Sin llantos

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LAS OCHO Y MEDIA

Kaz miraba alternativamente entre Lola e Inej; sus ojos negros como el café amargo centelleaban frente a la claraboya.

—Ya habéis visto esos disfraces —dijo Inej—. Llevan capas grandes, encapuchadas... Eso es lo único que verán los fjerdanos. Una cervatilla zemeni. Una yegua kaélica. —Tragó saliva—. Una lince suli.

No eran chicas, no eran personas, sino objetos bonitos que coleccionar. «Siempre he querido encamarme con una zemeni», susurraba algún cliente. «Una pelirroja kaélica. Una suli de tez de caramelo». Lola había escuchado cientos de barbaridades por los pasillos, mientras bailaba en la barra de algún burdel o cuando un hombre la tomaba. Se le puso mal cuerpo de solo recordarlo.

«Eres una extraordinaria majestuosidad», le decía Pekka Rollins cada vez que la llamaba a su despacho para bailarle exclusivamente a él. «Un diamante elegante y fogoso».

El escalofrío le trepó por toda la espalda como serpientes hambrientas y listas para el acecho.

—Es arriesgado —dijo Kaz.

—Como todo lo demás.

—Kaz, ¿cómo vais a entrar tú y Matthias? —intervino Nina—. Es posible que te necesitemos para abrir cerraduras. Y si las cosas se tuercen en la Isla, no quiero quedarme atrapada. Dudo mucho que podáis haceros pasar por chicas de la Casa de Fieras.

—No te preocupes —habló Kaz, antes de darle una mirada de reojo a Lola—. Como bien dijo Russell hace unas semanas, Helvar nos ha estado ocultando información.

Lola, inconscientemente esbozó una pequeña sonrisa diabólica.

—¿En serio? —preguntó Inej.

—Oh, ya lo creo —asintió ella, todavía sonriendo burlesca—. ¿Verdad, Helvar?

Lola lo observó socarrona al advertir la palidez de su rostro.

—Yo no... —Helvar se pasó una mano por el cabello corto—. ¿Cómo podéis saberlo, demjins?

—Es pura lógica —respondió Kaz—. La Corte de Hielo es una obra maestra llena de medidas de seguridad y sistemas dobles. Ese puente de cristal es impresionante, pero en caso de emergencia tendría que haber otra forma de llevar refuerzos a la Isla Blanca y evacuar a la familia real.

—Y a los drüskelle os instruyen para ello —continuó Lola—. No es muy difícil sumar dos más dos y que te den cuatro, Helvar.

—Sí —dijo el fjerdano, exasperado—. Hay otra forma de entrar. Pero es complicada. —Miró de reojo a Nina—. Y, desde luego, no se puede hacer si llevas un vestido.

—Un momento —lo interrumpió Jesper—. ¿Qué más da que podáis llegar todos a la Isla Blanca? Digamos que Nina o Russell le sonsacan a algún mandamás fjerdano la ubicación de Bo Yul-Bayur y lo traéis hasta aquí. Estaremos atrapados igualmente. Para entonces los guardias de la prisión habrán terminado su registro y sabrás que siete reclusos se han escapado del sector. Ya no tendremos ninguna posibilidad de cruzar los puntos de control de la embajada.

Kaz echó un vistazo al patio y la puerta de la embajada antes de observar de reojo a Wylan. Lola se hizo una idea de lo que él planeaba, y no sabía si era una genialidad o un suicidio.

—Wylan, ¿sería muy difícil inutilizar una de esas puertas? —preguntó él.

—¿Para dejarla abierta?

—No. Cerrada.

—¿Quieres romperla? —Wylan se encogió de hombros—. No creo que sea demasiado difícil. No he podido ver el mecanismo al entrar, pero supongo que será bastante corriente.

𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora