Su Nombre es Poema (TGWNWAP versión castellano)

XXIII. Un Rayo en Invierno

No, no es un sueño. Realmente soy yo actualizando "Su Nombre es Poema" después de MESES de espera. No saben como lamento haberme demorado tanto, entre el cambio de ciudad, la universidad y los bloqueos de escritora, no había podido terminar el capítulo (y sí, también estoy en negación respecto a terminar esta historia).

Gracias a todos ustedes por tenerme tanta paciencia, son los mejores lectores que una escritora podría pedir, y realmente lamento haberme demorado más que G.R.R Martin en sacar el próximo tomo de Game of Thrones (bueno, bueno no exageremos). Este capítulo va para todos ustedes maravillosas personitas de mi alma <3 Como siempre disfruten y no olviden dejar sus votos y comentarios respectos al capítulo y la historia en general.

Guerra.

Una maldición atroz de la humanidad, madre de la desesperación, morada de la tristeza. Siglo tras siglo, la humanidad ha caído bajo su cruel reinado de muerte ... pero de alguna manera logra volver a ponerse en pie cada vez.

Después de horas de peligro y lucha ardua, Arturo Castus Pendragón, mitad romano, mitad britano, había sellado su destino al matar al rey sajón que vino del mar en una batalla final digna de leyendas. Con la sangre de su líder se derramada sobre el suelo britano, los nórdicos se habían acobardado y finalmente huyeron de vuelta por donde habían venido con el rabo entre las piernas, coreados por los gritos de victoria de pictos y britanos, unidos bajo un solo líder y una causa en común.

La libertad al fin había prevalecido.

Pero la guerra dejaba cicatrices que ni siquiera el tiempo podría borrar. Apenas una hora después de que la batalla hubiese acabado, los aldeanos de la fortaleza de Badon habían regresaron tras haber sido informados de que la amenaza sajona ya no existía. Y entonces los campos se habían llenado con los gritos de las almas en pena que buscaban y encontraban entre los cuerpos a sus seres queridos. La batalla se había ganado, pero a un alto costo.

Durante días y noches, hogueras iluminaron el cielo en conmemoración a los guerreros caídos en batalla y los que habían fallecido después debido a la gravedad de sus heridas. El cementerio local estaba repleto de tumbas recién excavadas, marcadas con espadas, arcos, dagas, o incluso un simple objeto personal, ya que no todos los que habían luchado habían sido hábiles guerreros. Entre las filas del ejército que había salvado a Britannia de las crueles manos de un nuevo invasor hubo campesinos también. Simples aldeanos, agricultores, carpinteros, músicos, siervos. Hombres que jamás habían vivido la cruda realidad de la guerra antes, pero que aún así se habían unido a la lucha por su hogar. Sus muertes no fueron en vano, ni su sacrificio olvido. La pérdida aún estaba fresca y el pueblo estaba sumido en dolor. Se notaba en las caras que ya no estaban, en las viudas de ojos rojos, en el silencio de los niños y en las flores que adornaban las puertas para conmemorar a los caídos. Eran demasiadas.

La muerte había reclamado a muchos y de todo origen. Una amarga prueba de ello era el cementerio cada vez mayor, ya no sólo hogar de eterno descanso de los habitantes de Badon, sino que también de los guerreros caídos pertenecientes al Pueblo Azul.

Sí, mucho se había ganado. Pero también mucho se había perdido. Incluso el antiguo y poderoso linaje de los hijos de Mona lloraba pérdida de un familiar. Y no sólo los Pictos derramaron lágrimas esta vez.

Fue uno de los funerales más emotivos que se llevaron acabo esos días.

Merlín y Guinivere se permanecieron frente a la tumba mucho después de que todos se hubiesen ido. Abuelo y nieta estaban de pie uno junto al otro, ambos sufriendo por su pérdida. La familia más importante de las tribus pictas, descendientes de los mismísimos druidas bendecidos por los dioses, ya no tenía más que tres miembros, y uno aún se debatía entre la vida y la muerte.