Capítulo 8: Nunca

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Aunque desde que fichó por Ferrari vivía en Italia, iba a Inglaterra siempre que tenía consulta con su psiquiatra, Madeleine, la cual llevaba casi tres años ayudándole. Ella había sido una pieza clave para su desarrollo personal, y tenía claro que sin sus terapias y sus consejos seguiría siendo el mismo desgraciado.

Aquel día, cuando salió de la consulta, le esperaban su primo y su mejor amiga, como siempre lo hacían. En una situación normal, volarían a Italia juntos para pasar unos días en casa y en la fábrica y luego volarían a Miami para la próxima carrera. Pero no era una situación normal. Aquella vez, hicieron una parada en Mónaco, puesto que Carlos tenía un plan en mente.

- ¿Seguro que esa es la dirección? - Preguntó Lucía mirando el GPS una vez más.

- Que sí - asintió con cansancio Caco, que se estaba enervando por culpa de su novia y de su primo.

- ¿Falta mucho? - Preguntó Carlos por su parte.

- Aquí dice que dos minutos - respondió la mujer con emoción. - ¿Estás totalmente seguro de esto?

- Segurísimo - afirmó el piloto de Ferrari con una sonrisa.

- Si sucede cualquier cosa, me llamas. Te recogeré enseguida - dijo su primo con preocupación.

Quería confiar en aquel plan, pero también debían tomar ciertas precauciones por si algo malo ocurría o por si algo salía mal.

- Vale - murmuró Carlos con seguridad.

Había estado hablando con Maddie del tema, y lo cierto era que se sentía muy seguro de sí mismo después de su charla. Sabía qué tenía que decir y sabía cómo tenía que actuar. Ser él mismo, pero con moderación. Hablar las cosas. Aclararlo todo.

Estuvo los siguientes minutos inquieto, zapateando en el asiento trasero del coche, mirando por las ventanillas del coche las casas y bloques de apartamentos que iban pasando, preguntándose cuál sería su destino. Se adentraron en un barrio de casas adosadas preciosas con jardines delanteros y traseros. Los que vivían ahí eran mayoritariamente personas bien situadas económicamente. Su corazón se agitó cuando Caco se detuvo frente a una de esas casas, y se mordió el labio, dudando por un momento.

- Aquí es - anunció el hombre que portaba gafas. - Es para hoy, primo.

Carlos suspiró, tratando de calmar los nervios, y salió del coche. Caminó hasta la verja del jardín, que se abría con facilidad, y cuando puso un pie en el césped, se giró para despedir con la mano a la pareja. Los dos le sonrieron desde el coche y se marcharon con él. El español respiró hondo y entró por completo en aquel jardín, cerrando la verja al pasar. Caminó por el corto camino empedrado hasta estar frente a la puerta.

- "Residencia del Sr. y la Sra. Norris" - leyó en voz alta y suspiró otra vez.

Tocó en el timbre y se metió las manos en los bolsillos, mentalizándose de lo que iba a hacer. No tuvo que esperar demasiado, porque ante él se presentó enseguida una chica joven que conocía a la perfección. Morena y de ojos verdes. Encantadora y arrebatadoramente hermosa.

- ¿Carlos? - Dijo realmente sorprendida. - ¿Qué te trae por aquí?

- ¿Está Lando? - Preguntó sin rodeos.

- Sí, sí, claro. Pasa - se hizo un lado para que el mayor se adentrara en la casa y cerró la puerta mientras lo guiaba. - Está viendo una serie en el salón - señaló una puerta corredera y sonrió. - Estaré arriba por si me necesitáis.

Mandy tuvo que apartarse, porque quería lo mejor para Lando, y sabía que lo mejor para él, era aquel apuesto español. Aunque cada día le dolía más y más, su esposo sólo sería feliz con Carlos, y no sería ella quien se interpusiera entre ellos o quien impidiera la felicidad del ojiverde. Porque lo quería, lo quería de verdad, y prefería verlo feliz que ser feliz ella misma.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora