1. Malentendido.

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La canción de la alarma llenó la habitación todavía a oscuras y Minseok despertó al instante. Se quitó sus sábanas calientitas de encima y salió de su cama. Fue al sanitario, todavía un poco atontado y puso un poco de dentífrico en su cepillo. La menta lo ayudó a terminar de despertar. Se miró al espejo y sonrió.

Ese iba a ser su día.

Sintiéndose animado de pronto, buscó una canción bailable en su móvil y tomó su talla.

Se metió a la ducha y se tomó su tiempo para asearse diligentemente y de paso dar un mini concierto para un público imaginario. Al salir de la ducha se vistió con el traje que había planchado cuidadosamente la noche anterior y se dispuso a secar su cabello. Cuando estuvo listo no perdió ni un minuto, tomó sus documentos y bajó al primer piso. Su madre le ofreció una taza de café y un desayuno ligero sin parar de decirle lo bien que se veía embutido en su traje.

Salió de su casa a la hora prevista y echó a andar. El lugar de su entrevista quedaba a solo quince minutos de su casa yendo a pie. Y aunque era extraño que las oficinas de la firma de arquitectos se encontrara en una zona residencial, tampoco se lo pensó demasiado. ¿Cuántas personas tenían la dicha de trabajar a solo unas cuadras de sus casas?

Cuando estuvo frente a la puerta exterior se ajustó la corbata y dio un largo respiro. Tocó el timbre con dedos temblorosos y esperó ansioso. Necesitaba el empleo y estaba harto de las entrevistas.

Mente positiva, pensó, la posición será mía.

—Pasa —una voz masculina le pidió a través de un intercomunicador y la puerta se abrió.

Minseok atravesó el jardín y notó que a este le hacía falta un poco de mantenimiento. También se sorprendió al notar que habían algunos carritos de juguete y un balón abandonados por ahí. Era muy extrañó que algo como aquello se encontrara en el jardín de una oficina, pero pronto lo dejó pasar, pues un hombre también vestido en un traje negro lo esperaba en la puerta.

Minseok avanzó hacia él y estrechó su mano. Después de innumerables entrevistas sabía cómo debía comportarse y qué decir, aunque no dejaba de sentirse nervioso.

Todo irá bien, se repitió y atravesó la gran puerta de madera y cristales que se imponía en la entrada.

—Sígueme —el hombre de traje le dijo tras saludarlo brevemente y encabezó la marcha dentro del lugar.

Avanzaron un poco y Minseok notó que a su izquierda había una sala de estar, no una sala de espera, sino una sala familiar, en la que había un televisor encendido en algún canal infantil y, por supuesto, unos niños encaramados en el sofá.

Un momento.

—¿Kim Minseok, ¿cierto?

—Sí —Minseok murmuró en respuesta y le ofreció la carpeta que llevaba en sus manos. 

Se habían detenido en un comedor, más allá estaba la cocina.

El hombre le indicó que tomara asiento y a penas le dio una mirada a su hoja de vida.

—Mi madre me dijo que habías trabajado una temporada en una guardería.

Minseok se sintió confundido, sin embargo, al tener la mirada oscura de aquel hombre clavada en sus ojos, no pudo sino asentir.

—De acuerdo —el hombre dijo dudoso—. Quiero que sepas que no estoy del todo convencido de esto, pero no tengo más remedio que confiar en la palabra de mi madre, ella parece confiar en ti. El pago será semanal, volveré a las seis, traeré un contrato cuando vuelva.

Los Hijos Del Señor Kim [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora