Generales

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«No pasa nada. Inej es lista, saldrá de esta».

O eso es lo que trataba de decirse cada vez que el estómago se le contraía en un vago intento de reconfortarse a sí misma. Pero debían seguir avanzando. Era evidente que Inej había venido junto a Nina y Lola; tenían que alejarse antes de que el guardia que había detenido a su amiga suli empezara a sospechar de ellas. Además, ya no podían hacer nada por Inej sin delatarse y dar al traste con todo el plan. Por lo que Lola le propició un pequeño codazo a Nina, quien se hallaba mirando furtivamente a los hombres que se llevaban a Inej hacia un grupo apartado y le dijo:

—Tenemos que movernos, Nina.

Nina apretó las manos en dos puños y suspiró.

—Lo sé —respondió, apartando la vista y clavándola entre las hordas de invitados—. Vamos.

Se abrieron paso entre el gentío de invitados mientras se despojaban de la llamativa capa de pez verdosa y crin de caballo, dejándolas arrastrar hasta que la multitud las pisoteó. Ambos disfraces seguían siendo llamativos, pero al menos los ojos de los guardias estarían más concentrados en sus escotes que en sus acciones.

Ante ellas se extendía el reluciente puente de cristal, cuya superficie centelleaba bajo las llamas azules de las lámparas instaladas en pináculos. A su alrededor, la gente reía y se abrazaba de miedo mientras recorría el puente para cruzar el foso de hielo de abajo, un espejo casi perfecto refulgía bajo sus pies. El efecto era asombroso, casi mareante: los estrechos tacones de cuentas de ambas parecían flotar en el aire, y los invitados que caminaban a sus lados parecían estar suspendidos en el vacío.

Una vez más, ella supo que aquel lugar tuvo que ser construido por Hacedores en un pasado remoto. Los fjerdanos afirmaban que la construcción de la Corte de Hielo era obra de un dios o de Sënj Egmond, uno de los Santos a los que atribuían sangre fjerdana. Pero Lola sabía que en Ravka la gente había empezado a replantearse los milagros de los Santos. Y ella también, pero, aunque no creyera en milagros, ella decidía creer. No por un amor incondicional a su cultura, sino porque durante sus primeros años en Ketterdam, en el Palacio Esmeralda, saber que aquella era su decisión, su elección, le había salvado parte de la cordura. Tener consciencia de que Pekka Rollins no le había arrebatado todo era una cuerda salvavidas de la que tirar sin miedos. Los Santos la habían salvado durante su época más retorcida y Lola los adoraba por ello.

Al llegar al punto más alto del puente, vio por primera vez la Isla Blanca y el anillo interior. Ya sabía que la isla estaba protegida por otra muralla, pero desde aquel punto elevado se dio cuenta de que la muralla había sido construida con la forma de un leviatán, un gigantesco dragón de hielo que circundaba la isla, tragándose su propia cola.

La fascinación por la construcción del puente de cristal aumentó durante su descenso. No le daba miedo caer al foso, porque, a diferencia de los demás invitados e incluso Nina, quien se hallaba pálida como un fantasma mientras pisaba titubeante la estructura, Lola sabía que esta había sido creada por Grisha. Y no había construcción más segura que la de los Hacedores.

Observó a los guardias en posición firme, vestían preciosos uniformes blancos decorados con pieles y encajes plateados muy poco intimidatorios. Pero aquello solo era una fachada, pues recordó que cuanto más se adentrara a los anillos interiores más costaba discernir la seguridad amplificada. Lola entendió de inmediato que varios de los invitados en realidad eran soldados drüskelle infiltrados para vigilar al gentío. Y aquello le ponía los pelos de punta.

Tras cruzar un patio abierto y las puertas del palacio, llegaron a un vestíbulo abovedado de varios pisos de altura. El palacio estaba hecho de la misma piedra blanca, lisa y sobria que las murallas de la Corte de Hielo; parecía haber sido excavado dentro de un glaciar. Lola sentía como la acumulación de gente hacía que el calor aumentara por su cuerpo, subiendo igual de escurridizo que una serpiente en el desierto, aunque su piel se erizara a pesar de ello por culpa del terror que le ocasionaba tal construcción. El palacio era imponente en todos los sentidos de la palabra.

𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora