Atípica (la chihuhua y el montaña)

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Puedes jurar por amor al Oráculo, a Dios, o al santo que se te antoje que ellos dos nunca hubiesen sido pareja. Tomó muy sorpresa a los amigos de él, a los de ella no tanto.

Nada en ellos estaba bien, ella apenas le llegaba al pecho y él le sacaba treinta centímetros de altura. Era muy chistoso ver como ella se subía a lo que sea que encontrara con tal de que él no doblara su espalda, o como él la alzaba alto y la cargaba a cualquier lado. Le gustaba mucho cargarla porque así iban más rápido a cualquier lado,  porque a ella le gustaba que la llevaran a caballito y en general porque le gustaba cargarla, pero aún así lo admitiría solo en su lecho de muerte.

Todo el cuartel General juró por sus muertos que era imposible que ellos estuvieran juntos ¡Ni siquiera se los veía pasar tiempo uno con el otro antes de salir! Pero ahí veías a la loca aquella saltando a los brazos del jefe de obsidiana y llenando su cara de besos, mientras él reía con una mezcla de felicidad y vergüenza.

Ella que era una vaga de mierda se había puesto de novia con el tipo más activo de la guardia... era sencillamente irreal ¿Lo peor? Entre ellos se habían transformado.

«Lo siento chicos, no puedo ayudarlos esta vez, quedé con mi novia» le decía Valkyon a sus amigos cuando le pedían ayuda con una misión, o sencillamente decía que necesitaba un descanso, todo porque su novia le había enseñado el derecho a la vagancia.

«Fua cara, bo sabé que hoy quien dice hoy, no puedo ¿Capaz el jueves?» respondía Pilar cuando sus amigas la invitaban de repente a hacer cualquier cosa. Ellas le gritaban polleruda, perrita faldera, entre otros apodos que señalaran la indiscutible disposición a su novio.

Él le regalaba cuchillos y alcohol, ella le regalaba flores de papel y chocolates... aunque todos creen que los regalos deberían ser al revés, nadie opina, nadie dice nada, porque todos esperan a que se den cuenta por sí solos que estaban cometiendo un error, pero parecían no querer escuchar las voces de su subconsciente, o quizá el subconsciente también estaba de acuerdo.

Ella era abiertamente celosa y posesiva y lo último que temía era pedirle explicaciones a su pareja. Por su parte, él era... amenazante; bastaba una mirada gélida de Valkyon para que cualquier guardián o guardiana mantuviera una perimetral de 5 metros alrededor de su novia. 

Y a su vez, podías apreciar como él la saboreaba de a poco cuando ella caminaba, o como ella se lo devoraba de un bocado cuando lo tenía enfrente.

Era sumamente chistoso hacer la observación de que los colores de ambos estaban invertidos, ya que Pilar era de piel pálida y pelo castaño, y Valkyon era un moreno de cabello albino. Juntos eran el auténtico café con leche o leche con café.

La palabra «profanar» la habían inventado ellos cuando algún desgraciado interrumpía sus siestas, las cuales eran hasta más raras que la pareja en sí. Podían dormir extendiendo sus extremidades completamente sobre el cuerpo del otro, uno encima del contrario, de cucharita, pero jamás separados.

Eran una pareja inusual, atípica, poco común, como quieras decirle. Eran una loca con dos centímetros de diferencia a un enano y la capacidad de pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos y una montaña, alto, tranquilo e imponente.

Más que novios, parecía que Valkyon adoptó un chihuahua gritón.

Y por muy raro que fuera todo, ellos se querían. Les había costado mucho entenderse al completo y leerse como un libro abierto, fueron noches en vela con un vino en la mano, tardes entrenando, mañanas de mates y bizcochos, cenas en las que ella le daba a la lengua de Valkyon confianza para hablar.

Y de a poco y despacio, se plasmaron en la palma de cada uno las expresiones del otro, compartieron vocablos, anécdotas, roces de piel y cada que discutían encontraban la forma de arreglarlo todo.

Mantenían la relación más atípica de la guardia, pero también una de las más lindas. Ella, a pesar de su mala experiencia con las parejas confiaba en él ciegamente y él podía apostar su vida a las manos de su chica.

Habían escuchado desde los traumas del otro hasta los momentos que los mantenían humildes, quizá no lo sabían todo del otro, a veces a él se le olvida el cumpleaños de ella y ella se olvidaba de su aniversario.

A veces los veías vagar solos, cruzarse, darse un beso casto y seguir con lo suyo.

Y esa era su singularidad, su atípica relación, que en la privacidad de los brazos del otro definían a la misma como su pequeña utopía.

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Tenía ganas de escribir sobre yo y Yayo, pero sin llegar a ser un One Shot tal cual porque me copo, así que salió esto.

Espero, le gente que lo leyó lo haya disfrutado. En fin, la mami pili los ama

One Shots de EldaryaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora