Capítulo 41: Redención

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Salió de la oficina del gestor echando humo. No sabía por qué le enfadaba tanto aquello, pero le enfadaba, y se enfadaba más consigo mismo mientras más lo pensaba. ¡No debería enfadarse! Y cuando se daba cuenta de que no le sorprendía, más se enfadaba, maldita sea. ¿Por qué no podía dejar de pensar en lo enfadado que estaba? Enfadar, enfadar, enfadar. Ese verbo resultaba redundante y repetitivo en su cabeza.

- Maldita sabandija asquerosa - masculló tras mucho andar y llegar frente a su tumba. - ¡Ni muerto dejas de joderme, hijo de puta! - Le gritó a la lápida, apretando los puños.

Respiró hondo, tranquilizándose. Se quitó la pesada mochila que llevaba y se sentó en la tierra, apoyando la espalda en la lápida. Cerró los ojos y pensó en las pautas que su psicóloga le había dado para sobrellevar aquellos ataques de ira que tan frecuentemente tenía cuando se trataba de su padre. Recordó también las palabras de Maddie.

- A veces, las personas se van antes de que podamos decirle lo que sentimos, pero hay otros modos de hablar con ellos cuando ya no están.

El inglés echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en la parte superior del trozo de mármol que era la tumba de su difunto padre, mirando hacia arriba, hacia el cielo.

- Sé que no estás ahí arriba, cabroncete, pero me siento menos estúpido hablándole a un muerto si me quedo mirando el cielo - inició, suspirando. - Me jodiste la vida pero bien, ¿sabes? Aunque gracias a ti mi psicóloga y mi psiquiatra se ganan el sueldo. De todos modos... No sé, quiero creer que, ahora, mientras en el infierno te torturan de cualquier modo, te arrepientes de todo lo que me hiciste. De gritarme, de pegarme, de humillarme, de hacerme daño de todos los modos que sabías. ¿Sabes lo cruel que es apalizar a un niño de cinco años por ser disléxico? Creo que no, pero es cruel de cojones, papá - le dio unas palmaditas al suelo, sonriendo. - Estarás bien a gusto ahí, espero. 

<<También espero que la abuela haya bajado a verte y a darte a ti una paliza por lo que le hiciste a ella. Jamás te lo perdonaré, que lo sepas. Que tú me odiaras no te daba derecho a hacerle daño a ella.

<<Al menos, me tranquiliza saber que yo también bajaré contigo. Si Dios es homófobo, por homosexual, y si no, por asesino. Me da igual. Pero quiero verte. Unos años de tortura quizá te saquen algún lo siento. Y si no, te partiré la boca, como tú hiciste conmigo a los nueve años. ¿Recuerdas aquello? - Se rio amargamente. - "Los hombres no lloran como niñas". ¿Te sentías más macho pensando eso? Porque para mí un hombre que le pone una mano encima a un niño, no es hombre ni es nada. Pero cada quien tiene sus creencias, supongo.

Suspiró de nuevo, acomodándose en la tumba. Conforme hablaba y sacaba toda la rabia que sentía, mejor se encontraba, más en paz. Pero la sacaba de poco a poco, porque no quería ponerse a chillar ni a llorar. Adam no merecía su ira ni sus lágrimas, sólo su desprecio y su indiferencia.

- Te has lucido con eso de no ponerme en el testamento. ¿Era tu última jugada maestra? Pues te ha servido, porque he querido sacarte del ataúd para matarte otra vez. La mitad de la fortuna que tienes, esa fortuna con la que pagaste todas tus deudas, salieron de mi matrimonio con Mandy, y ni así me tomaste un poco de estima. Pero no te preocupes, soy el triple de rico que tú y tampoco iba a aceptar la herencia, iba a renegar de ella. En realidad, me lo has puesto todo muy fácil. Ya no hablarán de mí como el hijo que odiaba a su padre y que no aceptó la herencia, sino que hablarán de ti como el desalmado padre que no añadió a su hijo en el testamento. Muchas gracias.

<<Me estoy cansando de hablar. Si tengo que recordarte todas las putadas que me hiciste desde que tengo memoria, no termino, así que prefiero decirte que no me arrepiento de lo que hice. Soy tan feliz desde que tú no vives en este mundo que resulta preocupante. Bueno, es preocupante, pues es un rasgo de psicopatía, pero Maddie me ha evaluado y no supongo un riesgo para la sociedad, fíjate tú qué bien. Ni volverme loco de verdad has sido capaz - se levantó, se sacudió la tierra del pantalón y se acercó a su mochila, sacando lo que había traído. - Una última cosa, papi - agarró con firmeza el mazo, asegurándose de que no hubiese nadie cerca. - Mientras tú te descompones ahí abajo por hijo de puta y cabrón, yo estaré comiéndole la polla a mi novio, que sé lo mucho que te jode eso.

2# Voraces || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora