema —asintió

—Ok —dije yo en bajo y nos acomodamos en ella, saqué los dos platos y le di un sándwich de los dos que había preparado, también serví limonada para él y para mí, todo eso fue en silencio.

—Oh, se me olvidaba —hablé derrepente y lo vi a la cara— mi madre me dijo que te preguntara que si querías comer con nosotros, así que ¿Quieres comer con nosotros? —pregunté.

—¿Me estás invitando a comer a tu casa después de haberme dicho que me jodiera allá afuera en tu patio? —preguntó divertido, yo solté unas risitas.

—Si, sí te estoy invitando a mi casa después de eso —dije entre risitas.

—Ok, mis padres no están en mi casa, o quizá ahora si, pero si les digo que estoy contigo no se molestarán —me dijo él.

—¿Por qué? —pregunté seria viéndolo a la cara mientras comía mi sándwich.

—¿Por qué, qué? —dijo confundido.

—¿Por qué tus padres no se molestarán si se enteran que estás aquí? —pregunté otra vez de la misma forma.

—Mhm... Porque... Porque eres nuestra vecina —dijo y le dió un mordisco a su sándwich, creo que se puso nervioso, ¿Por qué?

—Ok —vi mi sándwich— y ¿Qué te gusta hacer por las tardes? —lo vi a él.

—Mhm... —vió a otro lugar pensando— tocar guitarra, sí, tocar guitarra —ahora me vió a mí— y ¿a ti? —preguntó.

—A mí me gusta venir en las tardes a mi casa del árbol y dibujar, pintar, o hacer cualquier cosa —le respondí viéndolo a los ojos.

¿Por qué diablos no puedo dejar de verlo a los ojos?, durante todo el tiempo que estado con él lo he visto como más de seis veces, es que su color verde tiene algo que me atrae hacia ellos...

—Suena divertido hacer cualquier cosa —sonrió mostrando los dientes, y yo sonreí con la boca cerrada— yo un día tuve una casa del árbol —mencionó viendo toda mi casita— pero la tuve que dejar cuando nos mudamos —me vió a mí— y después a esa casa se mudaron unos señores que eran muy gruñones —arrugó la nariz y reí— y la destruyeron.

—¿Eso pasó cuando te mudaste aquí? —señalé el suelo de mi casa.

—No, pasó cuando tenía ocho años, la casa la tuve cuando tenía cuatro y la perdí cuando tenía ocho —mencionó.

—Lo siento por tu casa —dije.

—No importa, ya la superé —rió y yo también reí.

—Creí que no podías sonreír —me dijo dulcemente y sarcásticamente viéndome a los ojos.

—Bueno, es que, no lo hago con todos —desvié mi mirada al suelo e intenté ocultar mi cara porque estoy muy segura que me sonrojé.

—Y ¿Por qué no?, Si te ves muy linda cuando lo haces —seguía viéndome.

—Lo sé y no lo hago para que no se me queden viendo como lo haces tú ahora —lo voltee a ver, y se sonrojó, demasiado diría yo.

La Casa del ÁrbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora