LOLA ESTABA A PUNTO DE CRUZAR el siguiente silo. Sus brazos ardían de dolor por culpa del esfuerzo que suponía caminar con los brazos colgados durante veintiséis metros de distancia. Ya solo le quedaba un último silo y su trabajo habría terminado, sin embargo, cuando estuvo a instantes de saltar de la azotea alguien le agarró de la capucha y tiró de ella hacia arriba con una fuerza inhumana que la desorientó completamente. Cayó con un sonoro ruido sobre el metal del techo y se incorporó tan rápido como la estupefacción se agrietó en su cabeza para dar comienzo a la realización.
Su mente no conseguía entender lo que estaba viendo. Había un hombre delante de ella, en la azotea del silo, tan oscurecido que parecía camuflarse entre las sombras de la noche. Su túnica que Lola identificó como shu y sus pantalones eran de color negro, con bandas de cuero atravesando su torso llenas de puntiagudas cuchillas de estrellas y dos katanas envainadas a la espalda cruzadas. Su rostro se hallaba oculto por una máscara de cuero y hierro con intrincados diseños extraños. Era alto y robusto, varios años mayor que Lola. Muchos más que varios años, a decir verdad.
No comprendía qué quería aquel hombre, pero no perdió ni un segundo en agarrar disimuladamente sus espadas cortas ocultas entre la tela de su abrigo y agudizar la vista.
—Hola, Soldado.
Lola entrecerró los ojos, limitándose a sisear:
—Tienes cincuenta segundos para explicarme quién eres y qué haces aquí.
—Vaya, veo que no te andas con chiquilladas —se mofó él, con un marcado acento shu.
—Cuarenta segundos.
—No voy a decirte quién soy, preciosa —contestó él, acercándose un paso hacia ella—. Pero supongo que recordarás a Lorca Felmort, teniendo en cuenta que tú lo mataste.
Lola se tensó al oír el nombre del anterior sicario de Pekka Rollins, quien intentó matarla y detonar una bomba en la Iglesia del Trueque. Sin éxito. Sabía que en algún momento alguno de los contactos del hombre investigaría su muerte e iría a la caza de su asesino, pero algo le decía a Lola que aquello no se quedaba ahí. No. Y sabía quién podría enviar a aquel hombre en su búsqueda.
—¿Rollins ya se ha cansado de barrer inútilmente las calles en mi búsqueda? —se burló ella, alzando una ceja.
—Nos has costado mucho dinero, muñeca. Eres consciente, ¿verdad?
—No sabía que el dinero personal de Rollins también corría por cuentas ajenas —bufó con desprecio—. Mira, hazte un favor y vete. No tengo previsto colgar otro cuerpo en la plaza del Barril tan pronto.
El hombre alzó su mano hasta una de las katanas que descansaban en su espalda y alzó el mentón, haciendo que el débil resplandor de la ciudad le iluminara los ojos negros como el carbón. Algo crudo y emponzoñado bañaba su mirada y aquello puso en alerta todas las las bombillas rojas de Lola.
—No hace falta llegar a tales extremos, encanto —desenvainó la hoja de metal y en la piel desnuda de su antebrazo Lola logró discernir el tatuaje de un león acurrucado dentro de una corona—. Aunque si no cooperas, tendré que conformarme con guardar tu cabeza en una vitrina antes de entregarsela a Pekka.
—En ese caso, espero que los Santos te ayuden —Lola desenvainó sus espadas—. Pues serán el único refugio que tendrás al morir.
Y se abalanzó sobre él.
A Lola le sorprendió la velocidad del hombre. Se movía como si fuera parte de la noche, un momento estaba de frente a ella y al siguiente lo tenía por la espalda, como si se pudiera deslizar de una sombra a otra, atacando con su única katana en la mano y sin dejarle apenas tiempo a Lola para refrenar sus estocadas o desviarlas. Ella permitió que su cuerpo reaccionara y esquivara más por instinto que por otra cosa, retrocediendo para apartarse de su rival y encontrar algún punto débil, pero evitando acercarse a los bordes del silo. Se agachó cuando el hombre trató de cercenarle el cuello y le propició una patada en las costillas que apenas le rozó la túnica.
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𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓
FanfictionLola Swan, una genio del crimen que trabaja en una de las bandas más temidas por todo Ketterdam será reunida junto a un grupo de seis personas con las habilidades necesarias para entrar (y salir) de la Corte de Hielo, una fortaleza inexpugnable que...