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- Va a llover- observó el joven rubio, mirando por la ventana. Las nubes que llegaban por la costa eran casi completamente blancas, sin rastro de que pudiera haber lluvia.

-¿Cuando y con qué intensidad?- le preguntó el adulto a su lado.

-Pues...- el joven entornó los ojos.-¿dos...tres horas? Lluvia fuerte, eso seguro.

-Se más preciso.

-Em...no puedo.

El adulto soltó un bufido y cerró el libro que tenía entre las manos con un gesto decepcionado, bajando las escaleras de la torre con el joven detrás de él.

Sin embargo, el joven no había estado del todo equivocado. Cerca de dos horas y media después, las nubes se oscurecieron y cubrieron el cielo por completo. Unos minutos después, se empezaron a escuchar truenos, y ya cerca de las tres horas la lluvia cayó como un fuerte torrente sobre la academia, inundando los patios y haciendo huir a los estudiantes en todas direcciones en busca de refugio. Por fortuna, el edificio estaba preparado para resistir las fuertes lluvias del otoño, y en cuanto cerraron las ventanas y abrieron los desagües, la lluvia ya no era un problema.

No tardó mucho en anochecer, y sumado a las fuertes lluvias y las nubes, la oscuridad se volvió casi total.

El adulto bostezó y se recogió más en su manta, enrollándose en ella en busca de comodidad. Odiaba cuando le tocaba hacer guardia, lo veía totalmente innecesario cuando sabía que nadie estaría tan loco o desesperado como para tratar de llegar a la academia con aquella tormenta.

Para su sorpresa, escuchó que llamaban al gran portón de madera. Se levantó y se echó la manta sobre los hombros, echando un vistazo por la mirilla. Dos adolescentes, empapados de pies a cabeza y temblando, aferrándose a tres bolsas de cuero a pesar de verse medio muertos de hambre. Uno de ellos incluso parecía a punto de caer inconsciente al suelo.

-Teneis que estar realmente locos para venir aquí con éste tiempo.- les llamó al otro lado de la puerta.

- Ayuda, por favor.- le suplicó el alto, con el pelo dividido en dos colores. Su compañero se tambaleó peligrosamente.-mi compañero no va a aguantar mucho más.

El adulto los miró por un segundo, pero finalmente abrió la puerta y dejó que entraran. El joven de pelo verde se tropezó en la  entrada, y aunque su compañero soltó las bolsas y le sujetó, ya había perdido el conocimiento. El adulto se acercó a él, comprobando su pulso.

- Se pondrá bien, necesita descansar.-le informó al otro chico, levantando en brazos al joven de pelo verde-maldita sea, por esto no soporto a los adolescentes, sois totalmente irracionales.

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Aún estaba lloviendo con fuerza cuando Izuku recuperó la consciencia. Sentía el cuerpo pesado y la mente nublada. Apenas podía enfocar las cosas a su alrededor o pensar.

Poco a poco fue identificando el sonido de la lluvia golpeando con fuerza las tablas de madera que tapaban la ventana, el sonido del viento soplando con fuerza y sacudiendo los árboles del exterior. Luego, sintió que estaba tumbado sobre algo suave y mullido, y finalmente, abrió los ojos. Encontró sobre su cabeza un techo de madera, soportado por cuatro paredes de piedra. En el aire flotaba un olor dulce, y al girarse, se encontró con una bandeja de metal, donde había una taza de barro cocido y barnizado con agua y un plato de comida con  estofado, aún caliente. El hambre activó su cuerpo, permitiéndole incorporarse y tomar la bandeja para devorar con avidez su contenido.

Le pareció la comida más deliciosa del mundo, ya fuera por el hambre o por qué de verdad estuviera buena.

En cuanto se hubo saciado, se dio cuenta de que su cuerpo estaba completamente seco, e incluso le habían cambiado la ropa. Ahora llevaba una camisa blanca con una chaqueta de color azul y grabados blancos que le llegaba hasta la cintura , con unos pantalones holgados azules con detalles blancos grabados. Tampoco recordaba cómo había llegado hasta allí, ya que sus recuerdos de la noche pasada aún estaban borrosos. Se planteó el salir de aquella habitación para averiguar dónde estaba, pero su cuerpo aún se sentía pesado y débil, asique se volvió a tumbar en la cama. Si quisieran hacerle daño, no se habrían molestado en cambiarle la ropa y darle comida.

Escuchó cómo abrían la puerta, y se encontró con Todoroki, vistiendo exactamente la misma túnica que él.

- ¿Te sientes mejor?- le preguntó Todoroki. Izuku se incorporó y asintió con la cabeza.

-¿Donde estamos?- Le preguntó.

-¿No lo recuerdas?- Todoroki le miró con confusión, como si fuera algo obvio.- Estamos en Yuuei.

-Yuuei...- repitió Izuku, hasta que su cerebro procesó finalmente la información.-¡Yuuei! ¡Asique esto es Yuuei!

-No. Esto es solo una habitación.- le informó Todoroki.- Yuuei es todo el edificio.

-¡Eso ya lo sé!- Izuku trató de levantarse de la cama, perdiendo el equilibrio por un momento.- Tenemos que encontrar a Gran Torino, tiene que estar por aquí.

-Vosotros dos no vais a ir a ninguna parte.- les interrumpió un hombre, apareciendo casi de la nada detrás de Todoroki. Vestía completamente de negro, con el pelo desgreñado y una extraña bufanda hecha de cintas grises.-ahora que ambos estáis conscientes, quiero haceros unas preguntas.

-¿Quién es usted?- le preguntó Izuku.

-Es el hombre que nos ha dejado pasar.-le explicó Todoroki.

- Mi nombre es Shota Aizawa, soy un profesor de Yuuei. - se presentó el hombre-La pregunta aquí es, ¿Quienes sois vosotros?

-Mi nombre es Shoto Todoroki, cuarto príncipe del reino de Hosu.- se presentó Todoroki.- y mi compañero es Izuku Midoriya.

-Un príncipe y su escudero...-resumió Aizawa.-¿Que hacéis aquí?

-Estamos buscando a alguien.- continuó Todoroki.-se llama Gran Torino.

Aizawa les miró alternativamente a uno y a otro, sin responder.

-No le conozco.- les respondió fríamente.

-Pero usted trabaja aquí, ¿No?- insistió Todoroki.- Tiene que haber escuchado al menos de él. Necesitamos verle.

-Como ya he dicho, no conozco ese nombre.- Aizawa frunció el ceño ligeramente. Su cuerpo empezó a tensarse.- ¿Quién os ha dado esa información? ¿Os envía Endeavor?

- Mi padre no tiene nada que ver, solo queremos...

Aizawa no dejó que Todoroki terminara la frase, dándole una patada tan fuerte que le lanzó contra la pared.

-Debí de haberme imaginado que ese maldito de Endeavor enviaría a dos espías aquí.- empezó, echando mano a las cintas de su cuello. - pero, ¿Enviar a su propio hijo? Diablos, de verdad que detesto a ese hombre. Sin embargo, no me queda más opción que encargarme de vosotros.

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