Una droga

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Dos minutos, solo dos minutos llevaba esperando Emma y ya sentía que el mundo entero se aceleraba, incluso más de lo que normalmente sentía, en verdad que Cristina era una droga muy adictiva. Estaba un poco hipersensible, era uno de esos días en los que hubiera hecho lo que fuera por faltar a sus clases y poder quedarse en su cama quietita, quietita para evitar que la ropa rozara de más su piel y la lastimara pero de solo pensar que podría ver a esa omega, a esa hermosa omega, bueno, pff, había corrido toda la mañana para salir de su casa con tal de estar a tiempo en ese pequeño café donde decidieron encontrarse.

De todas maneras que no faltara la ropa ancha y los audífonos con cancelación de sonido para evitar sobresaturarse y terminar huyendo de ahí, tampoco olvidarse de una hamburguesa con todos los ingredientes por fuera porque la textura de la comida era desagradable pero si lo comía todo separado entonces le parecía un manjar. No había pedido nada para Cristina solo porque en verdad no sabía que le gustaba, ella misma odiaría que pidieran su comida sin saber si le gustará. Su madre solía hacer eso, al final solo le diría que se lo comiera porque según ella sería una falta de respeto no hacerlo, al menos eso le decía antes de que la lograran diagnosticar, entonces fue que la dejó en paz, la dejó ser ella para resumir.

— Estás muy ocupada pensando. —Las manos de Cristina estaban frías cuando quitó el audífono de su oído. — ¿Piensas en mí?

— No. —Confesó. —No sabía que pedir para ti. —Se apresuró a completar, su hermana le había enseñado eso, a no dejar morir una conversación, algunas veces le costaba mucho trabajo pero estando al lado de Cristina todo parecía más sencillo.

La risilla que escapó de esos hipnotizantes labios rosas no le resultó desagradable como el resto de sonidos, nada de lo que hacía Cristina era desagradable en realidad, todo era lindo y sentía que debía cuidarlo con todas sus fuerzas.

— ¿No pediste nada para mí?

— No. —Aseguró como si no fuera obvio de por sí. —Si pidiera algo que no te gusta no lo comerías.

— Pero a mí me gusta todo. —Bromeó.

— Todo. — Claro que para Emma no era una broma, era una nota mental que recordar pues Cristina no podría estarle mintiendo. — Ahora lo sé.

Cristina recargó su cabeza sobre la mesa para poder observar directamente el rostro de la alfa pero ella solo se sintió incomoda al sentir la mirada de alguien más, incomoda más no molesta pues, en comparación con cualquier otra persona con la que hubiera huido, en ese momento lo único que sucedió fue que sus mejillas se coloraron.

— ¿Te pongo nerviosa? —La omega intentó tomar la mano de Emma pero por la ya mencionada hipersensibilidad se obligó a quitar la mano escondiéndola para que no lo volviera a intentar.

— Sí, mucho, eres diferente, solo tenerte cerca, tus feromonas, no lo sé, nunca me había sentido así.

— Bueno, normal, los mates es algo único. —La omega se quedó pensando un momento. Emma parecía alegre con el silencio, la tenía a ella como compañía pero no había ningún estímulo que la lastimara en ese momento. — ¿Alguna vez te enamoraste?

Ups, y la pregunta prohibida había llegado.

Ante la falta de respuesta Cristina pensó que quizá, al Emma estar acostumbrada a las historias románticas de caballeros no se atrevería a decir algo así, cosas de honor y eso, así que decidió que ella se abriría un poco para intentar hacerla entrar en confianza.

— Yo me enamoré cuando tenía 16, era un alfa tonto pero eso no significa nada ahora, el pasado no significa nada en realidad, a mí me importa el ahora.

Solo contigo. (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora