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La aldea era pequeña, con casas bajas de madera y tejados de paja. La gente que iba y venía vestía ropa holgada y atada a la cintura con una faja. Las mujeres tenían el pelo cubierto con un velo, y se sentaban en la puerta de sus casar hablando con las ancianas mientras los niños jugaban con una pelota hecha de cuero y rellena de algodón. Todoroki se detuvo a la entrada, observando cada casa y cada persona. A pesar de estar tan cerca, Hissei era completamente distinto de Hosu, tanto en la construcción de las casas como en la vestimenta. Se bajó del caballo y lo sujetó por las riendas. Izuku, en cambio, prefirió simplemente acomodarse en la silla de montar y sujetarse al pomo para no caerse, mientras que Todoroki guiaba al caballo a través de la aldea.

Una pelota salió rodando y chocó contra su pierna, con el pequeño corriendo detrás para recuperarla. Todoroki se detuvo y miró como el niño recogía el objeto y se disculpaba con él, para después regresar con sus amigos. Nada de espadas ni escudos de madera, solo una inocente y blanda pelota de cuero y algodón. Soltó un suspiro y se acercó a una de las mujeres sentadas en la puerta.

-Buenos días.-le saludó cortésmente. La mujer levantó la cabeza hacia él, pero no le devolvió el saludo.-Somos viajeros llegados del reino de Hosu, y quisiera preguntar si necesitáis ayuda con algún trabajo, necesitamos dinero.

-No encontrareis nada de eso en la frontera.-le respondió la mujer.-El rey Endeavor se encargó hace años de acabar con nuestros negocios, ahora solo comemos lo que cultivamos. Si buscáis trabajo, os sugiero que sigáis el camino y os adentreis más en el reino.

-¿Le pasa algo a tu amigo?-le preguntó la anciana sentada al lado de la mujer, señalando a Izuku.

-Eramos tres cuando comenzamos el viaje.- explicó Todoroki.- uno de nosotros no logró llegar a la frontera.

-Lo lamento mucho.- se disculpó la mujer, levantándose del suelo. Se alejó de la casa y empezó a llamar a voces a sus hijos. Tres de los niños que estaban jugando a la pelota se acercaron a su madre.- reunid a toda la aldea, rápido. Necesitan de nuestra ayuda.

-No es necesario.- la trató de interrumpir Todoroki.- solo seguiremos nuestro camino.

- ¡Tonterías!- se negó la anciana, dándole un manotazo en el hombro.-¡El chico necesita sanar de sus heridas!

-Pero...no está herido.- Todoroki miró confuso a la mujer.

-Claro que lo está.- insistió la anciana, entrando a la casa.

Todoroki se quedó mirando la puerta sin entender de lo que estaba hablando. Ayudó a Izuku a bajar del caballo, y trató de buscar alguna herida en su cuerpo, pero Izuku se apartó de él.

La anciana regresó un poco después con una manta tejida a mano, y rodeó a Izuku con ella. Para entonces, toda la aldea estaba ya en movimiento, sacando mesas y sillas de las casas y apilando la leña. Izuku observó que la tela de la manta era cálida y suave, y por algún motivo le hizo sentirse mejor. La anciana le tomó del brazo y tiró de él con suavidad pero con firmeza, llevándole junto al resto de ancianos, quienes estaban sacando de sus casas telas de color tierra e incienso. En cuanto llegó hasta ellos, los ancianos le saludaron con sumo respeto.

-Hemos oído de tu desgracia, joven viajero.- empezó un hombre de barba blanca.- por favor, permítenos acompañarte en esta hora tan oscura.

Izuku miró con duda a Todoroki.

-¿Que es lo que van a hacer?-preguntó Todoroki, acercándose a ellos.

-No hay nada que temer.- le dijo el anciano.- nuestra tradición acoge a todos por igual. Por eso, permítenos acompañarte en la despedida. De esta forma, el alma de vuestro amigo podrá encontrar el camino de vuelta a su hogar.

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