2# Voraces || Carlando

Capítulo 7: Una Última Curva

- Siento haber tardado tanto.

Carlos frunció el ceño.

- ¿Haber tardado tanto en qué? - Inquirió bastante confuso.

- En darme cuenta de que tú y yo somos tan caóticos como inevitables.

Cuando abrió los ojos, un estremecimiento desagradable lo recorrió. La culpa y el agrio sabor de la derrota.

Se levantó de aquella cama que no era la suya y empezó a vestirse, desolado y sintiéndose como el ser humano más asqueroso del mundo. Había sido un cobarde cuando debió haber sido valiente. Sabía que debería haber ido tras él y decirle lo que quería decirle, y no mirar derrotado cómo se iba. Porque eso había hecho.

No había corrido tras él a rogarle que se quedara. No. En cambio había visto cómo se marchaba y había ahogado esa ansiedad follándose a otro hombre. Literalmente había dejado ir su mayor oportunidad de estar con Carlos en años. Pero el pánico le venció. El pánico y la vergüenza. ¿Cómo tendría los huevos de correr a rogarle después de que lo pillara liándose con un desconocido? Habría que ser un desgraciado y un cabrón para eso.

Cuando salió de aquella habitación de motel, miró su teléfono. Era Mandy.

Mandy: He visto a Carlos salir llorando de la fiesta
Mandy: ¿Qué ha pasado?

Esos eran de las doce.

Mandy: ¿Dónde te has metido?
Mandy: ¿Qué has hecho, Lan?

Y esos eran de dos horas después. El inglés suspiró frustrado y respondió al fin, a pesar de que fuesen las 3AM y seguramente ella durmiese ya a esas alturas.

Lando: La he cagado otra vez
Lando: Pero esta vez de verdad
Lando: Soy un puto imbécil...

A pesar de las horas que eran, la chica respondió enseguida.

Mandy: Te quiero en la habitación ya
Mandy: Y quiero que me lo cuentes todo
Mandy: ¿Oído? TODO
Lando: No te preocupes, ya voy

Apagó su teléfono y se frotó los ojos. Si no se mataba él solo, su mujer le mataría cuando le contara lo ocurrido. Y tampoco es que fuera a culparla por enfadarse.

Esa vez no sabía cómo saldría de aquel marrón.

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- ¡Eres un puto gilipollas de mierda Lando Norris! - Chilló ella dándole un cogotazo bien merecido.

- ¡Ey! - Se quejó él frotándose la nuca. - Tampoco te pases.

- ¿Que no me pase? Debería castrarte ahora mismo por estúpido y por promiscuo - le riñó con severidad. - ¿En serio tienes los huevos de besarte con otro y encima acostarte con él sabiendo que Carlos te ha visto?

- Se ve que sí.

- ¡Yo te mato!

- ¿Quieres hacer el favor de calmarte? Dios.

Ella respiró fuertemente por la nariz, realmente enfadada. Tenía que escuchar las lamentaciones de su esposo para que luego el muy imbécil la liara así. Las ganas de matarlo eran totalmente reales a esas alturas.

- ¿Pero a ti que te pasa? - Prosiguió ella, sin entender el comportamiento del inglés.

- Me dio miedo, yo que sé...

- Gilipollas.

- Gracias - rodó los ojos y suspiró. - De verdad que lo siento, Mandy.

- A mí no me tienes que pedir perdón - negó ella con cansancio.