Capítulo 13: Besos Callados

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El paddock lo recibía como era costumbre, con cámaras y fans a su alrededor que lo único que querían era un momento de atención, pero él, hoy, tenía ganas de otra cosa distinta. Casi se moría esperando a que llegara el Gran Premio de Miami, y por primera vez se alegraba de que fuese un simple y aburrido miércoles. Todo por algo muy sencillo; lo iba a ver otra vez.

Lando caminaba decididamente, con Mandy a su lado, como siempre, y los dos se dirigían hacia el motorhome de McLaren. Los ingleses habrían querido verse con los españoles antes, pero los otros no habían podido por culpa de unas grabaciones de anuncios de Ferrari y otras tonterías propias de la escudería.

En cuanto el ojiverde dejó sus cosas en su cabina, miró a su esposa con una mirada que ella empezaba a conocer muy bien y que, a pesar de todo, le gustaba. Y no era otra mirada que la de un Lando ilusionado; ilusionado por amor.

- Vete tranquilo, yo te cubro - le dijo la joven al piloto, guiñándole un ojo.

- Eres la mejor - respondió besando su frente y yéndose casi corriendo.

Ella se rio un poco y miró con una pequeña sonrisa como él se iba. Verlo feliz era oro para la británica, pero a veces le pesaba en el corazón que no fuese ella el motivo de su alegría. Apartó enseguida ese sentimiento, queriendo aferrarse únicamente a lo positivo, que era que Lando, su Lando, estaba feliz como un niño, y esa sonrisa valía la pena.

Nadie supo cómo, pero el británico encontró enseguida la forma de localizar al español. Puede que tuviese un sexto sentido, uno que siempre le llevaba hasta él... Y a nadie le sorprendería mucho que ese hecho fuese una realidad.

Lo vio en la cafetería de Ferrari, junto con Rupert, y no dudó en entrar para saludarlos a los dos. A pesar de que lo único que quería era besar a Carlos, se contuvo y se conformó con ver el brillo en los ojos del madrileño, fruto de su llegada.

- Hola, chicos - saludó el joven sentándose junto al mayor sin esperar a que lo invitaran.

- Me alegra verte, Lando - dijo Rupert sonriéndole con honestidad.

- Igualmente - sonrió el que de nuevo parecía un niño dulce y risueño.

Casi parecía un alma inocente otra vez.

- ¿Cómo estás, ángel? - Preguntó el castaño en voz baja, sin poder contener una boba sonrisa mientras miraba a aquel hermoso chico de cabello rizado.

- Bien. Tenía ganas de verte - confesó haciendo un pequeño puchero con sus labios.

Carlos sonrió y apartó la mirada. Mierda, ya iban a empezar los problemas y los impedimentos. Se moría por besarlo, por abrazarlo y hundir la cara en su cuello, por colmarlo de besos y decirle que lo quería y que lo había echado de menos cada día que no habían estado juntos; y no podía. Por las circunstancias y porque temía ir demasiado deprisa. Le resultaba tan difícil fingir después de todo... Maddie había sacado al verdadero español de debajo de la armadura que se había construido, y ahora era incapaz de volver a actuar como antes. Ya no era capaz de mostrarse neutral o indiferente, no con Lando.

- Yo también tenía ganas de verte - susurró al fin el de ojos castaños, acariciando la mano del británico bajo la mesa.

- Empiezo a sobrar, ¿no? - Intervino el entrenador del madrileño entonces, que miraba con cierto alivio la escena.

Él también había echado de menos a Lando y a la hermosa pareja que hacía con Carlos. Dudaba que, de todos los que sabían que había existido esa relación, alguien pudiera no querer que estuviesen juntos. Porque eran magia pura, sólo había que verlos. Sus ojos al mirarse decían todo lo que las palabras no podían. Y cualquiera podía darse cuenta si le ponía el empeño necesario y los observaba desde el ángulo adecuado.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora