Contratiempos y contratos

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LOS FUEGOS ARTIFICIALES HABÍAN CESADO y una espesa nube de colores reinaba sobre toda la calle del canal y el puente Goedmedbridge. Los cuerpos que Lola se había visto obligada a tirar, ahora ocultos, al igual que Kaz e Inej en la barcaza de flores.

Lola, todavía escondida por el humo, se dirigió hacia uno de los laterales del puente donde Nina y Matthias habían escondido algunos disfraces. Se puso sobre los hombros la capa del Señor Carmesí y una máscara. Caminó a través de la bruma azul y roja justo cuando vio a otro hombre uniformado de púrpura.

«¿En serio?».

Resignada, agarró una estrella shu que tenía guardada en la manga de su chaqueta y se la lanzó. El hombre ni siquiera tuvo tiempo de disparar con el rifle, cayendo al suelo. Lola avanzó hasta él y le arrancó la estrella del cuello, limpiando la sangre en el uniforme de la stadwatch.

—No es personal —le dijo, dándole una patada al rifle para alejarlo de él mientras el agente se agarraba agónicamente la garganta ensangrentada.

Lola saltó y cayó en uno de los lados del canal. Volvió a revisar el perímetro justo antes de que otra explosión se produjera y el tintineo de decenas de monedas descendiendo al suelo impregnara la Duela Oeste de gritos de júbilo. Las personas se agachaban en un intento por hacerse con el mayor número de Kruge posible, mientras que otras saltaban como una panda de idiotas unineuronales. El gentío era tan grande que, mientras Lola intentaba avanzar hacia el puente para reunirse con Kaz e Inej, la marea de descerebrados la arrastraron hacia atrás.

Esbozó una mueca de irritación, haciéndose paso a base de empujones, pisotones, codazos y tal vez algún que otro puñetazo cuando alguien estaba a punto de tirarla al suelo. El agobio no tardó en embargar cada fibra de su cuerpo y la quietud que normalmente portaba fue sustituida por un desagradable sentimiento de inmovilidad. Ella sabía que no debía armar más caos del que ya había sometido a la Duela, por lo que respiró hondo y se dejó llevar por la multitud de una calle a otra hasta lograr salir de esa mansalva.

—¡Madre, padre, el alquiler hay que pagar! —gritaban un grupillo de chicas desde las puertas del Lirio Azul y también cerca de Casa de la Rosa Blanca.

—¡Uy, cariño, me lo acabo de gastar! —gorjearon algunos Señores Carmesí.

Lola gruñó cuando se estrelló contra una farola, al lado de aquellas mujeres más pintadas que una puerta, con vestidos ridículamente ajustados hasta lo imposible y sus coreos agudos y carentes de sintonía. Siguieron repitiendo una y otra vez esas absurdas frases kerch como si fueran las canciones más fascinantes de la historia y Lola sentía que estaba apunto de mandar todo a la mierda y liarse a cuchillada limpia si volvían a empujarla.

Cuando el torrente de gente amainó un poco sus efusivos andares Lola fue capaz de pararse a un lado de la Casa de la Rosa Blanca y barrer con la mirada la mansalva de personas en busca de Kaz e Inej. Pero lo único que encontró fueron trabajadores, turistas y Señores Carmesí arrodillados en el suelo. Ella sabía que sus compañeros de banda debían de ir disfrazados, lo que quería decir que por mucho que se esforzase, no los encontraría. Pero entonces, justo cuando estaba a punto de darse la vuelta e irse hacia el distrito industrial, un Señor Carmesí sosteniendo un bastón negro y con la cabeza forjada en forma de cuervo pasó por delante suya a unos cuantos metros de distancia junto a otra persona disfrazada que iba pisándole los talones.

«Kaz e Inej».

Aliviada, Lola hizo además de ir hacia ellos. Dio un paso. Dos. Y de repente un trueno sonó a sus espaldas, retumbando por toda la Duela Oeste en una sacudida salvaje. Sintió que se le iba el aire de los pulmones y que un dolor atroz le traspasaba toda la columna vertebral y la cabeza. Los oídos empezaron a pitarle de maneras inimaginables y el fantasma acuoso de una sustancia líquida y resbaladiza fue descendiendo por sus oídos y cuello.

𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora