Capítulo 22: Susurros Y Secretos

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No había sabido nada de él aparte de lo relacionado con las carreras. En realidad, lo prefería así. Bueno, no, lo que prefería era estar con él en ese preciso instante, besando sus labios y diciéndole "te amo" hasta quedarse sin aliento. Sin embargo, estaba en el garaje de McLaren, viendo en qué la había cagado en aquel GP que acabó con un DNF suyo. El inglés no estaba para pensar en nada, pero era su trabajo.

Aunque al español no le había ido mal. Un tercer puesto era más que decente. Pero él tampoco estaba para tonterías. Los dos pilotos estaban jodidos, tanto por lo ocurrido entre ellos como por las situaciones a su alrededor.

Lando apenas hablaba con Mandy, no podía. Porque sus planes eran demasiado horribles como para que ella los pudiese entender. Y no quería mentirle. Su forma de evitarla estaba consiguiendo que ella se sintiera culpable y pensara que estaba enfadado con ella, pero no era eso ni de lejos. Simplemente tenía otras muchas preocupaciones a la mesa.

Y Carlos estaba más dividido que nunca. Su lealtad se la debía a Oñoro sin duda alguna, pero sus sentimientos no podían decidirse entre quién apoyar. ¿Caco o Lucía? No lo sabía. Para él todo era culpa de Mandy. Ella siempre sería la culpable de todo. Prefería señalar a la inglesa antes de ver la realidad. Puede que nunca hubiese oído aquella frase que decía:

"Es mejor una verdad dolorosa que una mentira agradable".

Para él aquello no tenía demasiado sentido. Para él sólo existían las verdades dolorosas y las mentiras más dolorosas aun. Con los años había conseguido cambiar eso, pero cuando cierto británico se le cruzaba, perdía los papeles y retrocedía en el tiempo. Y la culpa era únicamente del español, que de todos sus traumas y todas sus inseguridades, las únicas que no quería solucionar eran las que tenían que ver con Lando.

El joven piloto de McLaren no podía decir lo mismo. No había sanado en esos años. No había avanzado. Estaba más roto a cada día que pasaba. Y después de su reciente pelea con Carlos, se sentía verdaderamente perdido. No tenía rumbo, no tenía hogar, y mucho menos tenía fe. ¿Qué estaba haciendo con su vida? ¿Adónde se dirigía? ¿Cómo podría alcanzar a la escurridiza felicidad cuando todo remaba en su contra? Lo veía todo oscuro. Y como siempre hacía, (gran error), quiso anteponer a los demás antes que a sí mismo. Quizá algún día se diera cuenta de que llevaba veintidós años haciéndolo y nunca le salía bien.

Estaba hablando con su ingeniero cuando lo llamaron. Solía dejar el teléfono en silencio, pero llevaba todo el fin de semana esperando que alguien en concreto lo llamara, así que no pudo quedarse quieto. Miró su teléfono y tuvo que fingir serenidad cuando vio de quién se trataba.

Educadamente, se excusó y se encerró en el baño más cercano. No quería que nadie lo molestara o lo escuchara.

- ¿Qué tienes? 

- ¿Del señor White? Nada. Pero tengo algo nuevo - dijo con cierto deje divertido. - Tiene que ver con tu amiguito Max Fewtrell.

La ilusión que sintió el chico fue tan intensa como efímera. Por un segundo pensó que tenía alguna información importante, pero parecía ser que no.

- Henry, no quiero chismes de Max. Lo que quiero son pruebas de lo que hace Alan - bufó, exasperado.

- No encontramos nada - protestó.

- Tienes hasta el martes para hacerlo. Después se acabó.

- Pero...

- Ni peros ni nada. El martes nos veremos - suspiró y se pellizcó el puente de la nariz. - Se me ha acabado el tiempo.

- ¿Por qué? ¿Pasa algo que yo no sepa? - Inquirió enseguida el joven detective.

- No, Henry, no te preocupes. Son cosas mías - susurró con la vista perdida. - Hasta el martes - dijo con intención de colgar.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora