La Boca del Infierno

412 28 2
                                    

Había conseguido doscientos Kruge tras vender el dichoso alfiler de corbata que horas antes había pertenecido a los Van Eck por más dinero del que costaba. Tiempo después recibió un mensaje de Kaz donde le pedía que comprara con el dinero ganado cuatro disfraces, dos de la Novia Perdida y otros dos del Chiflado, dado que por lo visto iban a sacar a Matthias Helvar de la prisión. Por lo que, cuando se encontró con él en el Quinto puerto junto a Muzzen y Nina le dio a cada uno un disfraz con el fin de que nadie les reconociera.

—Has tardado mucho —se quejó Nina, de brazos cruzados. Se la veía ansiosa y cabreada.

—Hago lo que puedo —razonó con frialdad Lola, poniéndose su propio velo.

—Pues podrías hacerlo con más prisa.

Lola la miró seria, aunque Nina no pudiera verla a través del velo y terminó suspirando, decidiendo que la mejor opción era ignorar a la chica. Lola sabía que Nina se encontraba así de irritable por la jugada que estaban a punto de ejecutar y no podía juzgarla, si la persona a la que ella amaba llevara un año metido en un foso como el de la Boca del Infierno seguramente se encontrara igual que ella. O tal vez peor.

Los cuatro se metieron en el bote, Muzzen posicionándose de forma estratégica para poder remar y los últimos tres en los dos bancos restantes. Muzzen comenzó a remar, alejándose de las luces del puerto hacia una oscuridad vertiginosa. Lola miró como Nina se encogía en su sitio con el rostro pálido junto a Kaz, el cual miraba con mirada escrutadora su alrededor y se recolocaba la máscara y la capa del disfraz.

Lola cerró los ojos durante unos segundos, con el corazón aporreándole el pecho. No le gustaba el mar, le dejó de gustar a los diez años cuando casi se ahogó en una embarcación. Además, estaba muy cansada y adolorida, el jarabe que se había tomado para los cortes de su cuerpo no producía ningún efecto y un pequeño dolor de cabeza se estaba asentando en su sien, lo cual no era buena señal. Ella sabía que debía descansar, que su cuerpo se lo pedía a gritos, pero no podía. Tenía que terminar el encargo antes de poder volver al Listón. A veces odiaba a Kaz en momentos como esos, cuando la obligaba a trabajar en horario libre, pero no sabía por qué sentía que aquel trabajo valdría de pena, que era diferente.

Al abrir los ojos vio una densa niebla húmeda flotando en el agua, transportando el olor a brea y máquinas de los astilleros de Imprerjum, y también algo más: el tufo dulzón de los cuerpos que ardían en la Barcaza del Segador, el lugar donde Ketterdam se deshacía de los muertos que no podían permitirse un entierro en los cementerios cercanos. «Vergonzoso», pensó Lola. No entendía como podían hacer algo así con las personas solo por el hecho de no complacer sus estándares adinerados. Todo el mundo debería tener derecho a un funeral en condiciones, por muy pobre que fuera.

Muzzen comenzó a tararear animadamente mientras remaba. Lola lo conocía desde hacía bastantes años, fue su primer compañero de armas antes de Inej o Gran Bolliger. Ella recordaba vagamente noches recostados en el tejado de alguna casa, haciendo guardia hasta encontrar a su siguiente objetivo. A veces mataban a hombres corruptos, otras veces a hombres tan puros como el culo de un bebé, no importaba, siempre terminaban con su tarea. Trabajaban bien juntos, ¿qué más se le podía pedir a un compañero de armas? Y, aunque jamás hubieran tenido una relación muy estrecha, no le desagradaba su compañía. Seguramente Kaz lo hubiese llamado en el caso de que la noche se torciera, no solo como remero. Lola solo esperaba que no hubiera gresca esa noche, porque se encontraba reventada.

«No seas ingenua, claro que habrá gresca», se reprendió. Iban a colarse en una cárcel, no en un maldito circo, aunque realmente no hubiera muchas diferencias entre el uno y el otro. A fin de cuentas, ambos se hallaban repletos de animales encerrados en celdas listos para dar el espectáculo en cuanto saliesen de sus jaulas.

𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora