Lola se pasó la yema de los dedos por su antebrazo izquierdo, todavía humectado de parafina. Podía sentir escalofríos subir en forma de serpiente por toda su espalda y los dedos enguantados de Kaz acariciarle la piel.
Sabía que los Santos habían logrado apiadarse de ella cuando aquella anciana le permitió el paso al interior de la sala contigua. Ella era consciente que la mujer había llegado a sentir la tempestad que habitaba en su interior, con vientos feroces y tan gélidos como la muerte. Pero no dijo nada. No hizo nada.
«Que los Santos la acojan».
—Deberían haber llegado ya —murmuró Nina a su lado, ambas sentadas en un banco que había pegado a la pared de la celda.
—No tardarán mucho más —le respondió Inej, apoyada en los barrotes de forma desenfadada y con la vista fija en la puerta que daba a los calabozos femeninos.
—Más les vale —bufó Lola, cruzando sus brazos delante del pecho y recostándose en la pared antes de echarles una mirada al resto de presas, estas ya dormidas gracias a los poderes de Nina.
Si todo había ido tal y como lo habían planeado, Kaz y Wylan deberían estar al caer para poder sacarlas de la celda e irse cada uno a sus respectivas tareas. A Lola no le hacía especial gracia tener que compartir tiempo a solas con Helvar y Nina juntos, aunque aquello era mejor que nada. En los últimos días había aprendido a ignorar al fjerdano de una manera aplastante. Lo único que aclamaba su existencia era los datos importantes que aportaba al grupo. Toda la información, por muy vana que fuera, se quedaba en la mente de Lola.
Su pecho se retorció dolorosamente al pensar en lo que haría cuando encontrara a Bo Yul-Bayur. En como traicionaría a su banda. Lo más posible era que después de aquello no volvieran a confiar en ella. En especial Kaz. Él jamás volvería a creerla, no después de hacerle perder treinta millones de Kruge y exponer sus vidas para nada. Su corazón dolía de forma extraña cada vez que se planteaba aquella idea. Le ardía a rabiar y no sabía cómo pararlo.
Se clavó las uñas justo en el centro del cuervo que tenía tatuado.
Lola solo tenía miedo de cuatro cosas: los barcos, sus propios secretos, la pérdida y el cariño.
Durante las últimas semanas había sentido que algo entre Kaz y ella cambiaba. No lo entendía. Nunca había sentido algo así por nadie. Nunca había esperado sentir tanta locura y atracción —por llamarlo de algún modo— hacia alguien. Nunca había esperado que terminaría deseando la caricia de nadie. Anhelando escuchar su voz durante los silencios agónicos. O ansiar contarle todos sus pensamientos, incluidos los más retorcidos y estúpidos. Lola no entendía por qué quería todo aquello. Mucho menos con Kaz Brekker. Manos Sucias. El Bastardo del Barril. Pero lo deseaba. Ella... lo deseaba a él. Con sus crudas y escuetas respuestas. Las incesantes cavilaciones. Miradas despiadadas, avizoras y divertidas. Los piques y peleas sin importancia. Sus malditas burlas condescendientes y juegos de palabras.
Lola no sabía como lo quería, pero una cosa era demasiado certera como para ignorarla, y era que, de la manera que fuese, quería a Kaz junto a ella. No le importaba si era como compañeros de trabajo, amigos o lo que fuese que estuviera creciendo entre ellos últimamente. Con él en su vida bastaba y pensar que, a partir de ese momento, podrían morir en cualquier momento le aterraba. Su temor se clavaba tan hondo que llegaba a ser agónico. Porque Lola no podía perder a nadie más. Incluida ella misma. No podía permitirse perderse en aquel infierno.
Con un suspiro tembloroso se obligó a apartar cualquier pensamiento intrusivo y vaciar su cabeza. Mente fría, aquello era lo único que necesitaba en esos momentos.
Los minutos pasaban demasiado despacio cuando, por fin, pudo divisar las figuras de Wylan y Kaz atravesar la puerta de metal. Llevaban el mismo traje que ella, descalzos y con el cabello mojado por culpa de la ducha que les habían dado antes.
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𝑺𝒆𝒗𝒆𝒏 𝑶𝒇 𝑪𝒓𝒐𝒘𝒔 || 𝑲𝒂𝒛 𝑩𝒓𝒆𝒌𝒌𝒆𝒓
FanfictionLola Swan, una genio del crimen que trabaja en una de las bandas más temidas por todo Ketterdam será reunida junto a un grupo de seis personas con las habilidades necesarias para entrar (y salir) de la Corte de Hielo, una fortaleza inexpugnable que...