LAS DIEZ MENOS CUARTO
Las gotas de sangre resbalaban sobre el inerte cuerpo del general Rekmer como besos carentes de amor y pasión. Lola disfrutaba la vista que tenía delante suya, jugueteando con el trozo de cristal roto entre sus dedos que había usado para crear aquella obra de arte digna de satán. Pero no podía seguir observando el desastre de hombre que había dejado, porque por fin sabía donde se hallaba el científico que tanto había buscado. Sabía el lugar exacto en el que se encontraba y aquello era como un barril repleto de oro ante sus ojos. Por lo que con rapidez se limpió con una sábana la sangre que había llegado a manchar sus manos y zapatos antes de salir silenciosa de la habitación solitaria en la cual el general había intentado tomarla.
Caminó como un fantasma por los desalmados pasillos. El susurro de la música fjerdana le abordaba los oídos y el olor acre que segundos antes había estado respirando había desaparecido. Los suelos alfombrados no dejaban huella de sus pisadas y mientras aceleraba el paso, Lola se estiró las pocas arrugas del impoluto vestido antes de agarrar el escote en forma de corazón y alzarlo para tapar unas gotas rojas sobre su pecho.
Atravesó el patio y volvió a la sala de baile donde encontró a Nina siendo escoltada por un hombre alto e imponente. Con cuidado Lola hizo un giro de muñeca, provocando que una brisa le azotara las piernas a Nina, la cual saltó en su sitio de la impresión antes de escanear la sala. Al encontrar los ojos de Nina, Lola asintió una sola vez, dándola a entender que ya sabía dónde estaba Yul-Bayur y se desvió por unos pasillos solitarios tras haber agarrado una copa de champán, tal y como le había indicado el general Rekmer.
La antigua tesorería era uno de los lugares mejor custodiados de todo el palacio y ella sabía que entrar no iba a ser moco de pavo. Necesitaría la ayuda de Nina para lograr entrar de forma más discreta, pero dado que la chica estaba ocupada seguramente tratando de deshacerse del bastardo que la estaba escoltando debería hacerlo ella sola.
Cuando Lola estuvo a punto de girar la última esquina que daba a la tesorería se obligó a tropezar, tirando un poco del champán y riendo tontamente. Había dos hombres custodiando la entrada. Hacerse la borracha era su mejor opción por ahora.
—¡Ups! ¡Vaya! —rio estrepitosamente, balanceándose contra las paredes mientras avanzaba a trompicones—. Oh, Santo mío. Creo que... creo que he ensuciado la alfombra...
—Señorita, usted no debería estar aquí —le habló el hombre rubio y de tez morena.
—Oh, no, no. Estoy justo donde quería estar —Lola sonrió torpemente antes de señalar la puerta que aseguraban los guardias—. Ese es el baño de señoras y ustedes dos —pasó el dedo del rubio al hombre pelirrojo— están obstaculizando mi entrada.
—Señorita, el baño está en la otra punta. Repito: usted no debería estar aquí.
—¡Te haces el duro! —rio, bebiendo un sorbo de champán—. Eso me gusta. Pero en serio tengo que entrar al lavabo...
Se acercó unos pasos más, provocando que el rubio la agarrara del antebrazo con brusquedad y Lola estaba a punto de romperle la mano cuando una voz ruda y brevemente encantadora hizo acto de presencia.
—¡Orlo! ¿Se puede saber qué le haces a la señorita?
Lola giró su rostro rápidamente solo para encontrarse a Nina y el bastardo que por lo visto seguía escoltándola.
—Señor, tratamos de explicarle que este no es el aseo de señoras...
—No quiero escusas —le cortó el hombre—. Haga el favor de soltarla.
El guardia a regañadientes la soltó y Lola en medio del pánico se giró hacia Nina con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¡Yegua! Veo que no has perdido el tiempo, eh —Lola alzó y bajó las cejas repetidamente con un semblante coqueto antes de soltar una pequeña risilla.
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𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓
FanfictionLola Swan, una genio del crimen que trabaja en una de las bandas más temidas por todo Ketterdam será reunida junto a un grupo de seis personas con las habilidades necesarias para entrar (y salir) de la Corte de Hielo, una fortaleza inexpugnable que...