En cuanto tocaron en la puerta, Lando se levantó de aquel sofá como un resorte, sintiendo que se le aceleraba el corazón ante la perspectiva de que era Carlos el que seguramente lo esperaría al otro lado. Abrió tratando de parecer tranquilo, y fueron esos ojos color café los que le recibieron con un brillo especial que, aunque no era nuevo para él, era tan especial como la primera vez que se lo notó al español.
Se sonrieron mutuamente y los dos se echaron un vistazo. Carlos llevaba el mismo estilo de ropa, camisa y pantalones cortos, pero su camisa era blanca y sus pantalones negros. Los dos habían optado por algo sencillo, y sin embargo, los dos no podían dejar de pensar en lo guapo que estaba el otro.
- Te ves genial - dijo el inglés, tomando al mayor por la nuca y besándolo sin pudor alguno.
Ahora nadie los veía, y las ganas que tenía de probar esos labios de nuevo, lo estaban matando, así que no se pudo resistir. El beso fue breve, pero intenso. Uno con ganas de verdad; las ganas de quien ya no se resiste a sus sentimientos y deseos.
- Parece que alguien tiene hambre - se burló Carlos al separarse del británico.
- Muchísima - asintió el joven mordiéndose el labio y echando una mirada al cuerpo del otro. - ¿Tú no?
Ambos compartieron una mirada cómplice, una que nunca antes habían intercambiado, y esa conexión les agradó bastante. La tentación de mandar a la mierda la cita y follar en esa misma habitación pasó por la mente de los dos pilotos, pero la desecharon por un sencillo motivo: tenían verdaderas ganas de tener una cita, de tener una noche que fuera especial, que fuera suya; algo que fuese más que sexo.
Lando cogió su teléfono y su cartera, donde había guardado el condón de Lucía le había dado, y al fin se dispuso a salir del cuarto para acompañar a Carlos a dondequiera que hubiese planeado.
El trayecto hasta el destino fue tranquilo, conversaron de una cosa y de otra, de las noticias, del trabajo, de todas aquellas trivialidades en las que se escudaban para no hablar de cosas más profundas. Iban andando por la acera, riendo y bromeando, como en ellos siempre había sido normal. No necesitaban mucho para pasárselo bien juntos. Carlos era muy gracioso a ojos del inglés, que era una persona muy sencilla para hacerle reír. La combinación perfecta.
A Lando le dolía la barriga de reír, y al español empezaban a dolerle las mejillas por sonreír tanto, mientras la ilusión se avivaba en su corazón. Quería que el joven viera lo que le había preparado, tenía muchísimas ganas de estar a solas con él y demostrarle cuánto lo había echado de menos con sus besos.
- ¿Adónde vamos? - Preguntó el inglés al ver que el mayor se dirigía a la playa.
- Tú sígueme - respondió el castaño tomando su mano.
La oscuridad los envolvió, pero la luna y las estrellas los iluminaron lo suficiente hasta que, a lo lejos, Lando vislumbró unas lucecitas. El corazón le latía deprisa, pues el romanticismo siempre había sido su debilidad. Por eso no halló las palabras cuando llegaron a una gran toalla en la que había velitas y, en el centro, una neverita de playa.
- ¿Esto es como... un picnic? - Inquirió sonriendo tontamente.
- Algo así - asintió Carlos, que sonreía orgulloso, aunque en realidad estuviera muerto de los nervios.
El corazón se le detuvo cuando vio cómo los ojos del pequeño se cristalizaban y cómo el labio le temblaba. Estaba conmovido. No podía gestionar esa sensación tan bonita que hacía tantísimo que no sentía. Llevaba años solo, y por genial que fuese Mandy, el amor que necesitaba nunca lo había sentido. Pero ese sencillo detalle hacía que su alma se rompiera en llanto, porque ahora el que necesitaba ser amado y rescatado, era el ojiverde.
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2# Voraces || Carlando
FanficVoraz: 1. Dicho de una persona que come mucho o con mucha ansia. 2. Que destruye o consume rápidamente. 3. Que consume con deseo muy intenso. // Segundo libro de la Bilogía Indecentes. // Fecha de publicación: 10 de diciembre de 2022. // Fecha de fi...