Capítulo 32: En Brazos Del Otro

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En cuanto se fundieron en un abrazo, ambos sintieron que respiraban mejor y más tranquilos. El inglés sonrió inconscientemente en el momento en que vio al español desembarcar, y aunque su esposa no parecía tan contenta porque se iba a quedar sola, también se alegró.

- Me alegra verte, Bambi - susurró el mayor de los dos.

- Igualmente, gafotas - respondió Lando entre risas. - Gracias por venir.

- Si no venía, Carlos me manda a Pekín y me deja abandonado allí - bromeó separándose del abrazo. Miró a Mandy y le sonrió dulcemente. - Hola.

- Hola - respondió avergonzada. No era capaz de mirar a los ojos al hombre sin sentirse culpable. - Yo...

- No te preocupes por nada, en serio - dijo el de gafas. - Todo queda zanjado.

- ¿Estás seguro?

- Sí - asintió tranquilamente. - No soy rencoroso.

- Mentira - intervino el piloto.

- ¡Hiciste trampa!

- ¿Cómo se hace trampa al ping pong? - Se rio Lando, enfureciendo al español.

- No lo sé, pero no vuelvo a jugar contigo a eso - declaró muy indignado.

Mandy escuchaba con diversión la discusión de los dos hombres. No podía evitar sentirse culpable al ver a Caco, pero ver que él no parecía molesto con la situación, le calmaba de cierto modo.

- Deberíais iros ya o perderéis el vuelo - advirtió la joven entre el caos de su disputa.

- Cierto - le dio la razón Oñoro, sonriendo. - Un placer haberte visto de nuevo, Didi, espero que te vaya bien en Mónaco.

- Igualmente, Caco. Suerte en Italia.

Se dieron un abrazo y luego la chica se abrazó a su esposo con fuerza. No quería despedirse, no quería alejarse de él, por mucho que sufriera viviendo en un quiero y no puedo, su vida con el inglés era cómoda y amena. 

- Te voy a echar de menos - confesó ella en voz baja.

- Y yo a ti - concordó el piloto. - Te quiero.

- No me digas eso porque duele - rogó la inglesa.

- Será la última vez que lo diga - dijo separándose. - Espero que te vaya bien.

- Lo mismo digo - se secó una lágrima y les sonrió. - Buen viaje, chicos.

Y tras un par de palabras más, Caco cargó con sus maletas y las de Lando y caminaron hacia la sala de embarque, teniendo claro que una nueva etapa de sus vidas estaba a punto de comenzar.




Sus ojos examinaron con detenimiento la que ahora sería su habitación. La que compartiría con su prometido. Es que joder, aun no lo asimilaba. El cuarto era amplio, luminoso, parecía sacado de una de esas revistas de inmobiliarias de lujo. Bueno, lo más probable es que estuviese sacado de ahí, porque Carlos no tenía ni un pelo de pobre.

- Es una habitación bonita - comentó distraídamente, mirando la amplia cama. - Carlos me dijo que no había estado con nadie en los tres años que estuvimos separados - añadió, pensativo.

Se preguntaba si el español habría llevado a alguno de sus ligues a su casa, si lo habrían hecho en esa cama. Le resultaba extraño pensar que sí, que esa cama que compartiría con él ya habría sido usada por otros. El inglés era un pelín celoso, pero no tanto, y se sentía algo estúpido por molestarse por ello.

- A ver... - Caco suspiró y dejó la maleta del inglés en la cama. - Desde que Wilson le dijo que tenía un problema con el sexo, se relajó bastante. Juraría que el primer año tras vuestra ruptura ni siquiera se besó con nadie - admitió Oñoro, haciendo memoria. - Ha estado con unas cuantas mujeres, tres o cuatro, rollos de una noche en alguna fiesta. Pero no ha tocado a ningún chico - dijo en cierto tono de relevancia, como queriendo decir algo.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora