La leyenda del pata chueca (Mathieu)

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Por Eldarya surcaba una leyenda, de un hombre mitad pájaro, con ojos de fuego y garras de quimera. Que su aliento era de ácido, y su piel de acero, pero su debilidad, era su pata de gallina, su pata chueca. Nadie sabía qué era esta criatura o cómo derrotarla, nadie a excepción de sus jefes (y testigos de sus grandes hazañas) Lance y Huang Chu.

Un equipo pequeño se había encaminado a un pueblo tropical en una isla, se decía que los nagas que coexistían pacíficamente desde hace décadas con un grupo de faunos habían comenzado a mostrarse violentos y hostiles; algunos habían llegado a matar y otros a violar, inclusive a los de su misma especie. Fue por esto que los líderes de ambas tribus decidieron pedir ayuda a la guardia de Eel.

El grupo estaba conformado por dos integrantes de la guardia sombra, uno era un naga nativo de un clima similar, otro era un elfo abogado especializado en conflictos internos y guerras civiles. Por otro lado, de la guardia absenta nos podíamos encontrar a Huang Chu, cuya teoría principal abalaba a algún psicodélico, dos alquimistas más y Mathieu. A éste último también se lo contaba como parte de los cuatro subordinados de Lance.

Mientras los jefes de guardia hablaban con los líderes de los pueblos y sus representantes, los subordinados se asentaban en las cabañas que se les habían asignado. Mathieu fue uno de los primeros, debido a que lo único que le importaba era tener sábanas en la cama, ni siquiera se molestó en organizar su ropa.

Salió a hacer lo que él denominó «reconocimiento del perímetro», pero el resto de sus compañeros sabían que solo iría a pasear por ahí.

Recorriendo, Mathieu vio a un fauno joven en el bosque, con un martillo, un destornillador, un serrucho y vete tú a saber como se llamaban las otras herramientas de obvio origen eldaryano. A sus pies tenía una extraña estructura de madera, y solo se rascaba la cabeza mientras apreciaba su invención.

—Ey, amigo, ¿necesitas ayuda? —preguntó Mathieu acercándose. El joven fauno se dio vuelta para ver al emisor de esas palabras. Su negro y crespo cabello se movió junto con él, y fueron claras las infinitas perforaciones de sus orejas y el septum de metal blanco.

—Eh... esto... no, muchísimas gracias —respondió el fauno viendo a Mathieu a través de los cristales de sus lentes redondos y apartó su mirada.

—¿Seguro? Parece que tienes problemas —argumentó el humano. —Por cierto, mi nombre es Mathieu, formo parte del equipo que vino en nombre de la guardia de Eel ¿Tú quién eres?

—Me... me llamo Ciro, soy del poblado fauno —contestó tendiendo su mano tímidamente y mirando al suelo. Mathieu estrechó su mano con una amplia sonrisa e inevitablemente pensó que su timidez extrema se debía a falta de autoestima.

—¿Qué creas, Ciro?

Mathieu tuvo que sacar a relucir su paciencia y carisma para que el joven fauno le contara que era inventor, y que a sus pies yacía una maquina que (cuando funcionara) les permitiría volar.

El humano analizó fríamente el invento y no pudo evitar ver varias cosas mal, como el grosor de las maderas o que parecía estar diseñado para ir aleteando y no planeando. Se notaba que el joven inventor tenía más sueños que proyecto.

Fue entonces cuando Mathieu decidió ayudar a nuestro amiguito.

Nuestro héroe le explicó que sería más fácil y eficiente hacer una especie de planeador, que ningún faery terrestre sería capaz de volar aleteando, y justificó todo esto con que su abuelo ya lo había intentado y muerto en el intento.

Ciro lo escuchó atentamente. Ya había creado una silla con ruedas para su tía, un dispensador de agua para la agricultura de su isla y a su padre herramientas que le facilitan su trabajo en la herrería, pero jamás había hecho algo para el aire, así que no tenía puta idea de lo que hacía.

One Shots de EldaryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora