17.Verguenza

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Jean se removió inquieto, cuando se sintió observado. No era una mirada de peligro, pero su incomodidad no se iba. Abrió los ojos para toparse con el rostro sonriente del señor Arlert.

—¿Tuviste una noche difícil? —el señor Arlert le regaló una sonrisa calmada—vine cuando te escuché llorar, pero pude ver que Armin manejo bien la situación. Pensé que no querías más espectadores.

—Lo siento—Jean susurro, intento levantar la mano, pero cuando se fijó que Armin la tenía bien sujeta.

Jean se había quedado dormido de costado, pero tenía la mano de Armin aun apresada. Se sintió mortificado.

Sintió como sus mejillas se sonrojaban y apretó sus dientes un poco más fuertes. Quería tanto escapar, como también esconderse en un lugar pequeño.

Aún no hay peligro real, ¿Por qué tengo tantas ganas de escapar?

—No hay por qué disculparse niño—El señor Arlert negó mientras se acercaba, y despeinaba el cabello de Jean—llorar no tiene nada de malo, estás seguro aquí. Nadie se burlará porque lloraste.

Jean asintió, pero aún no podía mirar a los ojos al señor Arlert. Se estaba mordiendo los labios. Volvió a sentir la caricia del señor Arlert.

Lo escuchó suspirar divertido.

—Tengo que irme a trabajar. Dejé rodajas de pan y huevos para que los preparen. Me temo que no puedo quedarme para preparar les algo. Armin sabe preparar huevos. Pero si tienen más hambre pueden ir con la señora Yeager.

—¿Señora Yeager? —Jean levanto la vista, aun podía sentir sus mejillas rojas, pero eso le llamó la atención.

—¿Abuelo?

No es como si estuvieran siendo silenciosos, por lo que Armin despertó adormilado. Mientras fregaba con la mano desocupada su ojo para despertar más.

—Tengo que irme temprano Armin, —El hombre sonrió y acaricio el pelo de su nieto—deje estofado para que almuercen. Hay huevos para el desayuno. Pero si quieren algo más pueden ir donde la señora Carla. Después le pagaré lo que consumiste.

—Está bien abuelo. Que tengas un buen día—Armin bostezó y volvió a recostar su cabeza en la almohada—vamos Jean, aun es temprano, durmamos.

Jean miró con duda. Se sentía confundido.

¿Se supone que debería volver a holgazanear? ¿Mientras señor Arlert trabajaba?

—Duerme niño. Aún es temprano—el hombre se levantó con una mirada cansada—los niños deben descansar.

—Pero... Podría ayudar. —el hombre lo miró con algo de tristeza.

—¿Qué te parece si cuidas la casa? Eso me ayudaría mucho—Jean miró titubeante—me ayudaría mucho que fueran a buscar un poco de leña.

—Puedo hacer eso—Jean asintió. Queriendo salir de la cama, pero el abuelo de Armin lo detuvo. También Armin que había despertado un poco para mirarlo enfurruñado.

—Jean vuelve a la cama. Tengo sueño—la voz infantil de Armin hizo que Jean se pusiera tenso. Incluso si se veía... Inofensivo porque aún tenía sueño, su voz sonaba un poco demandante.

—No hagas enojar Armin, Jean—el abuelo de Armin dijo divertido—Hazle caso. Ve a dormir. Pueden hacer eso después del mediodía.

Jean aún se sentía mal por no poder hacer nada. Pero asintió porque, como Armin sujetaba la mano de Jean con fuerza, le hizo darse cuenta de que el niño no lo iba a dejar ir.

Brillo en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora