Capítulo 26: El Accidente

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Cruzó las puertas a la carrera, ganándose miradas extrañadas de las demás personas que estaban en la recepción del hospital. Había una cola frente al mostrador, pero le daba igual, se la saltó y se puso el primero ante las protestas de los demás.

- Señor, tiene que...

- ¿Dónde está Lando Norris? - Inquirió sin darle tiempo a terminar la frase.

- Haga cola como el resto - dijo un hombre.

Carlos se giró y lo fulminó con la mirada de modo que el hombre se encogió sobre sí mismo y tragó saliva, intimidado.

- ¿Dónde está? - Repitió, mirando a la mujer mayor que parecía ser una enfermera. - Soy Carlos Sainz y me han llamado porque soy su número de emergencia. Quiero verlo - exigió con poca delicadeza.

La mujer, viendo la histeria y el miedo de aquel español de graciosa pronunciación, olvidó los turnos y las colas y buscó en su ordenador. No tardó en dar con el nombre del chico que le había dicho, pues hacía menos de tres horas que había ingresado en urgencias.

- Ahora está en la planta dos, en quirófano, pero debería salir pronto. Le han asignado la habitación 15, en la planta tres.

Carlos no dio gracias ni se despidió, sino que echó a correr escaleras arriba. No le servía de nada correr, pues no podría verlo si estaba en quirófano, pero necesitaba estar lo más cerca suyo que le fuera posible. Y no respiraría tranquilo hasta sentir sus latidos.

Llegó a la planta dos jadeando, y vio a un médico salir de una de las salas operatorias. Se acercó corriendo, y el doctor lo miró raro, pero no hizo preguntas.

- ¿Lando está ahí? ¿Está bien?

- ¿Norris? Sí, están terminando de coserle. Parece estable, aunque sigue estando grave - informó brevemente. - ¿Quién eres?

- Carlos Sainz, su... - titubeó un poco. - Es complicado, pero soy su contacto de emergencia.

- Puede esperar en la habitación mientras lo llevan, y después quedarse con él si quiere. Su médico te dará el informe de las heridas.

- Está bien, gracias.

El doctor se marchó y Carlos tuvo que respirar hondo una vez más. Subió las escaleras y fue hasta la habitación 15. No podía hilar dos ideas seguidas, su mente sólo podía pensar en su chico, en su Lando, en su ángel. Debía estar bien, debía sobrevivir. 

Se sentó en un sillón y se llevó las manos a la cabeza, tirándose del pelo. Nunca había sabido qué era estar al otro lado; siempre era él el herido por el que todos se preocupaban. Ser quien rezaba por la vida de otro era algo nuevo, y ojalá no tuviera que volver a estar en ese lado de la tragedia. Prefería la herida antes que perder al amor de su vida.

Tras lo que pareció ser una eternidad, un par de enfermeros, acompañados de un médico, entraron en la habitación empujando una camilla. Carlos se levantó como un resorte, pero mantuvo la distancia mientras aquellos funcionarios hacían su trabajo. Lo conectaron a todas aquellas aparatosas máquinas, y el español, tenso y aun preocupado, observó con desolación el respirador que llevaba su chico, ese que no le quitaron al terminar todo.

No podía acercarse, no podía ni mirarlo. No quería verlo en ese estado, se negaba. Pero debía hacerlo. Por él, por sí mismo, y por los dos.

La pareja de enfermeros se marcharon, y el doctor al fin se dirigió hacia Carlos, que tenía la mirada perdida y el rostro hundido en una mueca de absoluta preocupación.

- ¿Eres familiar suyo? - Preguntó, escéptico, pues su parecido con aquel paciente era nulo.

- Soy su contacto de emergencia - murmuró, apático.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora