Capítulo 21: Heridas

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Caco

Miré en dirección a la puerta que acababa de abrirse, en un máximo estado de alerta, y me relajé al ver que no era más que otra enfermera que pasa por esa ala del hospital. Eran las cinco y media de la mañana, no había pegado ojo y estaba a la espera de una simple pero tardía noticia.

Mis tíos habían estado turnándose durante toda la madrugada para estar con mi primo, que seguía inconsciente y sin dar señales de estabilidad. Mi tío Carlos estaba ahora dentro, mientras Reyes había ido a por cafés para todos.

A pesar de la insistencia de mis padres, yo había permanecido allí en el hospital, sin separarme de la puerta en la que, tras ella, yacía mi primo pequeño Carlos. No podía dejar de pensar que era mi culpa, que mi primito necesitó ayuda y no estuve para él cuando verdaderamente me necesitaba. Yo siempre lo había cuidado y protegido, y ver que aquella vez no había podido, me dolía. Me dolía porque, sí, lo quería como si fuera mi propio hermano.

Bostecé, sintiendo mis párpados pesados, pero me obligué a seguir despierto. Bajé mi vista hacia mi novia, la cual dormía tendida a lo largo de las sillas de la sala de espera, con su cabeza apoyada en mis piernas. Había llorado bastante, y no me sorprendía. Su amistad con mi primo era muy fuerte. Incluso yo había llorado, en realidad, y eso que no era de lágrima fácil. Aunque había procurado no llorar delante de ella. Ver así a su mejor amigo desde la infancia le había afectado más que a mí, o eso pensaba yo al principio, y uno de los dos debía ser el fuerte.

El nudo que tenía en la garganta era imposible de deshacer. Temía por la vida de mi primo, de verdad lo hacía. La idea de perderlo hacía un día era tan impensable, tan lejana... Que me daba miedo al verla tan cerca ahora. No sabíamos qué había pasado, no sabíamos qué secuelas le quedarían. Para empezar no sabíamos ni si saldría de esa. Estábamos a la espera de que nos dijeran si ya estaba fuera de peligro, además de estar esperando los resultados de una prueba que confirmaría lo que más nos aterraba después de perderle: lo habían violado. Sólo de pensarlo se me revolvía el estómago y deseaba vomitar con todas mis ganas. El pequeño y dulce Carletes sufriendo algo así... No se lo merecía por nada del mundo.

Mi tía apareció en la sala, cafés en mano, y tras darme uno entró en la habitación donde mi primo estaba ingresado, sin decirme nada. Ella era la que más hundida estaba. Al fin y al cabo, se trataba de su hijo. Lo más normal del mundo era que se sintiera así.

Le di un sorbo a la bebida caliente que humeaba entre mis manos, y aunque me quemé un poco la lengua, al tragar sentí una extraña sensación de alivio. Tenía la garganta seca, no sabía muy bien por qué, así que aquel líquido fue un verdadero regalo. Si no fuera por la situación de mierda en la que me encontraba, me habría sabido a gloria.

Me sobresalté al empezar a oír unas voces provenientes de la habitación de mi primo. Me levanté con cuidado de no despertar a mi chica y me acerqué a la puerta, sin ser tan precavido como debería. No me dio tiempo a escuchar nada porque mi tío salió hecho una furia. No me miró siquiera y se largó, cosa que, aunque no le di importancia, no había sido del todo amable. Pero no lo iba a culpar. Los nervios estaban a flor de piel y la tensión era asfixiante. El miedo y la ansiedad que debían de sentir los dos era más que comprensible, así que no, no iba a juzgarles por pelearse o por ser ariscos.

Entré en el cuarto titubeando un poco. No sabía qué escena me iba a encontrar dentro y no sabía si sería tan fuerte como para soportar ver a mi primito mal de nuevo. Sólo recordar el momento en que me bajé de la camioneta y lo vi, cubierto de sangre... Se me helaba el cuerpo y se me ponían los bellos de punta, además del desagradable nudo en la garganta que se me formaba. El miedo que me daba perderlo se materializaba en un sabor a regusto metálico, que no abandonaba mi boca por más que quisiera.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora